domingo, 27 de septiembre de 2009

Del otoño y similitudes

I
Esta vez es seguro que nadie puede ayudarnos. Ni siquiera juntos, a nosotros mismos, ni cargarnos, ni llorarnos con ojos ajenos o prestados. Somos un fracaso tú y yo que, en la soledad, simplemente no somos. Tampoco tenemos la fuerza suficiente para vernos desde la otra puerta que atraviesa nuestra casa, y hace sus orificios como la trayectoria de una flecha inoportuna. Aunque antes, era un motivo más para salirnos del cuerpo –de la casa- o solamente de estar dentro. Para ser los de la herida y la sangre. Bueno, motivos sobraban. Y muchos. Pero ahora te digo con todos mis dedos que estamos creciendo debajo de la tierra. Somos la tierra. Y hay piedras en nuestros pulmones y nada hacemos. La vereda que pasa por encima está infestada de trapos con sudor, y no luchamos. Quiénes vienen a visitarnos. Es decir, suelen preguntarme por ti. O yo me pregunto. Hacen un juego las palabras mías que tuve desde el vientre, y para ti. Yo alzo una mirada hasta el techo del mundo y no hago más que sonreír con mi infortunio de puta. Claro, lo hago muy bien. Pero muriendo. Hay otros lobos acechando mis pies, y suponiendo los próximos pasos hacia el infinito. No confío en ellos. Todos me buscan, pero los aborrezco de tal forma que no logro verlos. Alguien arruinó mi direccional para volver, eso es verdad y seguro. Así que esa jamás le uso. Por eso creo que todavía estamos esperando el clímax de nuestra historia, por toda la vida, inconclusa. He de confirmar ideas agonizantes, que no pueden serlo todo. Según la búsqueda incansable por pupilas más serenas, más tuyas, sobre todo en las mañanas de cobre. Sólo anoto esto a forma de bitácora. Un vaivén más de acostumbrados gritos de auxilio dentro mi abdomen. Porque sé que ahora nada hay que hacer ni por remembranzas, o por nuestras existencias efímeras sobre el agua amarilla. Nunca los pequeños olores nocturnos fueron tan tortuosos como cuando no estuviste tú. Quedé viéndonos detenidamente: Somos dos pilluelos derrotados y sin comida. Y nadie puede ayudarnos. Estamos solos, solos como antiguas sequías que todo mundo quisiera olvidar.
II
Nataly:
No sé que tenemos tú y yo con la tercera estación del año. Mejor dicho, qué tengo yo con el pasado, y contigo, hecha de tardes de lluvia donde seguro después, inevitablemente ante la ausencia, me llega una urgencia de ti. Desconozco el porque de mis evocaciones a la hora de pasear al perro - sobre todo dentro la oscuridad tan sola - cuando azota un viento de norte, deshabitando casualmente la urbanidad que puede tener un vecindario corriente, como el mío. Alguna vez tan tuyo. Te escribo como siempre y a puertas del otoño. No comprendo muy bien. Igual sé que disfrutas leyendo: Estoy creciendo desmedidamente. Mañana iré a una entrevista de trabajo. ¿Ya volviste a trabajar? ¿Cómo está tu hija? Yo no sé que esperar de mañana. El futuro me molesta. Nunca llega, pero siempre está. He cortado mi cabello, tanto. Fluctúa entre glamour de los años 30’s y por supuesto, esa psicodélica actitud tan funky. Aunque esta tarde me pareció el momento incorrecto del año. Reconoces que en medio del invierno todo es mejor cuando es realmente largo. Hay algo principalmente preocupante estos días. En definitiva las personas ya murmuran sobre mi probable insensatez y falta de cordura. Creo es por eso de verme hablando sola o con Romeo cuando paseo frente al Kinder garden. Y nunca hablo con ellos. Necesito que vengas para defenderme como otros años. Entonces yo te defendía a ti porque mi padre te odiaba, y para consolarte, te mandaba besos a través de mi pared “que no me dejaba verte”. En otoño y en invierno salíamos más cuando llovía sin tregua sobre ciudades cercanas. Eso nunca lo olvidaré. Ni dejaré de decírtelo; yo, mi suéter azul y tu cuello de tortuga eran suficiente entonces. Los cafés cibernéticos. La inexorable situación de estar juntas, más en estas fechas. Y saber que ni el peso del mundo podía contra eso.

martes, 8 de septiembre de 2009

ALGO MÁS COMO TÚ
-------------------yo busco, constantemente,
en el minuto cautivo entre dos manos.
 Lo busco como a una imagen muerta
que no termina de resplandecer,
sola y en el recuerdo.
  --------------------------Algo más como yo,
 ------------------------------------------también.
------------------------ ¿Por qué no?
--------------------------------Hemos sobrevivido.
 Qué te diga el lugar húmedo y exacto
donde se incendian los besos.
Y donde perdemos el viento,
que nos trajo juntos
hasta el fondo del austero caudal,
el cual sólo se alimenta de nosotros mismos.

Es una búsqueda incansable a nuestros restos.
 Habrá quien diga que no somos, y no fuimos nunca.
Lo sabes, lo sé, lo sabemos.
Siempre marchamos lucidos y anticristianos.
Jamás negamos la indulgencia con la que nos llamábamos
“madre e hijo” o “amor” o “amante”.
 Y volveremos.
Yo tendré cenizas mías para darte
 –otra vez-
lo único que soy al final del camino,
muerto, claro pero igual: Yo.
 Algo más como tú para otros siglos.
Quien me diga dónde estamos, cómo,
con cual música, si incluso estamos vivos.

Porque mi inutilidad, y no arañarnos ni sernos,
ni buscarnos es una cruda duda donde nada va,
ni nada viene.