Siempre me pareció
algo muy loable y sensato que me quisieran con medida. Poseer cintas o correas,
ya fuesen en forma de teléfono, direcciones (electrónicas o no), llaves y
departamentos, fechas y aniversarios. Hasta la esclavitud de mis cuadernos: Sí,
había –hay- suficiente en ambos, para tapizarlos de besos o mugre. Manchitas de
café o salsa de tomate sobre el papel. Barcos de grafiti, los vamos abandonando
por doquier en nuestra vida de parias. Contienes fuego en ti, Antonio.
Mauricio. Gerardo. Manuel. Es la verdad incompleta que comparto contigo; no hay
absolutismo en estas torturas. Tampoco es intercambiar respiraciones profundas
dentro del mundo. Todavía en distintas latitudes. Imagino tu llegada y tu
venida, nuevamente. Hacerte trizas desde ángulos variados. Quiero decir, es
cierto: te gusté porque sí. Sucede como
en las utopías o un puente supuesto a caer.
No nos pertenecemos. Tal vez pudiésemos, si todo volviera como en el
eterno retorno; un rehilete riéndose en sí mismo. Repitiéndose. Tragándose desde
sus brazos. Hasta el final de los tiempos. Creí encontrar en ti y en
tonalidades blancas, como si en la saciedad durmiese la ternura de lo suave. Amor, cariño todo lo que dices inventando
palabras estruendosas, tempestades húmedas de colores. Pudiésemos conversar en
la perpetuidad tuya, eres multitud; ecos sordos. Aún no descifro tu levedad; la
sostuve entre mis manos como un desierto colmado de cruces. En todas yacían esperanzas
de abismos engendrados en mi voz. Ojalá me quisieras como te quiero; apenas. En
mí condeno la aventura. Me llena la visceralidad de tus actos crueles. No estamos
y eso lo sabes. Te espero en la ventana o en el buzón. Aunque todas las citas sean
inútiles. Lo es esperarte a ti, y a cualquiera. Voy a crearme amores donde
solamente halla automóviles, calles, faroles, camas desordenadas, cenizas,
exilios, pero una boca como la tuya; real, dura, de hombre.
1 comentario:
Querida, quererla no debe ser sensato ni de manera desmedida. Es usted una maldita y siempre lo fue, como su escritura es ahora insensata; doblemente masculina, no porque hable usted de hombres o porque teorice su amor hacia ello[s], sólo que se ha vuelto dura -como la boca o una barba de dos días-, torturas y desiertos, casi diría que ha dejado usted abierta la caja de zapatos donde guardaba las luces, las ha dejado libres y no se dio nunca cuenta que usted era una de ellas, hasta la fecha.
[Tiene usted razón; la simetría]
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