No sé tú, pero pareciera hoy, miércoles, con el sol arriba, que sucedimos hace tiempo; como una bandera que ondea cierto día de abril, y después llueve, y un país se corrompe o entra en guerra. Estaba planeando dejarte marchar como si fuese posible que la tarde transcurra desde unas pestañas grises, y si dentro de cada día existiera más luz en las calles, y si ya no pudiese advertirte desde el principio. Y que tú me creyeras.
Ya no tenemos corazón o sitio de taxis en madrugada. Se derrite en grietas, como charcos de ambos. Y ni los niños tienden a jugar con el cuerpo tuyo ni por curiosidad, cuando amanece. Te disuelves en imágenes no capturadas minuciosamente por vagos, quienes pudiesen tener más amor en las venas que tú. Vertidos en alguna medida de ginebra y tú en cerveza o regaliz, o la cosa dulce a la que olías. Todos estos momentos inconclusos: Desnudez porque sí. La desnudez sin motivo es la peor de todas. Es luz matutina que baña los ojos. Por ejemplo, tú, caminando en bóxer hacia la ventana, con lo bonito que te veías. Y ya casi no interesa ser tan ajenos. Me gustaba la idea de construirte un templo o una casa. Algún lugar, donde yo pudiese ser sencilla, hablarte, leerte, quererte imitando una necesidad rutinaria. Quiero decir: como un pretexto ante tantas bocas o manos sobre nosotros. Antes y después de nosotros mismos. Ni yo lo entiendo, ya ves.
Haré una apología sobre mis actos solamente para prolongar la huida. No recordar el mutismo mientras te escurriste por las escaleras. Tiene sentido echarte de mi casa a las diez de la mañana. Decirte bajo las sabanas: A ella la quise mucho, y aun la quiero, pero lejos. Abrazarte porque era un adiós definitivo, en el baño; significaba la permanencia de tu piel en algo más que en mi cara. Tu calor en mis manos. Desearía que recuerdes que te advertí desde el principio, bromeabas pronunciando el temblor repentino en tus piernas. Mi crueldad le es fiel al tiempo. Y no me creías. Siempre tengo el gatillo esperando jalar. El borde de mi cuerpo como un abismo donde tienes que saltar para salvarte.
A veces no se salva nadie, ni la soledad de volver a la habitación sin ropa. Sin ti. Sin la esperanza de nuestra autonomía dolorosamente libre.Estaba planeando dejarle el trabajo a la coincidencia de los bares en diciembre. Que regresáramos el cassette como no haberte dicho nada sobre mi pasado o mi violencia febril, poderte nuevamente advertir desde el principio, y que me creyeras. Y que tú volvieses a ignorarlo.
2 comentarios:
Nada como retar al destino. Jugar a jumanji. Por muy poca que sea, esas noches dejan huellas. Anda por la ciudad con alguna marca. Ligera, que esconde bajo la camisa. No se sabe.
él anda en algún lugar de la ciudad con mis marcas, claro :) Gracias por pasar, Dude.
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