lunes, 9 de noviembre de 2009

Hacer el retorno. Os digo bailando, llorando, sosteniéndome de una pared. A veces es lo mismo, en el mismo espacio. Domingo, y para entonces habré bebido mucha cerveza. Mucha, cariño. Es domingo, para alimentarse; sentir el calor de vicio desenfrenado y retornar a las sobras nuestras, siempre. Cuando ya no hay nada que hacer y recurrimos a nuestro oficio de pensarnos. Pensarnos como un murmullo de bocas españolas. En el interior de dos habitaciones azules medio vacías. Alrededor de los libros. Os digo viéndole, y mis ojos viajan sobre su rostro con tal desconsuelo, y con tanta penumbra. Llega un momento preciso. Y os busco estrictamente en rincones habitados por total oscuridad. Ese revés de sombras con la prescripción medicinal de tu nombre. Con la cara inusitada de sueño. Y unos párpados a medio doblar, y a medio sufrir. Porque todo ha sido construido para nosotros. Y no sabíamos. Dudábamos constantemente de las cuerdas entre nuestros hombros. Créeme, bailando. Créeme a la hora tres ,si fragmentas en tres partes el día. Retornar es un verbo dorado, y teatral. El domingo escuché muchos disparos pero seguía con los vicios. Por la noche destruí todos los aparatos. Para que no obstruyeran, para que no estorbaran antes de ti. Y era posible entonces, tomarte de la mano, y después ponerlo todo en orden.