sábado, 17 de mayo de 2014

Cenizas en las piernas #1




Me has visto beber té, fumar, desvestirme. Costurar tus pestañas con mi saliva. Aun así sigues preguntándote en tu juventud si la razón para estar uno frente al otro sin decir mucho, como olvidando, como pretendiendo, como queriendo saltar al precipicio de nuestros cuerpos, como si así reparáramos las soledades que nos ha dejado el alcohol. O el tiempo, y la distancia. Y los portarretratos con manchas de sol. Si todo esto cariño, pequeño; pequeño niño, si la razón tiene importancia. Sé que posiblemente la que se lo pregunta soy yo. Busco incesantemente conversaciones que no me aburran. Pero sólo logro el vicio, las preguntas. Torturarme. Logro hablarte de las uvas de Francia como si supiese algo diferente que intentar sostenerme cuando ha caído la noche. Hemos bebido tanto. Y agua. Es que todo me hace trizas. Te olvidas que siempre estoy marchándome a algún lugar que tú no alcanzas. Por las noches me invita el aroma del tabaco y tu perfume ordinario. Me atrae porque también es una herida. Una herida nueva. Casi tiene el temblor de unos labios. Como el de nosotros cuando besamos, cuando hablamos, cuando bebemos otra vez. Me temes como un pájaro a la altura y que siempre ha vivido enjaulado. Me has visto llegar con la espalda desnuda. Un gesto de vago que estoy aprendiendo a destilar entre tus manos.  Te vi apagar la luz despacio. Cerrar la puerta. Sabiendo que quería tanto desgarrarte. Te he dicho que me dejes salir. Que a lado se encontraban nuestros amigos. He observado tus intenciones. Te dejé besarme a las 23:45. Luego he querido llorar.  O perseguirte. Todos se iban en nuestro inconcluso juego de manos. También escuchaste mis cuentos de fugaz y amantes. Ya ves, a veces no puedo controlarme en mi ego necio. No es nada. Me estoy muriendo de ti y de todos. Hay noches como esta donde las callejuelas están muy solas de nosotros. Sin recuerdos. Ni la textura de tu piel que no se me olvida, como si realmente me importara tanto. Como si no supiera que no hay utilidad en tus sonrisas, ni en la indiferencia que predicamos ahora. Como si no fuera a irme. Te he dicho que me dejes salir de esa habitación. Y no lo haces.  ( …)