Siempre me pareció
algo muy loable y sensato que me quisieran con medida. Poseer cintas o correas,
ya fuesen en forma de teléfono, direcciones (electrónicas o no), llaves y
departamentos, fechas y aniversarios. Hasta la esclavitud de mis cuadernos: Sí,
había –hay- suficiente en ambos, para tapizarlos de besos o mugre. Manchitas de
café o salsa de tomate sobre el papel. Barcos de grafiti, los vamos abandonando
por doquier en nuestra vida de parias. Contienes fuego en ti, Antonio.
Mauricio. Gerardo. Manuel. Es la verdad incompleta que comparto contigo; no hay
absolutismo en estas torturas. Tampoco es intercambiar respiraciones profundas
dentro del mundo. Todavía en distintas latitudes. Imagino tu llegada y tu
venida, nuevamente. Hacerte trizas desde ángulos variados. Quiero decir, es
cierto: te gusté porque sí. Sucede como
en las utopías o un puente supuesto a caer.
No nos pertenecemos. Tal vez pudiésemos, si todo volviera como en el
eterno retorno; un rehilete riéndose en sí mismo. Repitiéndose. Tragándose desde
sus brazos. Hasta el final de los tiempos. Creí encontrar en ti y en
tonalidades blancas, como si en la saciedad durmiese la ternura de lo suave. Amor, cariño todo lo que dices inventando
palabras estruendosas, tempestades húmedas de colores. Pudiésemos conversar en
la perpetuidad tuya, eres multitud; ecos sordos. Aún no descifro tu levedad; la
sostuve entre mis manos como un desierto colmado de cruces. En todas yacían esperanzas
de abismos engendrados en mi voz. Ojalá me quisieras como te quiero; apenas. En
mí condeno la aventura. Me llena la visceralidad de tus actos crueles. No estamos
y eso lo sabes. Te espero en la ventana o en el buzón. Aunque todas las citas sean
inútiles. Lo es esperarte a ti, y a cualquiera. Voy a crearme amores donde
solamente halla automóviles, calles, faroles, camas desordenadas, cenizas,
exilios, pero una boca como la tuya; real, dura, de hombre.
viernes, 26 de septiembre de 2014
martes, 16 de septiembre de 2014
Texas, baby.
Lo que queda de ti después de la
luz, después del destierro acurrucado en nuestro murmullo; es una silueta
desvaneciéndose o mimetizándose con el vacío. Quisiera llamarte por tu nombre.
Lo hice aquél día, cuando me dejaron sola en casa, y lo habías rogado durante
semanas. Si me importara más que las especulaciones. Ahora te has ido como la
noche de viernes. Ojalá mi voz te haya penetrado el oído y las entrañas. Así,
cuando resuenen tus pasos, me llevarás a cuestas como un eco crudo que se
repite temblando desde tus pies; hace nido en tu abdomen, como la ansiedad de
sentirse con ganas, y luego regrese a tu cabeza donde repites mi nombre: Ofelia, Ofelia, Ofelia Waltz. A veces me dejo estar hasta que dueles. Mis piernas te echan de menos. Desoladas.
Pareciera que tu boca ya había engendrado a raíces sus garras. Dejaron la piel
marcada, y para siempre. El símbolo de tu perpetuidad en mis gritos es una
mancha amarilla. Se resbala por el vestido blanco, aún desconocido por tus
dedos. Estás, querido mío, y no estás. Todas las conjugaciones: Estás como
tiritando en la nada. No te conozco lo suficiente para extrañarte, y sin
embargo. Marco una línea imaginaria en el suelo, como midiendo tu ausencia.
Como recordando tus palabras después del sexo: al parecer voy a irme de viaje, Texas, pero intento llamarte. Y
como fui lo suficientemente idiota, me reí. Tú te reías igual con el acento que
estoy aprendiendo a medias. Estoy acostumbrándome a su violencia. Habituándome
a su lascivia. O a su goce. No podría decir que me quieres, y me agrada lo
mismo que lo detesto. Era una niña mimada después de ella. Todo amor después de un tiempo, es un vestigio que alguien
abandonó una tarde de juegos, por desidia. Por lo que quieras tú. Al día
siguiente no supe nada de ti. Tuve miedo. Tanta humedad en una oficina. Sabía
la vacuidad de los actos nuestros, pero tú te reías, respirabas, sonreías,
iluminabas, mordías, gemías. ¿Qué voy hacer contigo? Te imagino de vuelta a México con la sonrisa partida refutando
mis cuestionamientos; Texas baby, era Texas
baby.
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