miércoles, 1 de diciembre de 2010

Luces nocturnas



Cuando en un silencio prolongado de pronto vienen las luces nocturnas, las palabras correctas no son exactamente: buenas noches. Tienes que acercarte a mí con cierta nostalgia por los amaneceres fríos o las paradas de autobuses olvidadas. Esas que ya nadie se atreve a visitar. Con esa calma de la voz en off, la mía, háblame. Y recuerda también las máquinas de escribir. Una pausa exacta entre tecla y tecla con su golpeteo engendrando todos los sonidos viejos. Pero inalienable a cualquier otro. Podría ser, únicamente: tus ojos como posándose insurrectos a los caprichos adolescentes, y verme en paz, haciéndote más grande, más completa, más como jamás lo fuiste. Así, cuando secretamente se voltea la mirada hacía lo equivocado, con esa indecencia eminente seguida por la crueldad de los demás. Así, con ese dolor no pronunciado. Consecuentemente yo voy a tratarte con la misma clemencia y ternura. Es decir: abrirte los brazos. De esa forma puedo sonreírte amplio, grande y certero. Dibujarte un árbol en navidad y correr hacía ti de una esquina a la otra bajo las farolas naranjas. Pero no con miedo. Sino balanceándome como me miraste un día. Jugando sobre las orillas del mundo, y las aceras, y el viento. Sucia, rota y demacrada. Yo, unificando música de trompeta y un acordeón francés. El rojo en una pared de café citadino. Dos situaciones paralelas pero distintas en tamaño: Yo - te - quería -mucho - más. Y el piano inolvidable, y todos los libros nuestros. Así. Aproxímate a mí con todos esos cuadros y pequeñas canciones taciturnas. Me voy a quedar sentada y partiéndome las manos para recolectar la tierra en un puño de mementos. Después bajaré a la cocina a prepararme té. Voy acariciar tanto a mis perros. Dibujaré en el aire dos casas inmensas. En una vas a vacacionar tú los veranos. En la otra vivirás pero no te visitaré nunca. Te necesito así para reconocerte y olvidarte todavía. Como un juego mediocre que a veces nos hace reír por las mañanas. Pero por las noches, cuando vengas a mí, con los labios rotos de tristeza, sumida en incomprensión o de fatalismo temprano. Y cuando lo hagas feliz y llena de la vida amarilla por tanto sol. Hazlo como en un vuelo suspendido por notas musicales; ciegas, mudas e impenetrables al subtexto disimulado. Inventa las formas que no podrían pensarse la muerte, ni mi nostalgia o mi conformismo. Y si no, lo mejor es no llegar a mí. No lo hagas. No repetirlo en absoluto

No hay comentarios: