jueves, 26 de diciembre de 2013

Algunos encendedores



No es mucho, ni demasiado, ni poco, siempre. Es el frío. Son las azoteas y los fuegos artificiales a lo lejos. Alguien juega con el ardor de la respiración, como si fuese una fruta a punto de reventar. Tiritamos. Temblamos. Nos abrazamos. Es la primera vez. Y la última. Alguien juega, te digo. Sucede en los viajes de verano o invierno. En otoño siempre fracasamos, de alguna forma. Con una melancolía y soledad volteamos la vista. Saboteamos ese encuentro furtivo con los extraños. No es mucho, pero a ellos nunca les importa. Si conocemos la suerte y la voz. Si sabemos esperarlo. Ese latido. ¿Entiendes ese latido? Si te digo amor dentro de dos horas. Es mentira. Es que no siento nada. Es que me he estado marchitando. Calculo la temperatura de tu piel, es helada, como la carne cruda. Saturnina y casual. Inalterable; porque no somos importantes. Me conoces. O es que no lo haces. Somos silencio de los días. Esas cosas también vienen. Vives de tal manera que no te alcanza ya ni para contárselo a nadie. No recuerdas, incluso, ni haberle dado tu nombre. Pero lo tiene. O lo tenía. Calculo que solamente pasaran unas semanas para que lo olvide. Recordará el dinero gastado. La boca mordida. El desazón del desvelo en una oficina. A lo mucho hará una canción debajo del escritorio.  Guitarras insolubles porque es un dato que te dieron. Él toca la guitarra y estudió en el Conservatorio nacional. Ella es sólo ella, y a veces escribe. Te debieron decir eso. En cambio soñaban con una no-certeza de la cual me deshice. Todas las pretensiones en una copa de vino para que ambos tuviésemos que ver. No lo recuerdo bien, todos hablaban de una cosa y otra. Mi padre me callaba. Tú y yo fumábamos dentro de nuestras bocas. No es que me importara. Nunca es eso. Mandarte al carajo a las seis de la mañana. Quisiera entenderlo yo misma. Hay conversaciones que perduran y algunas que no recuerdo. Siempre la oscuridad en medio. Bruma y mareo  como un medicamento que no pronunciamos. Me queda ese olor de extraño y un encendedor debajo de la cama o en el bolsillo. Y la seguridad de que fue tuyo. No voy a devolverlo jamás. 

Aunque tenga varios. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Mientras la ducha


Pensaba en ti con la garganta. Así como podría hacerlo con cualquier parte del cuerpo, y evocarnos colores diferentes. Un género musical brutal, los distintos  grados de las quemaduras. Lo hacía igual que si pienso en mi ex novia, la pienso con las uñas. Una blancura y pulcritud siempre en sus uñas. Qué desgarrador romance tenerlas en mi boca. Tenía esa incómoda situación de sus dedos. Prolongaban una promesa de mordida dactilar. Y al arrancarlas, era una cruda consistencia, la de carne dolida. Era habitar el tacto. De otra manera. Con los dientes. Si pienso en otra persona, podría decir que lo hago con el cabello. Él ama mi cabello. Yo detesto el suyo. Qué horrible manera de llevar esos pelos rígidos como si enfrentase una guerra. Algo o alguien está por caerle sobre la cabeza y aquél necesita ser empalado. Podría continuar a destazarme en cada historia. Vienes a mí con esa idea de llevarte conmigo; introducido, dentro, abducido.  Inevitablemente digerido.  Te pienso con la garganta como si cargara tu sabor, como una asfixia. Un latido. Un corazón. Una daga. La asfixia. […]