Pensaba
en ti con la garganta. Así como podría hacerlo con cualquier parte del cuerpo,
y evocarnos colores diferentes. Un género musical brutal, los distintos grados de las quemaduras. Lo hacía igual que
si pienso en mi ex novia, la pienso con las uñas. Una blancura y pulcritud
siempre en sus uñas. Qué desgarrador romance tenerlas en mi boca. Tenía esa incómoda
situación de sus dedos. Prolongaban una promesa de mordida dactilar. Y al
arrancarlas, era una cruda consistencia, la de carne dolida. Era habitar el
tacto. De otra manera. Con los dientes. Si pienso en otra persona, podría decir
que lo hago con el cabello. Él ama mi cabello. Yo detesto el suyo. Qué horrible
manera de llevar esos pelos rígidos como si enfrentase una guerra. Algo o
alguien está por caerle sobre la cabeza y aquél necesita ser empalado. Podría
continuar a destazarme en cada historia. Vienes a mí con esa idea de llevarte
conmigo; introducido, dentro, abducido. Inevitablemente
digerido. Te pienso con la garganta como
si cargara tu sabor, como una asfixia. Un latido. Un corazón. Una daga. La
asfixia. […]
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