Pretendo en somnolencia,
silenciosamente, diagramas del ruido. Practico tu regreso con una técnica
limpia que nadie me conoce. Hago memorias inocuas de otras épocas. Días
purpuras o amarillos. Vaivén de canciones encerradas en elevadores con el
estupor exacto que daba un brillo a las heridas, brindándoles un carácter
límpido, impoluto y animal. Recuerdo tus ojos así, cerrados, los párpados oprimidos
mientras la sonrisa roja delatora de tu alma, viajera del centro de la tierra.
Palpitaciones saltarinas, llevándolas a cuestas. Sellos sobre la piel como
culpas dermatológicas, si estas quedaran posibles. Primigenia de lunares
clavados como abismos dulces; epicentro de tu espalda. Siento aquí tu presencia hiriente en sus caprichos. Te recuerdo, Antonio, quedándote dentro, suponiendo
vestigios tempranos. Y desgrano tu voz como si fuese una certeza de semilla
germinando en mi conciencia. No hay
mucho de cierto donde no te encuentro. Y si te buscara. Y si llegaras otra vez,
emergiendo cíclico desde la espesa neblina nocturna, nuestros vicios a
distancias exactas para no morirnos de una vez. Debes tener imágenes recurrentes;
por ejemplo, mi cuerpo convulsionado cuando concibe madrugadas acuáticas desbordantes
a, por y para las manos tuyas. Esas que desdibujaron curvilíneas, midieron
modulaciones a través del tacto, y firmaron la
textura de lo blanco cuando respirabas como un caracol fluyendo en mis
oídos.
A veces te extraño y, las piernas
que amaste cuando decías “Oh, por Dio-s”, y yo; hacemos de cuenta a que estás,
hacemos de cuenta a que sigues en el sitio acostumbrado y repites mucho el
nombre elegido para que me evocaras. Pretendo tu inteligencia. Ni la
necesitabas. Antonio, cuando vuelvas voy a dejarte morderme lo que quieras. Añoro
las cicatrices que no hiciste, tu ternura cuando te hablé de la cirugía, mi larga cicatriz, y tus dedos sobre ella. Querido, mi vida fluye inevitablemente
hacia delante. Y no vuelves. No lo harás nunca.
1 comentario:
Certera y degustable prosa,
nos leemos.
Saludos.
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