
I
Abandonar una ciudad una y otra vez, es un ejercicio del ocio, del alcohol, de los viajes y la adictiva actividad que puede sernos el contemplar ventanas. Habría que decir, que también es un negocio del olvido. Del observar varada, y en movimiento, desde un puente en medio de la ciudad. No dices adiós, nada más das besos inconclusos como siempre. Entonces llegar cualquier día de la semana a una casa (cualquiera) y en la mesa un hombre te dice a los oídos: yo busco un poco de libertad. Y luego viene esta cuestión de ser. Y hundirse. Disolverse. Intentar un momento de lucidez y al mismo tiempo, la luz. Luz por todas partes. Hay letras que te hacen gestos desde la cocina. Amaneces en medio de niños y mujeres. Vas a festivales folklóricos donde danzan extranjeros envueltos en largas ropas. Te ataca un silencio casi inocente. Perpetuo en segundos. Como que en realidad no hay mucho. Como que hay nada. Llega un olvido impertinente… de verdad impertinente…a tocar tu puerta, la ventana… o una canción insulsa, a morderte la mano...
II
Ah…sí. Cuando sepas, cuando resuelvas ese asunto. Voy aguardar detrás de la puerta, justo a tres pasos. Para que abras. Para que dibujemos un espacio adyacente a la raya de separación de nuestra libertad. Yo: Mujer, infante, norte del país. Aun tenemos algo de cierto. Una migaja de fidelidad. La voz cruda y sombría de las horas que pasan en una pieza oscura…sí. Sí, querida. No vayamos a mentirnos cuando llegue el momento. Quedan uñas sobre la carne. Resta tiempo suficiente. Cuando sepas…cuando todo sea cierto. Cuando te decidas…a que no hay muchísimo opio que nos sede ya las venas. Que la amargura finge y palpita entre la boca. Que un NO, cruje entre los dientes mientras transcurren los días en una cama, o en el suelo, o sobre la piel del aire…o de píe en una esquina solitaria. Todavía tenemos algo de cierto. Algo de vida en este tóxico andar. Como un halo denso de furia, circundándote los labios y esperando a tres pasos de niña, la verdad. A que confieses...