viernes, 21 de agosto de 2009

Jazmín*

Este es uno de los días donde te pido que no te vayas. Y que nunca lo hagas. Y que eres lo único que he amado más que a mí -muchísimas veces- porque claro, soy una torre egocéntrica, que después, siempre vale extremadamente poco. Va, hoy es simplemente maravilloso. Es muy de la felicidad ¿viste? Aunque nunca hemos creído demasiado en ella, ni en su duración, en todo caso, eso. Me coloco suavemente a tus pies y lloro nuestras historias con tanta benevolencia. Cuando no te culpo demasiado, ni a mí, y espero en una puertita de madera a que pase la bicicleta adecuada, la del nombre de tu recuerdo. La de tu soluble y dulce existencia a través de mis huesos. Todo tan roído y de años atrás. Luego, convierto a Ofelia, en un ser comatoso lo suficientemente transparente para borrarle heridas a las tres de la mañana. Pero también perdono esta situación. Quién más sino yo. Vuelvo de mí hacia ti. Revuelco mis manos en tierra suelta de nuestros pasos, me siento tan hermosa así, frágil. Deforme Ya no me invento muchos nombres ni los hago rimar a las nueve cuarenta y dos. Sólo es una ráfaga de verdad, tampoco te confíes. Al final ya sabemos que tengo una naturaleza traicionera e irracionalmente torpe. Y que digo mentiras –él me dice “mentirosa” cada que puede- no patológicamente, las únicamente necesarias para una mujer como yo.

3 comentarios:

Korscha dijo...

... siempre es toda una aventura leerte, al entrar aquí mi corazón corre muy rápido, se emociona también... y me pide que baje la música para escucharte, de alguna manera, mejor.

Un beso y un abrazo fuerte nenita.

... eso de que a una le digan mentirosa... no sé, pero al final, es lo que menos incomoda...

Anónimo dijo...

Me encanta tu blog, es fantástico.

DEARmente dijo...

Me gusta el título de este post! me recuerda a alguien.