viernes, 2 de abril de 2010

Afirmación

Estoy escribiéndote, todavía. Como si no sucedieras tú muy al final del día. Tú sabes. Cuando los recuerdos, apenas eso son. Y todo es sólo una reminiscencia de sentir. Sin en realidad existir. Sin seguir siendo.


Me tendría que estar muriendo.
Tendría que morir una y otra vez, por siempre.

Eso te lo digo a solas. Dentro de todo. Y de mí. La tierra es tan azul que duelen los cobrizos y las apariciones, y la improvisación de parecer “escribiendo”. Lo que sucede al final, cuando comienza la noche, y pareciera que siempre estamos, y es noche. Oscurecemos. Por eso caminamos y nos sentimos más contentos en medio de la oscuridad. Esperamos la soledad. Qué todos se vayan de la casa hacia viejos pueblos mayas, y quedarte. Entre las sombras. Esperándo. O solamente a travesar el pasillo corto, en realidad, corto. Seguir observando la bicicleta del fondo. Interrogarte. Si lo piensas detenidamente no hay mucho. Solo deseos. Entrepiernas. Amenizar la mañana con pequeños parpadeos. Corazones inhumanos. Cantar una de The innocence mission. No sé porque peleo con los pies mios, y voy de arriba abajo contándole a las personas lo que se siente vivir enajenada de una misma y no parar nunca y gritar, dejarles claro, lo último que digo, la hora fría donde se retuercen y se aseveran dos cosas: me tendría que estar muriendo. Y ya no serías tú color carmín entre las horas. Y ya no vendrías sigilosa como la muerte que asfixia, como reconociendolo todo.

No hay comentarios: