Yo tendría uno y muchos mótivos más, para buscarte. Seguramente sería todo muy parecido a los escritos, o al sentimiento cargado en todo eso que lees, que me pertenece, y te hace tener cual sea tu idea -no dolorosa- de mí. Qué no me creerías. Pero eso, de igual manera, me sería grato, voluptuoso, coqueto y perfecto. Y me haría sonreír a las siete de la mañana. Mientras el sol. Mientras apenas la noche. Como ahora en las improvisaciones, como las cosas que no se hacen. A la gente a quien no se saluda. Yo nunca saludo al menos que tenga algo importante que cuestionar, y eso cabalmente, supongo, te molestaría. O no. Siendo sinceras eso no lo sabemos. Me gusta imaginarlo, al menos. Tengo poco tiempo, querida. Debo pensar en mudarme. Debo lo de las veinte cuartillas. Y al final del día no hago demasiado. Salir. Ir por papas a la francesa con mucha catsup. Comer en soledad arbitraria, mientras las visitas que te cuento. Igual ya tenemos el jueves, jueves, jueves. Voy a Chen's restaurant a la una, intento. Llamar desde ahi al número con el siete a la mitad. O en la mitad del siete. Entonces, bruscamente, sugerirte un lapsus linguae: has venido a comer. Eso quisiera. Porque hoy, mientras tanto hacia los planes, los del jueves, jueves, jueves, no resultaba la emoción. La misma. La misma que es cuando vas a comer a un restaurant extranjero, o cuando estaba en Le petit toul brisoit du Paris, o cuando suena el teléfono con N° Privado. Es eso. Querida, el tiempo siempre se va. Debo salir de esta cabina tonta y fría, dejarte con la duda. Y la emoción reciente y, las negaciones que sé me harás. Y la emoción en los mótivos, que no voy a enumerarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario