Es probable que llueva, decíamos. Sin embargo, seguíamos derecho orientando los pasos hacia el sur. El cielo es extenso, y a la mitad de él, se pueden distinguir las nubes grises, grises demás: un cielo encapotado.
Las calles silenciosas, vacías. Todo lejos del sol porque realmente hace daño. Nosotros, los mismos, alejados de la vida. Y parece que en estas calles no hay vida. La gente en su cotidianidad, Y tú, y yo[siempre] animalitos de encierro que se fascinan con el simple hecho de contemplar el mundo. Yo suponía a la gente. A veces me observan, lo sabes, a ti principalmente, y yo como una extensión de ti, de tu pequeña vida negra, que va, una y otra vez, por los mismos baldíos campos.
Camino a casa, las nubes grises cubrían todo. Apartando la luminosidad del día. Entramos llegamos a casa. Y tal vez leer un poco. Tal vez escribir un poco. Pero hay una insuficiencia en el aire, como en todo en lo que algo nos falta. Porque seguimos siendo los mismos. Hacemos los paseos tristes de siempre, mi querido, y pequeño Romeo…