viernes, 25 de junio de 2010

[Y al final no llovio, pero, bueno...]

Es probable que llueva, decíamos. Sin embargo, seguíamos derecho orientando los pasos hacia el sur. El cielo es extenso, y a la mitad de él, se pueden distinguir las nubes grises, grises demás: un cielo encapotado.
Las calles silenciosas, vacías. Todo lejos del sol porque realmente hace daño. Nosotros, los mismos, alejados de la vida. Y parece que en estas calles no hay vida. La gente en su cotidianidad, Y tú, y yo[siempre] animalitos de encierro que se fascinan con el simple hecho de contemplar el mundo. Yo suponía a la gente. A veces me observan, lo sabes, a ti principalmente, y yo como una extensión de ti, de tu pequeña vida negra, que va, una y otra vez, por los mismos baldíos campos.
Camino a casa, las nubes grises cubrían todo. Apartando la luminosidad del día. Entramos llegamos a casa. Y tal vez leer un poco. Tal vez escribir un poco. Pero hay una insuficiencia en el aire, como en todo en lo que algo nos falta. Porque seguimos siendo los mismos. Hacemos los paseos tristes de siempre, mi querido, y pequeño Romeo

martes, 22 de junio de 2010

Karina:



Tuvimos una pequeña casa en el mar. Estábamos por temporadas, claro. Tú sabes que la vida tiene ciertas eras, y en todas hemos estado, y antes, y después, durante. En todas, hemos sido. Hubimos de volver arrastrando bolsos largos sobre la arena cada verano. Y tú, larga y frágil. Y tú, bella y tersa. Todas las veces en invierno en el balcón. Sola. Pues conoces bien el silencio. Y gozas de él. Puedes trazar esa infinita y larga distancia hacia el horizonte: es que parece que ya no hay nada más que agua. Yo pensando que realmente no hay nada más que agua porque tú lo dices. Me decías eso, o no me decías nada, pero el ambiente era siempre el mismo; pensar que podías morir justo allí. Y yo pude morir ayer contigo. Luego volví a casa. Tuve. Volví a llorar. Pero fue hundirme en un sueño intenso donde tuvimos una casa en el mar. Y por las tardes, construíamos banquitas, y dejaba descansar mi cabeza en tu hombro, todos los veranos. Y así se nos pasaban las horas. Hasta que llegaba el invierno, y entonces así, solamente así, éramos inmensamente felices.

miércoles, 16 de junio de 2010

Ciruelas verdes [primera]




Veracruz, a partir del 3 de junio.

I
La casa tiene los colores propios del verano. La sequía, el silencio. El vaho oscuro del vacío. Asumía, claramente, esa perdida del tiempo. Mis cicatrices: piel y arena. Ahora tengo una perra flaca quien me busca mientras escribo. Un pequeño perico chiapaneco. Dos perros más. La mesa de patio llena de fruta fresca. Clair de lune a las dos de la tarde. Una incógnita que se resuelve con una simple borrachera: te duele. Sin embargo disfruto del silencio abyecto. La casa te recibe con ese espacio abierto al desorden. A esa amplia infinidad de palabras. A las pérdidas o los nuevos comienzos. Esos relatados en sueños de autobús. Los escurridos en arruguillas y ojeras de mujer de veinte.

II
Aguardo [siempre] por la fotografía de ellos. No es solamente verlos. No es, incluso, la fotografía; el aire, el agua, besos diminutos en compartimentos gigantes. Sé que están a seis metros. Que allí me esperan los ojos. Sus casi encorvadas espaldas. Ellos hablando con la mascota. Pretenden que de lejos no Dustin O’Halloran, mi pensamiento, escribirles. Pretenden que no estoy, y no me iré. Volveré para el otoño, les digo. El verano, sin ella, es muy cruel. Y es botellas de agua fría, árboles tupidos de notas nostálgicas, neo-clásico. Y etcéteras. Iremos guardando eternamente estas imágenes de ellos: El televisor. Casimiro siendo mimado como un infante. Las ciruelas verdes en el bol. Y la cámara inexistente a la presencia de mis ojos.

III [del Opus 23- Dustin O’Halloran]
Soy esa aparición claroscura muy al fondo de la gran estancia. Por la mañana fueron dos tazas de café. Un vestido de bolitas precioso. Isabel diciendo: eres la tristeza. Eres el sueño. A mi agrada todo eso, y por lo tanto, la beso. Voy lentamente al cuarto mío. En el, sólo una cama. Ella me recuerda: esta, tu recamara. Pero allí solamente maletas, mis desordenados libros; todo lo que se ocupa después de la ducha. Dos ventanas mal terminadas. Una cruz de palma en cada una. Cortinas improvisadas. Cuando yo era niña, solamente una ventana. Todo lo demás eran dibujos a crayolas y un ropero. Telas blanco con rojo; geishas y el jardín chino. Luz. No la de una lámpara. La luz. Algo como la luminosidad sútil de su cabello rubio: eterna. Algo como eso. Después fue caminar descalza a través de la casa, sobre suelo rustico. Cerrar los ojos. Abrir los brazos. Dustin O’Halloran y el Opus 23. Él, dentro del silencio. Escribir, entrever tulipanes rojos a lo lejos. Haciendo un conjunto de cambiantes mareas. Por eso abro los brazos, juego con el viento. E imagino muy bien, ese “aire de tu risa”, del que tú, cariño, me hablas tan exactamente...


NOTA-EN-TU-ALMOHADA

Yo voy a creer en este artefacto. Es de madera. Me recuerda su olor, a la albahaca. Tiene una cruz al final. Voy a creer en él porque tú me lo has dado. Porque dices tú que esto puede cuidarme, porque dices tú me lo das con mucho amor. Yo te lo he pedido. Me lo he puesto en el cuello. Queda bien con todas mis tonalidades verdes. Con mi pecho. Isabel, yo voy a creer en todo lo que creas tú. Si me lo das tú. Si me lo dices tú. Si en este rosario, permaneces conmigo, para siempre.

martes, 8 de junio de 2010

Recado Express tintin*

Esta carta te la hago muy rápido. No es elegante. No es discreta. Es necesaria: no hago más que hablar de ti. Esperando mañana me concedas una cita, no tan tarde, ni tan temprano. A las cuatro, como siempre. Probablemente suceda mi silencio. No voy a mentirte. Pero aun con ello, que sepas, que solamente espero el día despierto para escribirte una nota, un respiro: vivir, hacerlo por ti. Es extraño, ya sabes. Se camina sin rumbo. A la deriva, siempre. Pero cuando llegaste tú era sencillo: amar. Re-escribir el diario verde. Dedicarte todas las letras. Lo demás, parece, es un acto fútil. Ocurre nunca entender, entendernos. No he de negarte ahora que estoy un poco ebria. El viaje es el miércoles y hemos comprado mucho alcohol en familia. Hemos vertido todo el amor en una copa. Planeo eso de casarme contigo, invito a mis mejores amigas. Todas dicen que es fácil amarme. Que en realidad no es que te sacrifiques tanto: soy, la hostia. Y sé bien que lo sabes. Como también el deseo al tocar una cama. Querer llegar a ti. Besarte toda la vida. Empalagarnos. Cansarnos. Aprender de nuevo a besar y hacer el amor. Pues todo debe de ser como te gusta. Amor, esta carta no tiene mucho sentido. Es un recado que alojo debajo de tu cama. Solamente ser una borracha cantando. Y es que te amo. Que hoy me convenzo. Que hoy te espero. Y que todas las puertas, después que entraste tú, las he de cerrar...

Tuya,
Jazmín.

lunes, 7 de junio de 2010

[Hablar]

-Me has arruinado…
- ¿Yo te he arruinado? Claro, sí…
- Sí, me has arruinado para todo el mundo, en especial para los hombres.

Ante esto, intento no reírme. No por su calidad de, ridículo, estúpido. O simplemente, chistoso. Pero bien, bien…

- Me vas a disculpar, no te creo ni un carajo.
- Claro, no me crees un carajo pero solo haces eso, estar, no me hablas, no me dices nada, no tomas tu maldita responsabilidad
- Ahora no sé de qué me estás hablando
- Entonces es cierto; llegas a la vida de alguien, haces tu desastre, tan tú, como solamente tú y luego pretendes que no ha pasado nada ¿no?
- Jajajaja... esa es la idea principal, sí, sin la responsabilidad de tener qué hacer algo, eso me parece más bien un reproche infantil. Creo que deberías, realmente, y te lo digo con todo respeto …
- ¿Respeto? ¡Qué sabes tú de respeto! Si hubieses respetado nuestros acuerdos...
- Cállate y déjame terminar... Creo que esto que voy a decirte puede servirnos más que todo lo anterior ...
- -respira- Voy hacerlo, no por ti, sino porque justo ahora no tengo nada bueno qué decirte...
- Bien, Creo que lo único que debes y puedes hacer es esperar
- ¿Esperar?
- Sí, esperar, ahora la espera toma una dimensión distinta
- Por qué
- Es una espera, absoluta...
- Y eso qué tiene que ver con lo primero, ves, ni siquiera tienes, no sé, coherencia...
- Eso ya lo sabías, desde el principio
- No, en realidad no. Nadie me dijo que me dirías “espera”, al final, casi al final de las cosas...
- No se trata de eso
- Entonces de qué, por favor, dime por qué...
- Lo que intento decirte es solamente eso
- Yo, yo ... sólo creo que necesitas escucharme tranquilamente, uno de estos días...
- Tú eres quién me ha dicho: me has arruinado...
- Es verdad, te odio tanto a veces
- Ya, bueno, así es esto...
- Pero ven, vamos a casa...
- Ya no tenemos casa
- Lo sé, pero igual, acompáñame...
- Sabes bien que no puedo acompañarte
- Pero igual..
- Debo irme.
- Siempre debes irte
- Claro, lo sabías también
- No, eso no lo sabía
- Ummm...
- De haberlo sabido, nunca..nunca hubieses llegado...