lunes, 26 de julio de 2010

Awekenings y desenfoques (y cosas sin terminar)


Me gusta la brevedad de amanecer, pero también la certeza: Rosa cuida de mí. Emma cuida de mí, yo cuido de Romeo, pienso. Y puedo tener esta vida vacía y vagabunda durante la tarde, y la noche y después amanecer.


A veces puedo pausar las luces naranjas que alumbran las calles. En el reloj las seis y diez minutos y pauso la lámpara frente a la tiendilla. Todavía es necesaria. Un verano no se hace solamente de días soleados. Hay nubes de terror. Hay música suave que tiene el mismo beat que el goteo. Está el color gris. Esponjosidad en las nubes. Esa sombra propia de la melancolía. a veces puedo atrapar la brisa de las seis treinta. a su vez, la brisa atrapa hoja por hoja el pasto de los jardines. Son diminutas fotografías que se imprimen en el pensamiento blanco.


[Tu debilidad aquí] Ayer te relataba la mañana. Hacer el desayuno, una taza de café. Dorar pan. Freír huevos. Beethoven. Llorar al final de la melodía siempre. Y llovía, temiblemente, llovía el sábado. La habitación seguía desordenada [Yo deseando correr a ti] Tengo una pared blanca al menos. Me permite pensar. Es tranquila. Y de ella también nacen sonidos. Son elegantes y lentos. Me permite hablar. Ser escuchada. Me pide algo de Allen Ginsberg. Pero también congelar ecos multiplicados a distancia.


Desenfoques

Así que te instalas en el televisor, eliges Half Nelson. Tengo que pensarte, Porque eres todo el aire, y las palabras en medio de él. Todos los cuerpos bonitos y un estéreo color rojo que me imagine la otra noche. Y la cinematografía. La piel blanquísima. Va bien con mi piel morena, claro. Luego vino a mí el pensamiento de la drogadicción. Quisiera saber si consumiste o has consumido alguna vez. Después obviamente viene la música. Algo latino. Cultura popular, César Chávez. El rojo que me viene. La noche que se ha vuelto bastante beatnik y el color amarillo de la pared. Hay que volver como siempre a los vicios. Comprar nuevos libros. Presumir tu vida nueva. Pero cuando termina la noche y se está sola, sola, y no queda más que apagar la luz; lo único que viene es imaginar que alguien te abraza mientras bailas, te toma de la cintura. Entonces, solo entonces, puedes apagar el televisor.

viernes, 16 de julio de 2010

[Attendre]



Qué bueno que me hablas del dolor mínimo que representa la ausencia. En mi caso trae el recuerdo de la media noche o los autos demasiado lentos por calles de suburbios agrietados. Hay un dolor escribiéndote despacio; pero eso te lo cuento en cartas blancas que aun no pueden llegar. Llegaran un día, claro, te lo juro.

Aquí entra mucho viento, y lo siento en mi cara y en las manos, y pienso en el tiempo transcurrido haciendo nada. Pienso a un hombre con mi sangre, solo, absolutamente solo y sin mí además. Y no comprendo mucho. Sólo sé de ti, qué quiero amarrar todas las horas que tienen tu rostro dibujado, ese que aun no memorizo porque me has dicho que ahora es diferente por el corte de pelo de los años atrás. Quiero sostenerlo en mi dedo, el favorito, quiero sus bordes a todas horas –y en todas ellas, necesidad de ti- para evocar a las sonrisas normales del día amarillo, tuyo, en el que decidiste cerrar las puertas y alargar los puentes como única metáfora real en los sonidos telefónicos. No es necesariamente el dolor entonces, es vivir, vivirte pues, como la solución exacta. La definitiva. La correcta. La esperada. Es nuestra sincronía no pactada que después voy a relatarte, porque he de hacerlo mejor que tú muy al final de la vida. Porque ya hemos dicho que nací solamente para eso: relatar la vida. Pero qué bueno. Qué bueno, mi amor, que estamos en el mismo lado de la guerra. Qué podemos perfectamente soportar todos los golpes y que tu vientre, o mi idealización del mismo, sigue siendo el bunker del que me hablabas:. Por eso puedo volver a casa con mi padre. Darle un beso. Y esperar hasta mañana.

sábado, 10 de julio de 2010

Sobre nostalgias pasadas [pero una canción por ti]




SOBRE SUPONER
- y convencerse-

Por lo demás,
supongo,
me estás buscando.
Me piensas tanto.
Bien aprendí yo a reconocer
estos símbolos.
Las tormentas. El rojo
y asesino color
del atardecer.
Esa ávida necesidad de
libros viejos. Mi cotidiana
mendicidad, y teniéndolo
todo. Era todo: Nada.
Pero no. No ahora.
No lo olvides:
solamente supongo
estos hechos.
Pero parece. Aun no salgo
a la calle para encontrar más rasgos.
Aun no me volteo frente a ellos.
Y las cornisas húmedas
no chorrean su regocijo sobre mí.
Pero lo sé.
Escribo en pequeños
párrafos.
Escribo hojas enteras.
No quiero mostrárselas
a nadie.
No quiero violar su legitimidad
de piano con ojos salvajes.
Quiero solamente decir:
me buscas.
Está considerándolo”.
Por la noche, la noche anterior,
me acosaban letras de libros negros.
Abandonaba estatuas.
Se desvanecían a mis pies,
pero no recurrir a ningún cuaderno,
ningún instante íntimo.
A nada. No ir. No volver.

Ahora sé de tu emoción.
De tu cándido impulso hacia mí.

Por lo demás, voy a borrarlo todo.
he de infringir todas mis leyes.
Voy a borrarlo todo.
Pero elegí la tinta indeleble
que es de color del mar,
inolvidable.

Ha sido casualidad.
Bien dicen. Bien dicen.

El sol se asoma al final.

De cualquier modo voy a cerrar
ventanas y puertas.

No vaya ser, que me entre un mal aire.


Leyendo a Floridor Pérez:

Te conviene un aire espeso.
Humo.
Somnolencia.
Te incube el vacío,
de la historia inconclusa,
un cuaderno muy limpio y blanco.
Habitamos allí.
Existimos sin vernos, ni oírnos.
Ni llamar, inútilmente
a un invierno en marzo
o una época que no vendría jamás.
Por sórdida e implacable.
No vendría nunca más, te digo.
Habríamos de repetir el aire mismo.
Invocar, irrevocablemente al esplendor amarillo.
Solamente así.
[por que a las doce sale el sol. Eso dicen.
Lo veo. Repetiríamos todo. Sería un baile
muy mío. Lo que hago con Isabel aprés midi]

Y te conviene poner atención.
No decir mucho. En realidad callarte.
Si hablas, podrías estropearlo
todo.




Leyendo a Miguel Ángel Galván

De ti heredé,
esa conciencia inmune al frío:
La desolación sobre el asfalto.
La inocencia del piso del hogar.
Vaciar habitaciones, desnudarlas.
Arañar ombligos, que nunca tuviste.
Pareciera, en ocasiones, imbécil,
qué sí. Qué sí estuviste.

Por ti no se amó. No se fue.
No se vivió en carne propia la dolencia
del adicto. Se sufrió, como lo hacen los
prisioneros a la hora de caminar a la muerte.
………………Pero por ti adquirí,inmunidad,
…………….soy inmune al egocentrismo y a la
desmedida hipocresía que se come por las noches,
las noches arropadas de pieles doradas,
escurridas de leche agria porque alguien olvidó
beberse la luna de un trago.

Y eso no era simplemente vivirte.
O esclavitud absoluta. O la manía de
siempre buscarte en ninguna parte.
Qué fugaz te ves,
envuelta en hojas de papel mate,
y danzando entre el humo
de cervezas oscuras.

Para ti se escribió un decreto en mi hombro,
y surgió la adicción por mis letras,
aquellas envueltas entre cigarro y licor.
Ya ves, sigo sobre el piso agrietado,
amo cucarachas y cortejo luciérnagas
que no harían más que apagar las noche
y hacerme humilde.

Tan humilde.

Ahora te dejamos aquí.
-Voy a vomitar, voy a tener una resaca sublime.-

Quedan mis piernas y la misma figura deforme.

Vuelvo a mi sencillez. A ser de alguien.

[Y tu heredaste mi longevidad. Y el sonido.]

Mi cuerpo palideciendo dulcemente,
en la entrega total, ser de alguien.
Permanecer. Vivir. Para vivir.

Por siempre buscarle.

……………[Aquí abajo, junto a mi perro, borracha y fatal,
entiendo muy bien a Miguel Ángel...]