Déjame explicarte cómo funciona. Tú no lo sabes todavía. Pues eres de llegar lentamente. Eres irse. Tomar un paraguas inútil, y caminar bajo la lluvia que ha dejado de caer hace dos horas. Tú conoces mi caminar. Voy por allí, y nadie voltea a verme. Y soy muy feliz con eso. Pero entrar a la vinatería. Ser una sombra. Pagar rápidamente. Es un acto natural. Entrar a casa, saludar a mi madre. Habrá vino por si apeteces. Quitarme los zapatos. Llenar la copa. Una ducha efímera después. Tocarse despacio como un gesto de amor tardío. Pensar entonces que el amor no puede ser más fácil que dejarse tocar y beber vino tinto. Como asumir un devaneo de notas musicales chocando contra todas las paredes y sus colores. Lo mismo acariciarme las piernas, seguir bebiendo y escribir. A veces asumo mis crueles posiciones. A veces acepto el gran ser de crueldad que soy. Lo sé. Lo sé. No vamos a parar en esa esquina. Empiezo a no sentirme la boca. Lo cual es siempre difícil. Recuerdas esas noches de tirarse en la cama, y llorar. Arañar muros. Vomitar. Gritar tu nombre. Viejos dolores de cabeza. Dejarse caer cruelmente en el vacío inocuo de tus frialdades. O ahora simplemente palidecer. Parpadear allí, en la sombra. Continuar con soledad voluptuosa y alegrarse. Llueve aun, y hay mucho vino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario