sábado, 2 de octubre de 2010





Te preciso de una manera libre

espumosa,
tibia y
tranquila.

Porque también,
hay un camino vertiginoso
que todavía no conocemos.

Te preciso porque me hablas
en el ruido y el silencio,
y me escuchas llamarte
diariamente como el sonido
cotidiano de una ciudad
enfebrecida.

Y la vida se nos hace inmensa
y voraz a nuestros ojos
en la incertidumbre de la nada.

Preguntamos a las paredes
por efímeros reflejos,
pero los vórtices siguen ahí,
desde aquél día, me hablan
haciendo una orquesta de dolores
musicales,

Entonces se abre una cortina
para iluminar el mundo:

Están allí tu cintura y las piernas.

Las nuestras.

Acechan. Esperan.

Logramos ir con los brazos
extendidos
y la posibilidad me resbala
por un hombro,
como un decanto cruel
de alusiones a tu cuerpo

Te preciso con la paciencia
sumergida en viejos adagios
que aun no aprendemos a tocar.

Iluminada y herida.
Sobre el mareo, contigo.
Invocándote:
Te canto,
con la precisión cuadrúpeda
de tu nombre.  

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