Te preciso de una manera libre
espumosa,
tibia y
tranquila.
Porque también,
hay un camino vertiginoso
que todavía no conocemos.
Te preciso porque me hablas
en el ruido y el silencio,
y me escuchas llamarte
diariamente como el sonido
cotidiano de una ciudad
enfebrecida.
Y la vida se nos hace inmensa
y voraz a nuestros ojos
en la incertidumbre de la nada.
Preguntamos a las paredes
por efímeros reflejos,
pero los vórtices siguen ahí,
desde aquél día, me hablan
haciendo una orquesta de dolores
musicales,
Entonces se abre una cortina
para iluminar el mundo:
Están allí tu cintura y las piernas.
Las nuestras.
Acechan. Esperan.
Logramos ir con los brazos
extendidos
y la posibilidad me resbala
por un hombro,
como un decanto cruel
de alusiones a tu cuerpo
Te preciso con la paciencia
sumergida en viejos adagios
que aun no aprendemos a tocar.
Iluminada y herida.
Sobre el mareo, contigo.
Invocándote:
Te canto,
con la precisión cuadrúpeda
de tu nombre.

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