Dejaste de gustarme en un segundo. Es tan
fugaz y quemante tal como todo comienza. A veces me pregunto si debería
considerar reales esos sentimientos. Son muy de la bohemia y sus alcances
ilimitados. Sentir que te quiero al escucharte, sentir que no puedo decirte no,
a nada. Todo eso ocurre mientras se evapora mi cuerpo. Te digo que vengas, ven,
ven, soy un desastre. Nunca lo había sido de tal forma. Je suis ton
cour. Pero tú no lo sabes. Es como esa mirada que nos damos con la boca. Se
mantiene en ti cinco segundos, quién diría que dura más que el olvido. Luego es
sonrojo y pudor en revuelta. También es mi juventud. Ignoro si exista en mí
alguna clase de retroceso. Voy quedándome pequeña, y grande, dentro de ti.
Pero tú no lo sabes. No sé que obtienes de nosotros así. Principalmente de mi
cuerpo moviéndose a grandes oleajes sobre ti. O de mi flagelando diariamente
tus maneras. A medias, debajo de las cosas. No debes preocuparte, todo se irá
así, en un segundo. Sólo lo absoluto prevalece. Lamento que a ti te
encante mi soberbia, a todas horas; es un filoso cuchillo partiéndote en dos.
Es siempre un juego despiadado donde terminas perdiendo. También vas a ganar
cuando me beses. Creo que es bastante justo. Si lo piensas es perfecto para
nuestro futuro. Inexistente. Sin embargo tienes estos momentos donde llegas, y
todo vuelve al principio. Es tan intenso y desconocido que tiemblo. Y me
acuesto con la idea de que el descafeinado no nos ayuda un carajo.
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