Encuentra un motivo. Cualquier
motivo. Bailemos Just in time con Nina Simone. Haz que sea el momento preciso, crea en mí esa
duda insípida. Matemática. Producida. Echo de menos un palpitar que nunca supe
descifrar del todo. Era como disfrutar el voyerismo de venir a este lugar. La verdad es que sólo quiero sentir algo de calor. Necesito sentirme amada. No de la forma en que me ama él. Se despierta pidiéndome que hagamos el amor. Carajo, yo únicamente estaba aburrida. También tú me echas de menos ¿cierto? No me conoces. Pero es como si lo hicieras. Es mucho más real que ese tipo que me despierta con besos y quiere arrancarme la ropa diez veces al día. Tú me añoras. Por eso vienes todos los días. Como si quisieras llegar a mí, al leerme. No es como las fotografías. Uno puede dejar morir al que capturamos. Su futuro no nos concierne. Bueno, no me he muerto. Ni te he olvidado. Probablemente no nos publiquen. Bailar a Nina Simone por estos días no tiene nada de literario. Quizá lo han explotado tanto como nosotros. Qué mas da. Diariamente hay conversaciones en lugares casuales. Sexo. Callejuelas con olores fétidos. Más parias o gente que no sabe ni lo que es. Se muerden la boca mientras comentan que salvaje es el viento. Un pretexto para estar en casa. Paso días en casa. A veces con compañía y otras en el suelo de la cocina. Hoy revisamos la correspondencia
y no pude hacer llegar a nadie lo que escribí el domingo. No es que sea importante, habla de la soledad
y de mis voces. De regalos. Cartas desde Angola otra vez. Nostalgias que me permito sentir solamente por aburrimiento. Imagina que en dos mil ocho todo esto tenía sentido. Era valido nuevamente sentirse profundo y perdido. Podías manejar las circunstancias. El alcohol lo hacía soportable hasta el punto de la relatividad. Qué puedo decirte ahora. Me acosté con quienes me lo propuse. A veces sin proponerlo. Estaban en los cuartos, en las azoteas, debajo del puente, en el salón de fiestas y no querían más que eso. Y una siempre quiere lo mismo. Degradaciones necesarias para tirarte de un edificio. No salir en días. Cambiarte de ciudad cada vez. Just because. Constantemente no siento las horas. Necesito que me corrijan el estilo. Y un trabajo. Es que ya no hay vino. Lo quiero para charlar contigo. Tomar valor para enamorarme lo que dura una canción de Nina Simone. No te preocupes porque ya no soy lo que era. Encuentra la manera. Búscame. Quiéreme. Un motivo. Cualquiera.
lunes, 27 de enero de 2014
lunes, 13 de enero de 2014
Pues aquí afuera del hotel, triste, como siempre.
Mi vida se había convertido en repetir pasillos. Andamios. Corredores, pórticos. Tenis sucios, jeans con mas de dos puestas. La muchachita con la blusa de anoche y de la mañana siguiente. Sin embargo el olor era siempre dulce. Como el invierno; comida caliente, más calor debajo, colación y abrazos. Tomaba un colectivo por la mañana y otro por la tarde. Todo dependía de las despedidas. Días cortos demás. Junto a las plazas. Mucha gente te conoce, no entiendo porque si no tienes raíces. No tienes casa. No tienes nada mas que tus maletas en la habitación. Dentífrico en el baño. Esos jabones huelen que horrible. Es que tienen el aroma de la culpa. No dormiste en casa decente, dicen. A mi me podría agradar completamente esta situación. O podría odiarlo. Pero tenía, antes que nada y después de todo, un romance con nuestras siluetas abandonando el cuarto de hotel. Sombras dejando ese lugar varias veces al día. Desayuno o cena para sonreír y reflejarnos en la cerámica. Dibujitos sobre la comida. Qué tierno. No maduramos nunca. Reírnos con películas insignificantes. Y ese momento de partir. Era un pasillo largo, no había escaleras. Un rostro triste que se cae de la felicidad. La recepcionista ya me deja pasar mucho tiempo. Sin preguntas. Creo que le agrado. Ojalá que entre su decoración de los indios Cherokees incluyera un tocadiscos. Bailaría para ti junto Stephan Grapelli y Django Reinhardt, my stardust melody. Ya me apropiaria de la mecedora y pondríamos libros para que fuese más nuestro lobby que del público. De puntitas hacia las calles que se incendian. Mi vida se había convertido en soles de medio día. Calendarios de Vincent Van gogh, fechado 2006. Travesuras. Y no entendía porque a los veinticinco me seguía partiendo en dos estar afuera del hotel, verte subir al taxi. Despedirme otra vez como una melodía cotidiana y de soledad. Tan absurda, como la retorica de Woody Allen.
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lunes, 6 de enero de 2014
Natalia Lafourcade - María Bonita
Feliz cumpleaños a una mujer que fue y es
siempre
importante para este lugar, y para mí.
Te haces mayor querida mía.
María bonita. María del alma.
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jueves, 2 de enero de 2014
Canciones de mar e invierno
[Volvimos de Veracruz, llenos de música y colores. Y nostalgia]
Quería que supieras principalmente tres cosas. La primera es que extrañaba esta casa como no lo sabía. Lo sé ahora. Son todos estos recuerdos que tenemos. Que hemos construido como la decoración de la casa; y van por ahi colgados de los libreros para tenerlos presentes. Tienen su propio pulso. Si pones atención y acercas tu oreja a las paredes. Es casi un ronroneo donde se acercan las olas del mar y alguien cocina con cariño antes de que despiertes. Ruidos de cocina, juegos de té. Utensilios varios o platería corriente. Y risas. Lo supe de inmediato. Es quedarse apacible, sin movimiento, solamente escuchar. Y es que al final hay un definitivo silencio. Éste, de nuestras maletas, ¿lo entiendes, no? Tiene que ver con los andenes y las lucesillas de la noche donde no decimos nada. Queda melancolía de marcharse interminablemente a no sé donde. Supongo que a veces quisiera quedarme, como si tuviese sentido, como si hiciera falta. Si mi presencia fuese requerida como el agua de día. Pero que fuese imperceptible como la música de las raíces que no vemos pero existen. Con la pertenencia de estar aquí otra vez. La misma fugacidad. Quería que supieras que todo vale la pena porque estaba contigo, y con ella, y con él. Nuestro caos era más habitable, menos expandible. Asumo que es esa felicidad que soñamos en las manos. Eso es lo segundo que quisiera que sepas. Que he sido muy feliz. No me mal entiendas. Lo soy generalmente estos meses de gloria. Es como habernos rendido y abandonar por completo a la vida. O expresamente lo contrario. Ser la vida. Respirar una y otra vez para darte cuenta que por fin es posible ese oceano en calma. Fluir. A la velocidad de una gota de miel por la espalda. Un tema de Neo-clásico o Mark Bradshaw amaneciendo dentro de un florero. La tercera cosa es que, lo siento. Siento todas las veces que hay dentro de mí un tumulto incontrolable de voces y locuras. Es un torbellino aisaldo que sólo sabe alimentarse o matar. Es un fuego. Una caída. Una explosión. Supongo que a veces quisiera cambiarlo todo cuando amanece. No comprendo la desolación en esos segundos desesperados. Entonces necesito dormir terriblemente durante muchos días hasta que sane. Me desprendo de mí. Cambio. Por todo lo demás, seguramente, olvidarás esa vanidad ebria de nuestras tardes y noches. Toda nuestra palabrería se desvanece y volvemos a comenzar. Charlas que duran horas y amanece. Hoy amanece otra vez. En otra parte.
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