jueves, 2 de enero de 2014

Canciones de mar e invierno




[Volvimos de Veracruz, llenos de música y colores. Y nostalgia]


Quería que supieras principalmente tres cosas. La primera es que extrañaba esta casa como no lo sabía. Lo sé ahora. Son todos estos recuerdos que tenemos. Que hemos construido como la decoración de la casa; y van por ahi colgados de los libreros para tenerlos presentes. Tienen su propio pulso. Si pones atención y acercas tu oreja a las paredes. Es casi un ronroneo donde se acercan las olas del mar y alguien cocina con cariño antes de que despiertes. Ruidos de cocina, juegos de té.  Utensilios varios o platería corriente. Y risas. Lo supe de inmediato. Es quedarse apacible, sin movimiento, solamente escuchar. Y es que al final hay un definitivo silencio.  Éste, de nuestras maletas, ¿lo entiendes, no? Tiene que ver con los andenes y las lucesillas de la noche donde no decimos nada. Queda melancolía de marcharse interminablemente a no sé donde. Supongo que a veces quisiera quedarme, como si tuviese sentido, como si hiciera falta. Si mi presencia fuese requerida como el agua de día. Pero que fuese imperceptible como la música de las raíces que no vemos pero existen. Con la pertenencia de estar aquí otra vez. La misma fugacidad. Quería que supieras que todo vale la pena porque estaba contigo, y con ella, y con él. Nuestro caos era más habitable, menos expandible. Asumo que es esa felicidad que soñamos en las manos. Eso es lo segundo que quisiera que sepas. Que he sido muy feliz. No me mal entiendas. Lo soy generalmente estos meses de gloria. Es como habernos rendido y abandonar por completo a la vida. O expresamente lo contrario. Ser la vida. Respirar una y otra vez para darte cuenta que por fin es posible ese oceano en calma. Fluir. A la velocidad de una gota de miel por la espalda. Un tema de Neo-clásico o Mark Bradshaw amaneciendo dentro de un florero. La tercera cosa es que, lo siento. Siento todas las veces que hay dentro de mí un tumulto incontrolable de voces y locuras. Es un torbellino aisaldo que sólo sabe alimentarse o matar. Es un fuego. Una caída. Una explosión. Supongo que a veces quisiera cambiarlo todo cuando amanece. No comprendo la desolación en esos segundos desesperados. Entonces necesito dormir terriblemente durante muchos días hasta que sane. Me desprendo de mí. Cambio. Por todo lo demás, seguramente, olvidarás esa vanidad ebria de nuestras tardes y noches. Toda nuestra palabrería se desvanece y volvemos a comenzar. Charlas que duran horas y amanece. Hoy amanece otra vez. En otra parte. 

No hay comentarios: