viernes, 4 de marzo de 2011

De un bar y sus luces



Alguien sin rostro llegaba a decirte: sí, ella pasó a buscarte, pero no estabas. Tú con la altanería tan propia de tu nombre –y tu país- alzabas las cejas. Luego te acariciabas la boca, te dabas la vuelta, decías que ibas a estar en el bar around the corner. Que no te esperara despierta. Eso. Dos o tres notas. De la otra cosa me olvide, si lo recuerdo te lo digo. Yo me puse a jugar en la acera. Era de noche. Pinte con tiza dos círculos enormes. Luego entré al bar, entonces, todavía ponerme zapatillas de tacón fino era posible. Estabas allí, guapísima como siempre. Ahí todos nos conocen –conocían- y procuran darnos mesas de extremo a extremo. Me traían vodka, llegaban unos hombres. No sé que decían de mi cabello, del escote, que tengo que arreglarme los dientes. Pero sólo abría mi boca para beber más. Claro, hago ese gesto, la enchuecaba para que se largaran de una vez. Pasaban más gentes. Sólo tenía que inclinar mi cabeza, y allí estabas. Coqueteabas con todos. Pero de vez en cuando volteabas la mirada, soltabas una carcajada y otra vez las cejas. Luego te rascabas los parpados. Esos idiotas comenzaban a aburrirte. Después llegaban unas mujeres muy altas, se sentaban contigo, leí de tus labios: sí, y un viaje a Japón. A mí me llegó un tipo muy creído –ya sabes, no me gustan- a decirme que se había acostado contigo, captó mi atención. Le vi a él, luego a ti, te hice una seña; me dijiste con la cabeza que no. Llamé a seguridad. Se lo llevaron. De a poco y de pronto me iba sintiendo ebria. Me conoces ebria, tengo orgasmos con la música, a veces te lloraba en las piernas, hablo mucho –pura pendejada-. Me venían a decir que en realidad si lo hiciste con varios, pero no te gustaban tanto. Y tenía yo que conformarme con eso. Me iba venciendo. Las manos las estiraba y con toda la palma me sostenía de la mesa, el cuerpo me escurría en la silla. Tú te veías cada vez más endemoniadamente bonita y sin prisas. A mi ya nadie me hacía caso. Entonces notaba tus ojos como creciendo en la espera a mi muerte. Ya,  te ponías de píe. Creo decías adiós, te despedías con un movimiento de cabeza, como mandándolos a todos al carajo. Yo no lo sé, esas imágenes de las noches, tal parece siempre las he distorsionado. Igual me pediste un taxi para que llegase a salvo a la puerta de la casa –de lejos unos metros-. O me llevaste tu misma, pero me abandonaste después. Amanecía con lágrimas, vómito y amnesia.  Ya no sabía de ti en varios días. Como que a las tres de la mañana te dispersaste con las luces de la ciudad. Mientras dormía la gracia de vivirme, y me daba tanta risa, que la otra nota decía que me extrañabas. 

Foto: Stolen
by ~instantvoodo

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