A veces relámpagos de odio.
Esta manera de colocarnos detrás de los muros,
como esperando su derrumbe dentro de una caja de cartón.
Una melodía lenta.
Perdón.
[Perdón, perdón]
Luego, nada.
El jazz de los días sin latido.
Una mujer bonita que te besa sin parar.
Y vamos, vamos, intentas cantar.
Llenar hojas de papel con la arquitectura
de su rostro.
O con la de muchas flores.
Llenar una hoja de papel con flores hechas de letras.
Así, a veces, cantar. Llenar la voz.
Pero tienes una voz rota que flaquea,
ha flaqueado varias veces
anoche.
Tratar de construir una tormenta con
el torrente de los ojos.
A veces así, que te callen ‘te ruego que te calles’.
Hacerlo.
Hablar. Y hablar, luego hablar.
No escribir más,
no beber,
no habitaciones,
no retar a las prostitutas,
no recordar amores.
Romper todos los espejos
para no vernos nunca más.
No sé, a veces ya no sé quién soy,
si no estoy descifrándome en las vocales de tu nombre.

1 comentario:
Hoy me entraron unas ganas enormes de escribir poesía (gracias a ti) pero te respeto si, aún, muy grande ofelia, con toda la sinceridad que me cabe en el pecho y cabe ya te digo que si cabe.
Abrazos.
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