lunes, 2 de mayo de 2011

Simple



A veces relámpagos de odio.

Esta manera de colocarnos detrás de los muros,
como esperando su derrumbe dentro de una caja de cartón.

Una melodía lenta.

Perdón.

[Perdón, perdón]

Luego, nada.

El jazz de los días sin latido.

Una mujer bonita que te besa sin parar.

Y vamos, vamos, intentas cantar.

Llenar hojas de papel con la arquitectura
de su rostro.

O con la de muchas flores.

Llenar una hoja de papel con flores hechas de letras.

Así, a veces, cantar. Llenar la voz.

Pero tienes una voz rota que flaquea,
ha flaqueado varias veces
anoche.

Tratar de construir una tormenta con
el torrente de los ojos.

A veces así, que te callen ‘te ruego que te calles’.

Hacerlo.

Hablar. Y hablar, luego hablar.

No escribir más,

no beber,

no habitaciones,

no retar a las prostitutas,

no recordar amores.

Romper todos los espejos
para no vernos nunca más.


No sé, a veces ya no sé quién soy,

si no estoy descifrándome en las vocales de tu nombre.

1 comentario:

Ernesto Pérez Vallejo dijo...

Hoy me entraron unas ganas enormes de escribir poesía (gracias a ti) pero te respeto si, aún, muy grande ofelia, con toda la sinceridad que me cabe en el pecho y cabe ya te digo que si cabe.

Abrazos.