jueves, 29 de septiembre de 2011

Ah ..

"Yo debería escribir...pero me la paso inmóvil escuchando Arabesques y quejándome de mi salud, ahí me disculpan."

domingo, 25 de septiembre de 2011

no sé cómo llamarte



Voy a quedarme muy quieta. El viento soplara con su dirección de norte a sur como siempre. Cerraré los ojos, lloraré como ahora, repetiré tu nombre antes de dormir. Como un pensamiento inocente dulce, y sin reproche alguno. El otoño vendrá y todo cambia. Mi mejor amiga dice que, en todo caso, esto es más cercano a la realidad y que yo soy más que otra cosa, esto. Cartas que se escriben y no llegan nunca. Destellos de luz que se extinguen cuando atardece. Acidez, y un sabor a verde sobre la boca, de recordarlo. Una adicción o vicio, decía. Pero como todo, tarde o temprano, cesa. Tiene que suceder así. A mi no me importaba. No es que me importe de pronto. No es que alguna vez vaya a importarme. Pero hay pulsaciones que se reconocen. Querer ir a ti. La domesticación de mis instintos para agudizar certezas. La intoxicación de mis sentidos para agilizar exactitudes. La corrección de tus impulsos para volver a un remolino ampliamente marcado, y mi palabrería que siempre está demás. Por eso con constancia intento provocar mi mutismo, a modo normalizado de comunicación absoluta. O me entretengo con una taza de infusiones de hierbas. Todo a medida de cosas insufribles y el insomnio, que nos de tiempo de todo. Incluso para nada. Para la nada que tanto tiempo nos lleva. Serán de nuevo esas canciones y las hojas de papel que no entendemos debajo de la cama. Ropa nueva, ya verás. El aire acariciara la piel y abrirá, tales heridas, que me reconocerás como el sonido de los árboles, y cuando sus ramas te derrumban. Y estoy tan quieta. Quieta de ti. Hasta que vamos a dormir y la vida se nos nubla. 


miércoles, 21 de septiembre de 2011

Sobre Pesimismo y Días muertos.




Decimos, deberíamos escribir. Se ha dado el tiempo y la casa está sola. Los perros te miran esperando abandonar el encierro. Pero no. Dentro, cantatas de Bach, un trovador mexicano o Salvador Revueltas, como toda mañana majestuosa. Un guitarrista brasilero también. Y pensamos en el sábado por alguna razón.  Pero ya es domingo. La familiaridad dulce del aire, sí, es verdad. El sábado es dulce el aire, por si no lo has notado. Levántate temprano y sal. Camina a orillas de un lago y aspira. El domingo es igual pero, hace calor. O hace frío. La casa está sola y bebes té. Ella aparece y te da hambre. Es muy temprano para encender las velas. No lo sabes muy bien pero es probable que nadie sepa de tu soledad, que hay, estos impulsos en el brazo izquierdo, una incomodidad. Hay gente que llega a verte y coloca sus dedos sobre la boca. Casi les pides que también comprendan el silencio. Eres un desorden. Quieres que alguien llegué a decirte que eres un desorden tan sólo por venir. Es desear una mano, desear mi vida de campo. Y su abrazo. También su abrazo. Isabel. Ya no mi madre que me odia tanto. Quieres, estar completamente sola con el verde alrededor. Como hace años. La vida te dolía. Y de nuevo eran el té y los cigarrillos. Tu cuerpo desnudo paseándose por una casa vieja. Medidas de la perfección donde leías a Sartre una y otra vez todo para descubrir que existías, y lo contrario.

Ahora tengo un frío clavado en el hombro. Y a veces delgadez líquida resbalándome. Me causa gracia mi perro que se rinde al calor y a la ausencia de mi madre. Y aterrizas en ti de repente con un deletreado destello de paráfrasis y palabras muy mal dichas. Gente te mal mira ante la poca amabilidad de tus huesos. Decimos que atardece y todo se va cerrando. La casa sigue sola. Pero la tiendilla hace el murmullo de un pueblo cualquiera y seguimos solos, solos, sobre todo porque son las cuatro, y ella se tiene que marchar.

 .  .  .
 .  .  .

Lo recuerdo así, la playa, la ciudad despierta y el olor a bloqueador solar. Mis compras en las tiendas de holística, hablar en dos idiomas, sentirme bonita –aunque no- y algunos hombres mirándome. Mujeres que comenzaban a dudar de su sexualidad sólo porque yo se los sugería, y ser feliz con ella. Recuerdo así, lo más especifico del mundo; ser feliz con ella en tiempo pasado, hacerlo todo nuevo. Mi caminar por una ciudad esplendorosa, que ya todo estuviese resuelto, mi tristeza de mañana. Y no lo sé. Eso sucedía otras mañanas que ya nunca tendremos. Me viene también la vida de campo, la vida de campo… la lluvia. Nunca lloverá de la misma manera ni aquí ni en el sur. Y mi desnudez, ni la poesía del calor cuando todo era hirviente. Recuerdo así, hacerle daño y no detenerme. Es que no había límites ni regocijo. Había inmensidad y cartas que se escriben al punto del llanto. Habitaciones. Viajes, personas ajenas y observarse en el espejo hasta que todo se pierde. Hasta que la luz dejaba de ser luz y una flama simple y fugaz en las mejillas. Recuerdo los días muertos así cuando había tiempo para la cocina y no se tenía que encender una maquina para avanzar cada setenta y dos horas.

Recuerdo mis ojos y el sol. Como si ya fuese parte de otra vida dentro de esta vida. Todo es tan lejano y tan vivido que pierde el sentido de existir en espacio, tiempo y mente… casi al instante de evocarlo. Dormitamos la memoria con las imágenes que se repiten como pulsaciones blancas en los ojos, todo vuelve así, con horas e impresiones mentales. Recuerdos tan sentidos que llegan  a revivir soledades, pero igual lloramos, igual dormimos…pero recuerdo el color azul y las sonrisas. Colocadas de tal forma que se amontonaban como besos rojos sobre los labios. Y te enamoras otra vez. 


*La foto, de cuando tomaba fotos. También  lo recuerdo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Beirut - Nantes





Bueno, yo digo una cosa; si moriré pronto o en este año con esto de mi enfermedad  ... sólo quiero y pido verlo. Ya tengo mi boleto ... así que si ven a una tipa solitaria, y llorando a cada rato en el concierto (especialmente en Nantes y Carrousels), el 5 de Noviembre, queridos lectores...esa soy yo. 

Se vale acompañarme y sonreírme, digo, se vale.
 Y qué glorioso morir así, que glorioso.

domingo, 11 de septiembre de 2011

De electricidad y cenizas



Querida Martina;

La electricidad falló por ahí de las seis, y te pensaba. Recién te ibas. Recién me dejabas con el cuerpo abierto, a la mitad. Decía; mi amor escribe sobre las velas una noche, y allá hace calor. Decía; en mi ciudad llueve y en la tuya las entrepiernas gritan desesperadas por un otoño, que parece, no llega entre los días. Miré a mis vecinos salir a mojarse. Son niños, sonreía tanto que no me lo creerías. Veía a mi vecino de lejos, hace años que no me gusta. Y fumaba. Fumaba. Tenía cenizas en las piernas, el cabello desordenado y los lentes. Nuestro romanticismo que nadie puede imitar, resbalándose en mi clavícula, entre mi vestido blanco. Del que tienes la foto de mis piernas bajo la mesa. Al cielo gracias. Por el agua y por todo. Y tenía frío. Quería que vinieras. Ya sabes, a mí la lluvia me pone caliente. Entre otras cosas. Tenemos las contradicciones y a Ólafur Arnalds. Tuve que reordenarme viendo los charcos. Me enaltecían los dedos quemándose al final del cigarrillo. Y no sé. Tuve que escribir sobre ti. Te lo dije. Olfateaba de nuevo mis manos. Ese olor a ti y a mí. Luego bebí té y me encontré esperando a mi madre. Me descalcé para barrer la entrada del negocio. Era tan natural, mi amor, estar así. El pueblo pequeño y el estruendo que no me asusta. ¿Te asusta a ti? Yo besaré tus manos el día domingo. Te he besado tanto amor, y no ha sido suficiente. A veces parece mentira mi cuerpo, los temblores, y los gritos. Los gritos sobre todo. Mi vida que se adhiere a ti. Mis uñas, mi cabello, las costumbres. El rostro que te gusta. Tu rostro que me gusta y demás. Me estoy derritiendo por dentro y llueve, llueve como  el calor que se escapa por donde nacemos. Llueve y la carga en voltios estalla en no se qué postes. Y sigue lloviendo hasta que arden mis pulmones. Como me ardes tú, que me ardes por todas partes

domingo, 4 de septiembre de 2011

Adiós de sábado por la tarde


Te dice adiós dando pasos hacia atrás mientras cruza la carretera. Te sonríe. También le dices adiós hablándole, como denotando un “no te vayas”, pero debajo, disfrazado, escondido. La realidad es que, no quería abandonarte. Te lo ha dicho “nunca voy abandonarte”. La realidad es que tampoco le buscaste por la noche como se lo dijiste. Por eso los pasos hacia atrás. Pero no importa. Ahora tratas de recordar el acomodo de las palabras para que fueran perfectas un sábado a las seis. Pero ya no vienen. Se quedaron allí. Estampadas en el asfalto como, algunas otras cosas, de las que no hablaremos. Quería decirte precisamente el adormecer en tu sonrisa. Todos hablan de tu sonrisa, y tú guardándola, de píe a mi lado. No comprendo tu estar de píe a mi lado como si ya hubieses tomado parte entre la guerra diaria, y que comienza todo a lastimarme como ciclo normal de la vida. Ya te he hablado sobre eso. Necesito tus manos acariciando mi frente y mis cejas, necesito tu gesto inevitable a desordenarme el cabello si me descuido. Y la gente mirando, y tú sonriendo. Decir; ya no sé que voy a hacer el domingo por la tarde. Luego tu voz, segura, resonando en las paredes amarillas provocando un desliz sobre la cara. Yo no sé. La gente quiere poseerte. A mí ya me da lo mismo. Están en los mostradores diciendo “pero yo estoy aquí, estoy… ¿por qué no me quieres?” y mi “no es lo mismo”.  Sobre mi soledad has conocido bastante. Te queda claro el masoquismo mientras piensas en mí, mientras lo dices, fascinarme que lo digas “quería regresar a ti, y ayudarte”. Hemos hablado hasta el cansancio. Y claro. Tu solución es simple. Pero yo no tengo nada, no tengo nada ya ves. Me quedaré en esa estación un tiempo, me observaras vengarme de mí, y he de llorar como nunca. Y no estarás.  Y estarás. Como cuando me dices adiós y no miras los autos en la calle. 

sábado, 3 de septiembre de 2011

Hablar con vos


-          Oye, tú alguna vez... ¿llegarías a odiarme?
-          Eso depende de ti
-           Bueno, es que yo no haré algo para que me odies...
-          Ah pues eso, ya está
-          Tampoco para que no lo hagas
. . .



-          No, estoy solo como Tom Hanks, es mas no tengo ni ganas de hablar con una chica, me asustan
- Y yo? ¿te asusto?
-Siempre quedo como un idiota, porque me tiembla todo ...
sí tú me asustas también, un poco
- Jajajja, me encanta, "un poco"
- Muajajajjaa.
-          








- No Waltz, tu alma no es nada linda
-          Es hermosa y lo sabes, maldito
-          Y creo que tu mente te hace muy engreída, normal
-          Ah si, siempre he sido engreída. Me alegra que lo noten, que me lo digan y asentir.