martes, 17 de enero de 2012

Another message online

[Me topé con que te escribí esto; ¿yo te escribí esto?]


Mi amor es como un ave de papel de colores en el vídeo más dulce que he visto en todo el día.

Mi amor a las dos con treinta, a las seis, antes de dormir.

Querer decirle mucho, pero decirle poco.

Mi amor, y "mi amor sencillo" bajo una luz tenue. Música nueva y un dolor que viene en el vientre, o no lo sé. 

Es más arriba, más arriba.

Bajo el pecho derecho. 

Ah, mi amor no sabe de los ojos que se cansan..que no alcanzamos a dormir lo suficiente. 

Y sí lo sabe. 




Beso a mi amor.

Le dejo una luz a la orilla. Beso a mi amor. Beso a mi amor. Dejo una nota para cuando despierte.

Beso a mi amor.

Beso.

Be.

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domingo, 15 de enero de 2012

De noche


Es extraña la progresión de la noche dentro de la habitación. Afuera también, es como la percepción del vacío girando a la velocidad de una rueda. Como si esto fuese posible. Así tu ausencia, y todo lo demás queda suspendido en arañazos al aire, y me doy cuenta que no estás y estás, en el fluir de las cosas. Sé, que allá duermes y es de noche. Aquí la oscuridad me lo dice. Que allí, es aun más oscuro. Que los animales han salido a andar y hacer sus batallas, dejar sus huellas, y nuestros cuerpos solitarios duermen con toda su humanidad. Allí estás tú y estoy yo. Tú, hermosa, perpetua y mía.  Yo, tuya y solamente eso. Los segundos se deslizan como gotas en medio de un ruidoso silencio donde no estamos. Pero habitamos el deseo y la ilusión que no es sólo un espejismo cuando atardece. Te digo que llueve en las mañanas, que todo se hace pequeño, diminuto, cuando intentamos recalcar los procesos de encantamiento en nuestros ojos. Es notar que la voz en las palabras se hace gruesa, y es como un crujir de dientes al pronunciarnos el nombre debajo de las sabanas. Es observar el reloj, el intercambio de sombras, el avanzar de las sombras y los ángulos y la calidad de la luz.  Sentir mi mano hueca sin tus dedos, es eso, y otra cosa más que no recuerdo. Sonreír se me hace extraño a las cuatro. Comer, conducir un auto, caminar. Actividades para hacer cuando el sol te acaricia el rostro, y no sabes si llorar o dejarte dormir para sentir menos. Sólo un poco menos. Luego la memoria. Parpadeante como un foco. La retención de un olor cuando tú llegas, cuando ella llega, y la incontrolable irradiación del calor dentro, que quema en la garganta y hace trémula la carne sobre los huesos. Y repito las horas como pequeños toques en una rodilla que espera ser besada. La noche llega a mí, casi, imperceptiblemente. Algo se apaga. Pero primero se oprime un botón en algún sitio. Ese botón que me dice que en tu habitación estaba oscuro a las tres de la tarde. Yo tenía la boca inflamada de buscarte los labios. No te conté mi terror a los dientes. Y queda una vibración que sacude mis pestañas, y tú duermes mi amor. Todavía duermes. Sin mí, en un lugar sin mí, donde sin duda alguna tarde o temprano sucede la noche. 

martes, 10 de enero de 2012

Como si fuésemos de agua.


Así suenan los minutos contigo.  Esto sonaba cuando te fuiste.

Domingo, enero 8 de 2012


Si esta fuese la última vez que te veo, te recordaría así; estrenaste los zapatos negros que te compraron ayer, tu cabello largo a tus setenta y tu amor por las faldas. Y, sin ofenderte, cómo pretendes manipulación de las formas más adorables. Algún día, alguien dirá que te escribí mucho, muchas veces. Que nadie –ni yo misma- me encontraba sentido, pero no tenía otra cosa más que escribirte Isabel. A veces tenía el llanto en una oficina, de mañana, a veces la habitación. A veces todos los olores y limpiar hasta cansarme. A veces las expectativas de las vacaciones venideras, a veces. Isabel, me he dado cuenta de algo terrible; no tengo dulzura ni amor para nadie. Sólo estas profundas ganas de llorar por las tardes desde los diecinueve, que no comprendo. Tengo que ir a ti, a tu ciudad de humo, tenemos que irnos juntas y no dormir todo el camino. Aquí sólo soy piltrafas de alguien luminoso que un día fui. ¿Lo fui? Quisiera recordar aquella plática a las tres de la mañana. Me hablabas de que antes no existían los autobuses para rutas largas y tomabas el tren. Me contabas de tus pequeñas alegrías de chocolate. Tu padre bribón, un matón muy guapo del que aun recuerdo la fotografía, antes de que la rompiese mi madre. Y yo, lamentando tu pérdida. Y tu pasado, y tu infancia. Y yo fascinada porque de eso quería hacer una película. Que no he hecho, y no sé si haré. Es que de pensarlo lloro. Ya ves, como si fuésemos agua.

Conservo las luces azules que tanto te gustaron. Las enredé entre los libros y juguetes viejos que siempre voy a tirar, pero la verdad, es que no lo hago. No sé si esto me consuela, no sé si siempre seremos así, Isabel, tan de agua. Como los retornos al pueblo natal. Ya sé que tú no podrías vivir conmigo. Esta ciudad horrenda te desmerece y asfixia. Yo si puedo me voy ahora mismo. Correr tras el autobús como hacía mi perro cuando tú te ibas. Correr tras el abuelo cuando volvía borracho a casa a encerrar a la abuela Carmen, correr. Ah, abuela, no sé qué hacer con mi tristeza. A veces quisiera acomodarla como a esos juguetes. Allí. Contemplarla, de lejos. Y yo que no sé hacer feliz a nadie. O es que en esta soledad no se vislumbra nada. Hay una gente murmurando abajo. Escucho trastos y perros. Y pienso en la cena que ya no me harás, y suspiro grande, demás. Y pienso que no tuve el valor de decirte que no voy a casarme nunca. Y que no sé si me muero mañana mandándolo todo al carajo. Tú deberías de saberlo, siempre he sido un espejismo. Pocos tienen la capacidad correcta para amarme nada más. Y ya no quiero que me amen, Isabel. He sido cruel con el mundo. Estabas aquí y ya no hacía más que recordarte como si no estuvieras. Una melancolía temprana y silenciosa. Ojala algún día perdones mi manera salvaje de ser. Mientras tanto, te beso y te recuerdo. Mendigo por todos los sitios un pedazo de ti.

Verano, espero. Febrero de hospital. Y ámame tú, no me dejes de amar tú.


J.

lunes, 2 de enero de 2012

Y afuera la tempestad.






Los ojos ardían, el cuerpo se movía a grandes oleajes y tu vestido color marfil. Mi bohemia decorativa, decías. La ventana era golpeada por sabe que mañanas ruidosas.

Había oscuridad.

                                                           No sabíamos desdecir la noche.

Tus besos eran presurosos, como aterrizar en mí forzosamente. Y el gran pino de navidad en la entrada del hotel, y tu hablarme de algo que no sabía que era y hasta entonces. Le tenías recelo a la moleskine y a mi chaqueta. Y a mi sonrisa cínica, y a mis celos inoportunos. No eran celos ni palabras demás. Es mi violencia de rebelarme cuando me posees. Escribir, decíamos, es volver. Volver a nosotros, reencontrarnos en una larga carpeta de asfalto (me encantaba esa forma en la que lo dicen en los diarios). Como si existiéramos otra vez. Así cuando la música era exacta, tatuabas aquella trompeta en mi muñeca, la besabas, luego volvías a desvestirme. Había cellos por todas partes. La familia desayunaba abajo, éramos más nuestros. Habitaban sonidos y luces grises nos cubrían todos los huesos. Yo podría haber explotado de amarte. Y afuera la tempestad.


[J, gracías por la música, nuestra música, siempre ...]