lunes, 2 de abril de 2012

Gone




Querría inventar muchas formas de decir “Ella no está” o “Ella se ha ido”. Transita por las carreteras de un México fundido por el sol. Lo hace, no lo hace. Es de noche. Es fácil percatarse que no está. Su dulce peso no oprime el colchón, no huele a botánica de hierbas. No está presente ese picor en la nariz proveniente del talco. No está. Es como si existiera un letrero, una calcomanía por toda la habitación que te dice “No está” ella no está, se ha ido. También tratas de improvisarla, como si al final necesitaras su compañía más que cualquier cosa, como si de verdad su torpeza no te importara. Es que debería darte vergüenza el silencio que guardas cuando aparece. Esa supuesta seguridad y amargura. A lo mejor ella no lo cree, nunca se dio cuenta. A lo mejor tu misma no te diste cuenta. Porque el dolor de ahora no es como el de antes. Es un frío. Ese latido que presientes. Porque ya no existe aquí. Su halo de benevolencia estará en otras latitudes, su cuerpo lento ocupará otro espacio. Otro tiempo. Alguien más le podrá dar besos en la frente que tú casi no le diste. Y siempre parece ser el último. Tienes ese miedo permanente porque no existe la perpetuidad de la vida. Querría explicar el porque de tu llanto, que es estúpido, porque dejas pasar el tiempo y el tacto. Y te parece poco estar así entre la gente, como si te esperara. Como si tuviesen la opción de estar allí, y adorarte. Y no es así. Ella llegará mañana temprano. Un hombre alto la esperará en la misma estación de autobuses de segunda clase. Habrá calor, con una brisa tropical que no podrías creerlo. Todo será verde. Querrás estar allí, y vas a llorar a medio día. Tal como lo haces ahora. Como si valiera de algo. Y caminará cansadamente hasta abrir la puerta. Su casa olerá a café y orquídeas. Tendrá hambre. Luego se desvestirá parsimoniosamente, y una música se escuchará con la cadencia de los árboles. Y será feliz como nunca lo ha sido en semanas. Tomará una silla y la halara hasta el pórtico, el sol será fuerte pero no importará; respirará el fresco aire de sur y cerrara los ojos, tal como lo haces tú ahora, recordando que es casi un sabor que se escurre por la garganta, ese olor. El campo. Con suerte, no sentirá ni un poco de tristeza por si no te vuelve a ver. Te lo ha pedido tantas veces; que vuelvas, que vayas a ella. Que encuentres ese sitio y el balance para no marcharte de allí nunca más. Yo entiendo que no puedes; la belleza de quererse así es separarse una y otra vez, interminablemente hasta que una de las dos muera. Por eso es una melancolía primitiva. Animal. Todo queda en calma cuando en la distancia se sonríe, casi puedes adivinarlo. Está meciéndose, quejándose de la vista, jugando con sus manos. Todos sabemos que no te queda más que tu perro oliendo tu tristeza porque ella no está, se ha ido. No la viste lo suficiente, no llenaste tus pulmones del aire de su voz. Pero ha dejado sus vestigios, pequeños regalos no mencionados y sólo te los hace a ti. Dejó esa costumbre incómoda de volverte hacer creer que eres tan pequeña, que todavía puedes renunciar a verle por cuatro días seguidos y regresar allí, a ella otra vez; aguardando con su mesa de centro. Así las tardes aquellas, eran las más sustanciosas del mundo y tendrías que comprender que se marche, que sea un abrazo corto, que para el viernes ella haya retomado su ritmo habitual. Vaya al templo, apropiándose de un aroma a santidad y cenizas.  Más tarde hará las compras en el mercado, llegará en taxi. Usará falda larga. Tú querrás salir corriendo a cualquier parte porque ella no está.

El hombre se sentará con ella frente a frente y hablaran de ti. Sobre esa mórbida mujer que eres otra vez, y con suerte, aun te seguirá queriendo. 





Praha-In Your Memories


[En la fotografía también era primavera, la dejo intacta]

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