Llegaste
un lunes trece de mayo. Eran alrededor de las seis de la tarde; y me hablaste
tres veces o más, en el día. Te regañé, te dije que manejabas pésimo. Me
reprendieron a mí por maltratarte tanto. Yo les dije cuanto a mí me encantaba
tu carisma. O era la singularidad tuya de soportar mis homicidios. Escucharte
era tu manera de anunciar que llegabas. Espérame,
estoy llegando. No sé si fue alerta de distancias o de orgasmos. Luego lo
arruinamos todo. Claro. A pesar de tu
olor embriagante o la ridícula camiseta a cuadros que pude comer a dentelladas.
Uso lentes Ralph Lauren y tú Prada. Y todos decían de pronto que debíamos quedarnos juntos. Pero yo te olvidé durante muchos
meses de muchos días. Incluso cuando sonaba In
a sentimental mood. Normalmente logro olvidarme de todo. Es fácil una vez
te has desprendido de nimiedades del existir. Del orgullo, de la maldad y hasta
de la inteligencia. Cuando te alejaste del ruido de la gente. Puedes decir una
y otra vez “no soy”, “no existo”. Luego callar. Apartarse de todo. Es posible.
Si has obviado las leyes de convivencia social. O retado el concepto de
estoico. Tengo estos pensamientos. Logro extender los brazos cuando las paredes
se amplían a la vez. Vuelven esos vórtices. Como ventanas huecas a no sé qué
jardín. Todo esto es posible dentro.
Afuera. Lejos. Pequeños engranajes llevando el peso del universo. Repitiéndome.
Imagino que tú me olvidas también todas las veces. Sobre todo cuando piensas en ella. Siempre hay una ella. Sin embargo tienes el cinismo suficiente como los demás. Te he llamado casualmente. Sin esperarlo. Como todo aquél que necesita del otro, o necesita de ti. Como yo necesito de ti. Preguntarte cosas. Requerirle la voz. Repetirme en tu voz como un trece de mayo. Grave. Estentórea. Sin final. Con el eco más largo. Como el fémur en tu pierna. Hoy te he escuchado con ese delirio húmedo y casual.
Imagino que tú me olvidas también todas las veces. Sobre todo cuando piensas en ella. Siempre hay una ella. Sin embargo tienes el cinismo suficiente como los demás. Te he llamado casualmente. Sin esperarlo. Como todo aquél que necesita del otro, o necesita de ti. Como yo necesito de ti. Preguntarte cosas. Requerirle la voz. Repetirme en tu voz como un trece de mayo. Grave. Estentórea. Sin final. Con el eco más largo. Como el fémur en tu pierna. Hoy te he escuchado con ese delirio húmedo y casual.
Y
tú mintiéndome porque dices me esperabas.
Y
casi tengo la debilidad de creerte el hipnotismo como un trece de mayo.
[...]
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