viernes, 27 de junio de 2008

Seremos nunca



Luego vienes desesperada. Conmigo y sin mí. Y yo sin mi también, o alguna cosa enajenada de ser nadie. Después vengo odiándome, y con todo eso llega mi madre a odiarme aún más. Y nada es eso, qué es eso, sino nada. Acá, los días van mordiendo peldaños. Licor, cerveza, vodka, cigarro, la vida que arde. Luego te dicen que el mundo es así, que si tu cuerpo imperfecto y los dientes torcidos, o imposible quedarse en el polo sur una temporada. Alejada de ti y de todos. Nunca seremos vestigios del gran emperador, ni huellas, ni hastío. Seremos nunca y nada más. Pero luego yo vendré con la angustia fundiendo mis ojos, y las manos, cualquier situación que caliente una cama muy fría. Correré, correré por las orillas al final de la ciudad, de nuestra ciudad sin dueño. Miraré tus ojos, comeré tus ojos y lo que no existe. Y voy a cansarme de ser nadie, de ese nadie enfermo que es ser yo. Sobrevolaremos el bosque mortífero donde jamás danzamos, ni tragamos lluvia, ni nos masturbamos con las manos de la lluvia, o lamimos los pezones de las hojas. Es tan fácil darse cuenta que, tenemos nada. Cansado es, no contar las esquinas donde no nos vendimos a ciento ochenta pesos, por sentir nada más un poco, solamente un poco. Castigar al dolor con sangre. A carne cruda. Y eso es horrible, ofrecerme es horrible. Sentarme no es justo, o que me arañen las piernas con aires de que “aquí es de otro tipo de talón”. De talonear. Luego tú vienes desesperada sin saberlo, a tocar fuertemente mis puertas. Me dices desde allá cuánto detestas que sea yo, eso. Aquello infame que es ser yo, carcomiendo los instantes donde guardas silencio. Y yo lo sé, pero también me vuelvo silente. Como Chaplin y El chico. Hoy imprimí una foto de ambos. Sin ellos. Te digo que sin ellos en realidad, por que ya no existen. Pero las fotos siempre serán las fotos. Tener lo ausente. Nosotros entendemos las fotos, y las cámaras, los flashes, cualquier mísera realidad que pueda tenerse por un segundo, o dos, o tres, dependiendo la velocidad. A lo mejor tú no sabes de eso. Pero yo si. Yo sé por ejemplo de cuando vienes como desesperada, o estás desesperada y no vienes. Exhausta de odiarme hasta el tuétano. De callar, de los momentos incómodos o de los nervios. De lo tibio que se siente allá abajo si me piensas así, como soy yo, lo que sea ser yo; mirándote de una manera redonda y sin tregua cada uno de tus lugares vergonzosos. Viviendo desnuda, donde te enjuagas el vientre. Rindiéndote, conmigo, sin mí; cuando ya ha pasado todo el tiempo que hay que ocultar bajo una falda. Luego cruza el desdén, la calle , nos olvidamos. Olvidamos como es eso de sernos nadie. Decir ella es nadie y no sé donde vive. Ni donde duerme, ni con quién se está matando las ganas. Y la ciudad va, nos sobrevive. Las luces nunca son iguales cuando se regresa a casa, no sé si lo has notado, tú, que no eres nadie. Jamás y nunca, serán iguales. Pasa, que tenemos el descaro de sufrirnos y yo de trazarte soberbia, así, como desesperada. Y quitarme del camino.


viernes, 20 de junio de 2008

Well it's been a long time...





Hablar seis y treinta tantos minutos no es suficiente. Pero es lo justo. Para escuchar tu voz de menta. Amar dulcemente tu respiración agitada, dejar ir mi risa torpe, sentir el sudor en mi frente y desde acá, tocar el tuyo. Y es como escuchar a Zach Condon de lejos. El otro día me imaginé como suena esa canción a tu regreso. Cuando me encuentres en cualquier café de la capital y yo te canto. He llorado mucho frente al monitor y no le dicho a nadie, tampoco tú se lo digas a nadie. Entonces te llamo cuando todo en el interior de mi cuerpo sufre un ardor interminable, desde hace días, noches, horas asesinas. Hablarte cuando más te amo, es poner muy alto Nantes de Beirut como aquél día. Decirnos “cómo estás…” y fingir que no es un “te necesitaba tanto”. O un franco y lascivo: quiero morderte la boca. Sólo te digo que estoy trabajando, que tengo que colgar deprisa, la gente no me gusta. Cosas así. Pensar, después de un “gracias por llamar…”...un "es que yo soy completamente tuya”. Y todo el tiempo es well it’s been a long time, a long time now…since i’ve seen your smile. Y no pueden quitarnos eso amor, ni tú, ni yo… ni nadie.

jueves, 19 de junio de 2008


Me pregunto por qué no vienes. “Yo no me tomé esas fotos para alguien”, pienso, me estreso, ellos no van a saber. Hoy voy a estrenar el broche negro para el cabello, el que me costó $12.95, y todo será tan fracaso hoy y mañana. Me siento triste, rara, tú sabes cuando me siento triste y rara y te hablo. Y no te llamo. Te busco sin más en las orillas de mi boca, naufragas en mi boca mientras nos pienso, en una singular posición de vacío de la que no nos cansamos. Me muerdo la boca, somos verdugo y prisionero. Sangre y humedad de prisioneros, ambas. Somos hambre y famélicas bocas.
Me pregunto por qué no vienes y no me respondo. Engendro mudez dentro de este cuerpo frágil al cual se le vienen encima los años. Tenemos años de no vernos. Tenemos horas sin saber dónde se está. Hay tanta espera sobre las palmas de una mujer más que muerta, ida. Fuera, como afuera de su vientre y de su estómago. Esos hombres preguntan demasiado. Que quién eres, de dónde eres, cómo te llamas. A dónde vas. Esos hombres no saben nada. Quieren saberte para sabotear lo que has logrado, quieren permanecer quietos para tener suerte a tu demora. Pero yo vuelvo a buscarte en la orilla de mi boca, disuelta y con los huesos perforados por mis dientes. Mis dientes expertos en tu piel que huye de prisa. Cansados, de morderle el sexo a la nada. Sin aristas, o volumen al tacto. Me pregunto por qué no vienes y los labios se me hacen grandes de todos lados, quieren ocupar un espacio ya raído y ambulante. Tienen la lujuria de caminar sobre otras sombras curvas a media tarde, cuando el sol se aleja despacio, yo miro al suelo, mis zapatos, los pies de ellas y me pregunto por qué no vienes, todos me miran con misericordia, a mi se me muere la boca, por qué tú no estás, o no apareces.

martes, 17 de junio de 2008

Recado (dos puntos)




Amada Stephen Crown:

Quiero decirte que estoy muy contenta. Hoy fue un día de la puta madre, pero te vi varias veces y eso me sirvió mucho o fue simplemente “genial”. Tú dirás que le doy importancia demás a muchas cosas, que ya no me bañe tanto, o discutiremos sobre las diferencias al amar, de mi dolor encarnecido, la cantidad de lágrimas que rodaron hoy. Pero has venido, me has esperado. Y yo te amo más todos los días. Nadie entiende, amada, nadie. Hemos tenido días de gloria, lo sé, tú también lo sabes. La distancia nos hace bien, y esa ausencia de la que tanto te he hablado es tan sana. Por la mañana llovió en este pueblo chueco. Escuché demasiado tango, que de nuevo me siento argentina, sin ánimos de molestar. Salí a mojarme, pero es tan perra la vida que en el momento que salí, paró un poco de llover y yo hasta me había puesto ropa “playera”. Esas son mamadas contra mi libertad. Me duele el trasero ahora, quiero irme a la cama, pero el temor siempre eminente me detiene. Ya terminó Amores perros en la TV, no me gusta tanto, pero esos perros sí, “el chivo”, el deseo de ser indigente. Te hablé de eso hace rato. Pienso en dejarte esto aquí, hablarte, sin pretender nada, olvidarme de mi misma y sólo contemplar mi foto nueva – donde te ríes tan amablemente, cálida, sin miedos -, a lo mejor y rezar un poco por qué nada te pase de aquí a que yo vaya, como si supiera hacerlo. No sé, amada Crown, quería decirte todo esto, que me encuentro con calor interior por llamarte, por estar acá, por decirte cada día con más seguridad que te amo. Que esto que hemos plantado crece enorme entre la tierra a la que llamamos hogar, nuestro hogar enrarecido. Ir, sólo ir, me abraces mucho mientras -interminablemente- sufro por dentro, aquella cosa que tú sabes. Amada Crown, lo importante ahora que es que estoy muy contenta, como si ya estuvieras, como si yo estuviera allá.

jueves, 12 de junio de 2008

"Painfully tie to you"


Voy hacer de cuenta que no sucedió nada. Necesito encontrarte hoy otra vez, encontrarte como a una moneda casualmente. Y espero de nuevo, eso, o lo que sea. Esperar, sabes que a mi me gusta esperar. He dejado el cigarro y la cerveza pareciera, en estos días es complicado sentarse, aclarar un poco mi cabeza, mirar un punto fijo. Estoy deliberando el futuro del cine mexicano como si de mi dependiera. Como si lo que dijese importara al gobierno y a todos los demás. Sé que igual debo hacerlo. Pero hoy necesito encontrarte otra vez, por qué día a día toda la soga se hace más corta. O no sé. Ayer me subí al transporte a las 3:07 p.m., tenía alrededor dos extraños mirándome con un desdén conocido o quizá no me miraban, y yo pensaba y pensaba “de nuevo es tarde” y en todas esas cosas que me has dicho desde tu mente y no desde los dedos.
Estábamos tristes a esa hora. Tú allá y yo acá, pensando. Lo sé. Y queremos salir, no quería el partido a las 7:30 p.m., ni un “muy bien, te ha quedado muy bien”. Quería entender las cosas que no me dices o que me doliera menos mi elección. O tu elección. Dejar de escuchar atenta a k.d. lang cuando dice, “now that you’re gone maybe i wont feel so sad”. Por qué voy en el auto y la gente va también con sus graves voces y su sueño, los celulares, el calor, y yo no entiendo nada. La tarde se vuelve inmensa a través de las ventanas mientras viajamos. Pero, voy hacer de cuenta que no sucedió nada. Para no hacer más ancha la herida o más desdichada mi suerte. Tú no me has dicho lo que sea que hayas dicho. Todo lo demás siempre son conjeturas mías y delirios, o desvaríos. Siempre. Cómo puedo vivir si tú no estás. Has notado – mi amor – ¿qué vivimos atadas a algo que nunca viene? Tú harás de cuenta, como que no pasa nada.

martes, 3 de junio de 2008

Heridas


Siento, como si fuese
a llorar mucho y tú
no sabes.
Estás lloviendo sobre
otras cosas: violines,
pianos, hombres
o yo que voy a saber.
La soledad es ambigua
en estos colores,
un tema de Piazzola
o la mugre que teje
tu ausencia siempre
beligerante.

Y para consolarme
escribo un poco.
Nada nuevo,
la misma mierda, pero
igual, como esperando
a que pase todo esto,
que nos culpa y aún
nos sobrevive cada mes
y de pronto cada año.

Voy a guardar esas silabas
de cuando callo nuestras
verdades inconclusas.

Así, quizá y olvido,
esa lagrima que se desprende,
como una gota de sangre desde
mi eterna herida con tu nombre,

como una infección de odio,

que no termina nunca de sanar.