martes, 24 de marzo de 2009

Weekend after you, or it, whatever

Supongo que esta imagen de mí, tendida sobre la cama, llorando, haciendo muecas de dolor justo después de ver de nuevo “Modigliani”…no es más que una imagen típica. E intento no repetir (y repetir) las frases de Jeanne “Quiero que lo sepas, quiero que lo entiendas, perdóname, por favor…” O querer reclamarle a Picasso sobre su vida “llena y sustanciosa”. Porque en realidad, sólo me agrada un poco el periodo azul, la mujer flor…vamos, que el cubismo no me sensibiliza. Ah…de nuevo todo es tan típico. No es una profesión, ni un privilegio, ser, estar, ser, estar. Siempre, en partes desiguales sobre el colchón viejo, y dejarse caer para que sufra, sufra y sufra tanto. Hasta convencerme de que esto es totalmente normal. Ver más de quince veces una película, y llorar, llorar…Volver a llorar.
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Desde entonces no he tocado más el libro que siempre huele a ti. Aunque perfectamente sé que no es otra cosa que la magnifica realidad de tu aun palpable existencia. Tu existencia en mi librero. En la música del siglo XIX. Y en todas las pequeñas cosas con sabor agridulce y añejo. Hará unos meses tuve noticias tuyas, y no hice más que reír, eso, y todo el día. Me senté por horas en la silla acostumbrada. Tenemos esta inexorable forma de vivir a través de los ojos. Te lo expliqué muchas veces. Fue como el primer día que conversamos. No te miento si confieso: extraño a veces esos días. Días de fotografía. Días de café y cigarrillos a las cuatro de la tarde. De esas épocas donde estuve cerca de comprender como era vivir dentro de mi cuerpo. El desgastado. El torpe. El doloroso. No hacía más que resignarme a que la gente no me agradará nunca. Tú más que nadie lo sabes. Días de amigos. No tenía que preocuparme por las situaciones de ahora. Y quisiera contártelo todo. Ya no voy a pedirte que vengas. De sobra sé que no lo harás. Y supongo que tampoco lo necesito. Una cosa es clara: sucede que he intentado de alguna forma, remplazar la ausencia de tus días. Pero por supuesto que “desde entonces” he llegado a la conclusión de que es inútil. Nadie es tan prosaico como tú a la hora de escribirme, ni tampoco tan complejo. Por lo tanto, tampoco tan poético. Así que en noches como esta, uno sabe de esas cosas. Al menos trato de escribírtelo fuerte y claro. Ya no pido que vengas. Si acaso es el libro que se posa atolondrado sobre mis piernas. Y no puedo fumar más. Ni besar ya mis paredes. Mi casa es la misma has de saber, todavía así, no me has escrito. Por eso tengo tristeza sureña ahora, y desde que sé que no vendrás, que no vienes, qué sin duda no vienes…no hago más que huir de los aeropuertos…
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Recibo una llamada la noche de viernes. Eres tú. Quieres saber si estaré libre el domingo después de las doce. Preguntas “¿cómo estás?”. Yo te doy mis respuestas usuales “Tú sabes, no sé, si estoy viva para entonces, claro. Sí”. Y lo estarás, ¡tienes que estarlo! .. “si, bueno..je ne sais pas, todo depende de la noche de sábado”. Luego, me llamas el día pactado. Ahora dices que estás enferma. Para entonces ya he decidido ir, mas tarde, claro. Los domingos siempre tienen un pedal qué para o sigue. Depende del clima. Un domingo caluroso no es más que una tortura depresiva si no hay playa o lentes de sol. Pero si llueve, si las horas se prestan, si hay té, cigarros…y tu olor, tu cara enferma, la cama de tu madre, bueno, seguro algo podríamos hacer.
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Despierto: Todavía puedo soñar contigo. Puedo tomar mi cuerpo y colocarlo a orillas de la cama, garabatear un abismo entre el suelo y mis pies. Y soñarte. Soñarte como si aun estuvieras, o estuviste antes. Y sé que nunca será después. Aun puedo encender el televisor. Decirle que no al porno. Apagarlo. Arroparme bien bajo mis sabanas. Morderme mucho la boca como nuevo gesto adoptado. Verás, procuro explicarme toda esta situación. El por qué soñar contigo cuando diariamente no hay nada que me recuerde a ti. Pues no hago más que vivir como dice la gente que se hace. Tomar un transporte. Escuchar música y no ver a nadie que no sea del sexo femenino. Sonreírle a esa mujer, al hombre, a la nueva psicóloga. Qué es tan personal, si yo lo quiero. Sin embargo, despierto día a día a la misma hora, tarde, como hoy, domingo, y me repito, muy egoísta: “todavía puedo soñar…” (Si pongo “contigo”, rima, y sabes perfectamente, que no me gusta rimar…).

2 comentarios:

DEARmente dijo...

Lo que más me gusta es el estilo, por encima de otra cosa, el estilo. Esque nunca lo pierdes, ni cuando es prosa, ni cuando es verso, ni cuando intenta 'no ser algo', ni cuando 'intenta ser algo'... es muy interesante eso.

En mi caso, se me hace muy dificil.

No voy a decirte que "me gustan tus letras" porque eso lo sabes de sobra; voy a decirte que no me gusta cuando no estás por mucho tiempo.

Solamente.

Acuarius dijo...

luz..