Veracruz, a 19 de enero de 2010
Mi corazón:
Te escribo a las nueve de la mañana. Hace frio en esta casa hacia el sureste. Es cruel a momentos, como la piedra helada entre monte muy espeso. Ayer vi una película sobre un “bosque maldito” y tuve miedo. Hoy voy a mandar unas cartas, tú sabes, las pendientes. Pero tú eres mi corazón. Y por las mañana, cuando todos andan arreglando, procurando su vida, pongo agua a calentar para bañarme o para el café y te pienso. Debes estar en cualquier clase sobre profundidad y vacío. Líneas rectas o curvas. ¿Me sientes allí? Mi corazón, te extraño. Aquí lates todos los días, a veces apenas, como durmiendo. Las emociones descansan de tanto vivir.
Estoy preocupada por mi vista. Mis ojos se esfuerzan y ya no ven perfectamente –como antes- a diez metros. Estoy preocupada porque ¿qué haríamos tú y yo sin ojos? Qué haríamos sin los colores y sus formas. Mi corazón, serías entonces tú, ¿mis ojos? Mis corneas, mis retinas, ¿el globo ocular?
Sólo estarías en mi cuerpo, grande, como tu risa. Viajando a gotas, de extremo a extremo. En la fiebre y en el llanto.
APARTE
Mi corazón, hace poco llamó mi madre. Me preguntó por el desayuno ¿desayunaste ya? Debes corazón, debes comer bien por aquello de tu estomago y las enfermedades.
Me enteré por los medios más indiscretos que cumpliste años con tu amor. Te felicito. Ya sé que no lo necesitas, pero igual. Cuídalo mucho. Aliméntalo diariamente. El amor es un niño que hay que procurar llegué a su madurez. Entonces uno se siente enteramente feliz, y también grande.
Y cuídate tú, demasiado. Yo te quiero viva, al menos hasta que yo muera, porque después nadie tendrá la indecencia de informarme. Me despido querida, no olvides: Te pienso diariamente. Estás aquí, corazón, roja y poderosa como sólo la sangre. Mi sangre.
Hermana mía (Narniana).
Ofelia Waltz
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