domingo, 3 de marzo de 2013

Bluc




[Sí, también] Eras parecido al frío un día martes. Andrei Machado tocando glaciares azules dentro de un vaso. El martes llovía. Se hacía tarde. El devaneo en autobús tan lento que cabían rieles allí, como todas las palabras en tu oído. Las gotas contaban la espera inexistente. Y el sol, arriba, en algún lugar pero arriba.  Mis ojos abriéndose y cerrándose. Las miradas de los otros sobre mi cuerpo. Qué no es como todos los cuerpos. Qué tibia la fiebre de desvelo en mi rostro. Qué mentira decir que te buscaba. Qué he llegado hasta aquí para verte. Qué mi manera usual de ser no es así. Es más inhumana. La gente no lo entiende. Tengo continuos juegos y pirotecnia esperando explotar. Pero no me has visto. Tenía aburrimiento entonces. Es que tampoco te lo he dicho. Últimamente me falta concentración. Es como decir que ya no se me nombra con esa furia de andante. Alguien de pronto envía una carta instantánea diciendo “te espero”. Y algo se rompe a las cuatro de la tarde. Es como estar sin manos a momentos. Ya no hay dibujos ni besos. Es una náusea. La totalidad de vacío en un contenedor. La búsqueda de un abandono que arde desde abajo. Porque no llenamos la calma con este silencio.

Y no estamos.  Y no somos.

No nos pertenecemos. No sé describirte todavía. No sé llamarte para que vengas. Con una exterioridad de la vida aun desde mi interior. Como un hueco. Como sombra o manteles limpios con sus bailes al viento. Es como ver el jardín desde un espejo. Y alguien se cepilla el cabello afuera. Recitan poesía del siglo XVI. No hay actualidad en estos sueños. Luego vuelvo a mí. Aterrizando. Hay imágenes que se pierden como suspiros en el aire. El martes llovía así, como el domingo. La electricidad falló varias veces. Y tú no lo sabías. Una nula permanencia de ti en estas paredes. La casi percepción de tu aroma en estas sábanas. Pero el frío. El frío sobre todo. Debes aprender a verme. A adivinarme. A transgredirme. Debes reír. Hallar esta profunda herida que es mi nombre en tu boca. Es como una sordera pronunciada suavemente en tus labios. Me dices de la locura y yo sin creerte, estas limitaciones tienen lo mismo de pragmático que nuestra suerte. Pero no tengas miedo. También eres parecido al calor. Y a la luz que tanto amo. Te pareces al sol un sábado cuando era niña. Entonces podía saber con el olor del día que ciertamente era sábado. Una dulzura nos calaba la garganta. Era suficiente saber de esa dulzura para comenzar a vivir.

[Sí, también]

No entendemos estos juegos. Estos ensayos son mortalmente exagerados. No me escuches aun. No dejes que me acerque. Ahora suena algo de Dakota suite. Es un millar de tormentas en la habitación y mis ojos fijos sobre superficies planas y blancas. No para de llover como un verano de humedad vivaz. Aprendemos a pronunciarnos, casi me duele rematar. En el frío. En el frío sin ti, sobre todo.  

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