viernes, 17 de mayo de 2013

Juegos sentimentales parte 2


Los días pasarán, otra vez, imperceptiblemente. Estoy intentando olvidar ese placer mío que obtuve desde tus ojos. O al ver tus ojos a través del cristal. Esa posibilidad turbia de la noche. Ya sé que él te ha preguntado por mí, y que no has negado nada. Es como si la presencia del tacto siguiese vigente aun sin existir. Como si nos escucharan de a poco esas risas que intentamos un día.  Tal vez es porque sabes que él también me quiere, y no podrías ofenderme en su cara. Pero no lo sé. Si la frialdad tuya es relativa a la mía. Espero que sí. Que todo lo hayas aprendido el lunes, de golpe. Que te hayas sentido tan mal al ir a la cama. Casi triste. Desamparado. Estos juegos sentimentales son únicamente de esta forma. Y yo pensando que había dejado atrás la crueldad hace años. Ahora todo sería más fácil, más sencillo. Tenemos la edad suficiente para abrirnos a la vida y los deseos. Caminar en soledad y sin preguntas. ¿Sabes cómo? Era un calor mientras buscaba no sé que cosas frente a él. En el auto. Pero ya no entendí muy bien esa mañana. Decían que sólo venías a despedirte. Ella lo dijo, mi amiga. Dijiste en alto mi nombre mientras te daba la espalda. Como si no quisiera voltear y decirte; ven, anda, lamento lo de la cena. Tuve dolor de pecho por dejarte allí. No me malentiendas. Siempre rompo las expectativas. Soy un ciclo de derrotas continuas.  Tengo la tonta idea de que ya lo sabes. Que no necesito repetírtelo cuando vuelvas a casa. No podía quedarme todavía. Me habita un pánico de niña por la libertad. Las habitaciones de hotel. Algo que me recuerda que mi futuro no es lo que soñaba. Nadie lo sabe. Pero me crece ese ardor o el salto del cuerpo cuando suena el teléfono. En una de esas eres tú. Con ese acento adulador de centro del país. Luego me nublo donde todo suena, menos aquí, a mi lado. Un ringing que lo hace todo eterno en un segundo. 

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