“Recuerdo bien tus ojos”,
escribiste. Se lo dijiste a él como si yo ya hubiese dejado de existir hace
tiempo. Era un poco verdad. Aunque ya sé, toda verdad es absoluta porque si no,
deja de serlo. Digamos que ya había dejado de existir hace tiempo, y aunque era
sábado, y yo cantase lo que fuese, “You’ve changed, the sparkle in your eyes
it’s gone”, tu boca roja no era mía sino de él. Aunque recordarás bien mis ojos
o mi crueldad de las seis de la tarde. O
si yo te contara sobre aquella lectora que me lo dijo muy cerca “me encanta lo
que haces”, que le respondí - y exactamente qué es lo que hago; - Escribir,
claro. Cómo lo haces y por que lo haces. Y yo me paré y me fui. Ahora me
lee en secreto. Pero le cuenta a la gente que soy muy engreída cuando nunca voy
a ganarme un premio. Qué no soy nada
guapa y no sé qué otras cosas. Tú sabes que miente, sobre lo del premio, claro. Tú como nadie me leíste, y te revolcaste
entre mis palabras para que te tocase al menos ese desprecio. Supongo que era
más para encontrar un motivo o un camino. Ya sabemos que no vale de mucho, pero
para nosotras fue el mundo. Una sonrisa o la palabra “each” de My funny Valentine. Y es que nadie
entiende eso por estos días. Por la tarde de sábado, hoy, alguien hurga en mis
palabras y busco algo en la nevera que no encuentro. Es como esa desazón de tu “recuerdo bien tus
ojos” ajeno. Como si yo te quisiera todavía, imagínate. Un frío sobre la cara en pleno verano que
termina por destruirte los pulmones. He vuelto a fumar, es un ciclo de
destrucción incontrolable. En la oficina no puede irme peor o mejor. Me topo en
cada rincón con que hay vida lejos de ti, lejos de todo, pero de todo. Con sus
olores y sus miradas de adultos que me desnudan en segundos. Quiero correr.
Quiero escapar de todos ellos. Es inútil adaptarse a la vida para sobrevivir.
Hay momentos como ese crepitar en tu voz de despedida. Recuerdo tus ojos. Los
recuerdo porque no eran del norte o del sur. Ni de occidente u oriente. Tenían
una oscuridad inmensa a la que tenías que saltar y caer dentro indefinidamente. Que tú no eras
de ningún lugar. Y luego los demás murmurando que yo tampoco. El acento francés
era de mi abuela, pero no. Probablemente
hay un sello de extranjero implícito en cada acto. Es realmente un hambre
insaciable de algo que siempre desconozco. Quiero cantar hasta quedarme sin
voz. O que haya demasiada luz para quedarme sin ver, y luego que suene tanto
una trompeta para no escuchar más. Hablo
de ti por la mañana que tuve. Quería un sábado de ventanas y besos. Pero ya del
amor no sé mucho. Tampoco lo supe cuando estabas tú. Empiezo a creer que todo
es como la música que amo, y vivir sucede allí. Todo cambia. Ella lo hizo. She´s breaking
my heart.
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