viernes, 5 de diciembre de 2014

"En mi casa no hay nada prohibido, pero no vayas a enamorarte"



No sé tú, pero pareciera hoy, miércoles, con el sol arriba, que sucedimos hace tiempo; como una bandera que ondea cierto día de abril, y  después llueve, y un país se corrompe o entra en guerra. Estaba planeando dejarte marchar como si fuese posible que la tarde transcurra desde unas pestañas grises, y si dentro de cada día existiera más luz en las calles, y si ya no pudiese advertirte desde el principio. Y que tú me creyeras.

Ya no tenemos corazón o sitio de taxis en madrugada. Se derrite en grietas, como charcos de ambosY ni los niños tienden a jugar con el cuerpo tuyo ni por curiosidad, cuando amanece. Te disuelves en imágenes no capturadas minuciosamente por vagos, quienes pudiesen tener más amor en las venas que tú. Vertidos en alguna medida de ginebra y tú en cerveza o regaliz, o la cosa dulce a la que olías. Todos estos momentos inconclusos: Desnudez porque sí. La desnudez sin motivo es la peor de todas. Es luz matutina que baña los ojos. Por ejemplo, tú, caminando en bóxer hacia la ventana,  con lo bonito que te veías. Y ya casi no interesa ser tan ajenos. Me gustaba la idea de construirte un templo o una casa. Algún lugar, donde yo pudiese ser sencilla, hablarte, leerte, quererte imitando una necesidad rutinaria. Quiero decir: como un pretexto ante tantas bocas o manos sobre nosotros. Antes y después de nosotros mismos. Ni yo lo entiendo, ya ves.

Haré una apología sobre mis actos solamente para prolongar la huida. No recordar el mutismo mientras te escurriste por las escaleras. Tiene sentido echarte de mi casa a las diez de la mañana. Decirte bajo las sabanas: A ella la quise mucho, y aun la quiero, pero lejos. Abrazarte porque era un adiós definitivo, en el baño; significaba la permanencia de tu piel en algo más que en mi cara. Tu calor en mis manos. Desearía que recuerdes que te advertí desde el principio, bromeabas pronunciando el temblor repentino en tus piernas. Mi crueldad le es fiel al tiempo. Y no me creías. Siempre tengo el gatillo esperando jalar. El borde de mi cuerpo como un abismo donde tienes que saltar para salvarte.

A veces no se salva nadie, ni la soledad de volver a la habitación sin ropa. Sin ti. Sin la esperanza de nuestra autonomía dolorosamente libre.Estaba planeando dejarle el trabajo a la coincidencia de los bares en diciembre. Que regresáramos el cassette como no haberte dicho nada sobre mi pasado o mi violencia febril, poderte nuevamente advertir desde el principio, y que me creyeras. Y que tú volvieses a ignorarlo.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Mi mamá dice que moriré sola.

-          Si me acuesto con la pareja de alguien, quien es cercano a mi familia, incluso de mi familia, o simplemente alguien importante para mí, un amigo, no sé… ¿Eso me convierte en mala persona?
-          Depende.
-          ¿De qué depende?
-          De tus intenciones.
-          ¿Cómo hace eso la diferencia? Lo hiciste y ya, es un error. Una traición.
-          Hay gente que se acuesta por mera inocencia. O por lascivia.  O porque puede.
-          ¿Por inocencia? Eso es bastante indulgente ¿no te parece? Por lascivia, bueno, eso lo entiendo. Desear sin detenerse, sin analizar bien quién es la víctima. Porque hay situaciones privilegiadas. Momentos perfectos.
-          A veces son pruebas. Si las pasas, pues, eres otra persona. ¿Te ha pasado?
-          Sí. Creo que soy bastante inocente si quieres verlo así. No sucede mucho más que besos, tomarnos de la mano, estar a centímetros de su boca y, si es muy riesgoso, no besarla. No puedo parar, más si hay alcohol de por medio.
-          Entonces no bebas cuando consideres que hay peligro.
-          Es que no debería haber temor a los límites. Tendría que haberlos sin recurrir desesperadamente a ellos. Como las fronteras. Te piden visa, tu puto pasaporte. Con tristeza me doy cuenta que, a veces, es muy sencillo encamarse con alguien, con el vecino, tu primo, el marido de la amiga de tu madre. No he llegado a hacerlo, pero no me hubiese resultado difícil. Y debes entender que no sería solamente mi responsabilidad.
-          Lo harías con mi esposo, ¿por ejemplo?
-          No.
-          ¿Lo has intentado?
-          No.
-          ¿Te sería fácil? Pequeña puta

-Silencio de medio minuto-

-          Es posible que en las condiciones adecuadas, sí. Y es lo que más temo.
-          ¿Qué cosa?
-          El odio de quienes amo.
-          Has dicho “sería fácil”, en cualquier circunstancia, te das cuenta lo ofensivo de eso, ¿cierto?
-          Sí. Pero tú empezaste, me has llamado puta. Lo cual, afirma mi teoría: Me convierte en mala persona. Socialmente, y moralmente hablando.
-          Y, ¿eso es tan importante para ti?
-          Sí y no.
-          ¿Ah?
-          Sí, porque no soy mala persona. ¿Me crees, verdad? No tengo sentimientos humanos viles. Me puede el dolor ajeno, tengo empatía. No voy a la iglesia, pero dudo matar a alguien o violar a un niño…
-          Qué cosas tan desagradables dices, y lo que es peor, te tienes en muy alta estima.
-          No quise decir eso. Me importa porque la integridad tambalea de una noche, y no se me debería juzgar por ello. No me importa porque al final, eso también soy yo
-          Mira, tengo que marcharme. Quedamos uno de estos días. Y recuerda, las decisiones que tomes, cuáles sean, sostenlas. No te arrepientas. Porque eso te convierte en hipócrita.
-          Lo cual es peor que ser una pequeña puta

-          Pero, por supuesto.

domingo, 12 de octubre de 2014

Texto segundo


Pretendo en somnolencia, silenciosamente, diagramas del ruido. Practico tu regreso con una técnica limpia que nadie me conoce. Hago memorias inocuas de otras épocas. Días purpuras o amarillos. Vaivén de canciones encerradas en elevadores con el estupor exacto que daba un brillo a las heridas, brindándoles un carácter límpido, impoluto y animal. Recuerdo tus ojos así, cerrados, los párpados oprimidos mientras la sonrisa roja delatora de tu alma, viajera del centro de la tierra. Palpitaciones saltarinas, llevándolas a cuestas. Sellos sobre la piel como culpas dermatológicas, si estas quedaran posibles. Primigenia de lunares clavados como abismos dulces; epicentro de tu espalda. Siento aquí tu presencia hiriente en sus caprichos. Te recuerdo, Antonio, quedándote dentro, suponiendo vestigios tempranos. Y desgrano tu voz como si fuese una certeza de semilla germinando en mi conciencia.  No hay mucho de cierto donde no te encuentro. Y si te buscara. Y si llegaras otra vez, emergiendo cíclico desde la espesa neblina nocturna, nuestros vicios a distancias exactas para no morirnos de una vez. Debes tener imágenes recurrentes; por ejemplo, mi cuerpo convulsionado cuando concibe madrugadas acuáticas desbordantes a, por y para las manos tuyas. Esas que desdibujaron curvilíneas, midieron modulaciones a través del tacto, y firmaron la textura de lo blanco cuando respirabas como un caracol fluyendo en mis oídos.  

A veces te extraño y, las piernas que amaste cuando decías “Oh, por Dio-s”, y yo; hacemos de cuenta a que estás, hacemos de cuenta a que sigues en el sitio acostumbrado y repites mucho el nombre elegido para que me evocaras. Pretendo tu inteligencia. Ni la necesitabas. Antonio, cuando vuelvas voy a dejarte  morderme lo que quieras. Añoro las cicatrices que no hiciste, tu ternura cuando te hablé de la cirugía, mi larga cicatriz, y tus dedos sobre ella. Querido, mi vida fluye inevitablemente hacia delante. Y no vuelves. No lo harás nunca. 

viernes, 26 de septiembre de 2014

Texto primero teorizando sobre mi amor al hombre.


Siempre me pareció algo muy loable y sensato que me quisieran con medida. Poseer cintas o correas, ya fuesen en forma de teléfono, direcciones (electrónicas o no), llaves y departamentos, fechas y aniversarios. Hasta la esclavitud de mis cuadernos: Sí, había –hay- suficiente en ambos, para tapizarlos de besos o mugre. Manchitas de café o salsa de tomate sobre el papel. Barcos de grafiti, los vamos abandonando por doquier en nuestra vida de parias. Contienes fuego en ti, Antonio. Mauricio. Gerardo. Manuel. Es la verdad incompleta que comparto contigo; no hay absolutismo en estas torturas. Tampoco es intercambiar respiraciones profundas dentro del mundo. Todavía en distintas latitudes. Imagino tu llegada y tu venida, nuevamente. Hacerte trizas desde ángulos variados. Quiero decir, es cierto: te gusté  porque sí. Sucede como en las utopías o un puente supuesto a caer.  No nos pertenecemos. Tal vez pudiésemos, si todo volviera como en el eterno retorno; un rehilete riéndose en sí mismo. Repitiéndose. Tragándose desde sus brazos. Hasta el final de los tiempos. Creí encontrar en ti y en tonalidades blancas, como si en la saciedad durmiese la ternura de lo suave. Amor, cariño todo lo que dices inventando palabras estruendosas, tempestades húmedas de colores. Pudiésemos conversar en la perpetuidad tuya, eres multitud; ecos sordos. Aún no descifro tu levedad; la sostuve entre mis manos como un desierto colmado de cruces. En todas yacían esperanzas de abismos engendrados en mi voz. Ojalá me quisieras como te quiero; apenas. En mí condeno la aventura. Me llena la visceralidad de tus actos crueles. No estamos y eso lo sabes. Te espero en la ventana o en el buzón. Aunque todas las citas sean inútiles. Lo es esperarte a ti, y a cualquiera. Voy a crearme amores donde solamente halla automóviles, calles, faroles, camas desordenadas, cenizas, exilios, pero una boca como la tuya; real, dura, de hombre.  



martes, 16 de septiembre de 2014

Texas, baby.

Lo que queda de ti después de la luz, después del destierro acurrucado en nuestro murmullo; es una silueta desvaneciéndose o mimetizándose con el vacío. Quisiera llamarte por tu nombre. Lo hice aquél día, cuando me dejaron sola en casa, y lo habías rogado durante semanas. Si me importara más que las especulaciones. Ahora te has ido como la noche de viernes. Ojalá mi voz te haya penetrado el oído y las entrañas. Así, cuando resuenen tus pasos, me llevarás a cuestas como un eco crudo que se repite temblando desde tus pies; hace nido en tu abdomen, como la ansiedad de sentirse con ganas, y luego regrese a tu cabeza donde repites mi nombre: Ofelia, Ofelia, Ofelia Waltz.  A veces me dejo estar hasta que dueles.  Mis piernas te echan de menos. Desoladas. Pareciera que tu boca ya había engendrado a raíces sus garras. Dejaron la piel marcada, y para siempre. El símbolo de tu perpetuidad en mis gritos es una mancha amarilla. Se resbala por el vestido blanco, aún desconocido por tus dedos. Estás, querido mío, y no estás. Todas las conjugaciones: Estás como tiritando en la nada. No te conozco lo suficiente para extrañarte, y sin embargo. Marco una línea imaginaria en el suelo, como midiendo tu ausencia. Como recordando tus palabras después del sexo: al parecer voy a irme de viaje, Texas, pero intento llamarte. Y como fui lo suficientemente idiota, me reí. Tú te reías igual con el acento que estoy aprendiendo a medias. Estoy acostumbrándome a su violencia. Habituándome a su lascivia. O a su goce. No podría decir que me quieres, y me agrada lo mismo que lo detesto. Era una niña mimada después de ella. Todo amor después de un tiempo, es un vestigio que alguien abandonó una tarde de juegos, por desidia. Por lo que quieras tú. Al día siguiente no supe nada de ti. Tuve miedo. Tanta humedad en una oficina. Sabía la vacuidad de los actos nuestros, pero tú te reías, respirabas, sonreías, iluminabas, mordías, gemías. ¿Qué voy hacer contigo? Te imagino de vuelta a México con la sonrisa partida refutando mis cuestionamientos; Texas baby, era Texas baby.

lunes, 25 de agosto de 2014

In a sentimental mood IV


Para que este truco de magia funcione, tendremos que repetirlo. Que el bar esté a la vuelta de Bellas Artes Línea B. Sentirse lo suficientemente simpática para agradarle a todos allí. Recibir esos aplausos. Llegar justo a la hora del mariachi. Ya, ya, el mesero te reconoce.  Creo que sabían que volveríamos al caer la noche, porque la inhibición se había quedado en el mirador de la Torre Latino, colgado de las rejas. Al parecer gritaba, pero esa estridencia es común en esta ciudad, nadie la ha salvado. Tantos escalones de emergencia.  Risas, tanto Waltz en cines o museos.  Como si la urgencia, si tus manos me quisieran ahora, la desesperación de un rompimiento , un cohete detonando en el cielo, o un beso. Los besos: Todos somos adictos, a estos fuegos de artificio*. Me gusta la idea de hacer feliz a alguien. Si tal cosa fuese posible. Con esa responsabilidad de la fragilidad humana entre los dedos. Me gusta jugar a ser un Dio-s que todo lo cumple. Creí amar tu debilidad. Es otro juego de soberbia y egocentrismo. Ensayo estas caídas, mira, te beso porque es posible. Porque eres indefenso, porque hay alcohol suficiente. Te beso porque puedo. Mira, mírame otra vez: No significa nada. Estoy a punto de herirte y no me detengo.  Escogí esta canción en el barecito a costa de mis pies. La bailamos mucho para que creyeran que te quería, si había algo verdadero en el teatro interpretado. Que, tal vez, llegaríamos a casa, y haríamos un amor sincronizado, de olimpiada y medalla. Ya sabías tú que nada tenía de cierto. Iba a tomar el metro a las diez. Iba a dejarme caer. Marcharme. Desistir de ti. Volver a danzar como lo hice en los andenes. Es que no entiendes, es necesario: son miles de explosiones en tus ojos haciéndote un acto de fe. Solo para olvidarnos, de estar adentro o afuera de la vida.  Ahora, si crees poder soportarlo, volvemos a empezar. El ritmo de la acera te dice: un, dos, tres. No me odies si no te recibo los poemas a la mañana siguiente; comprende, fue solamente esto: Una sonrisa, un guiño, Coltrane. Una coreografía donde se oprimen párpados al final, creando pirotecnias imposibles. Para que funcione, vamos a imitarlo de esta forma: Noche, cariños en la mejilla resbalándose por el suelo. Estoy. Ya no estoy. Anda, mi niño sentimental. Cuenta hasta diez…

martes, 8 de julio de 2014

Here. Now.



This road is hard and wild, but it brought me to your door- I'm here now/Motopony


Jaltipan de Morelos, Veracruz a 29 de Junio de 2014

Les dejé una botella vacía de tempranillo, un vaso, con una cantidad de mililitros que no supe calcular. Dos corazones rotos. Platos sucios. Las huellas en la acera. Merodee el jardín de manera discreta, con cierta oscuridad que deja el dolor. Debí quitarme las sandalias otra vez. Debí. Arruino como siempre el momento perfecto. He estado pensando en el escrito que nunca comencé, el que hablaba de los trenes, de la infelicidad de Isabel, los tíos que murieron de hambre. Supongo que tengo miedo. Tengo miedo como ahora a las partidas. Imagino que la vida tenía que ser así. Las piltrafas en las que nos convertimos en las separaciones. Lo grandes, llenos, lo vivos, lo esplendorosos que somos cuando volvemos a estar juntos. Tengo miedo en lo que he de transformarme, si de pronto me encuentro sola con el silencio de las palabras que escribo. Su silencio es el de cristales rompiéndose en los oídos.  Todavía no sé cómo nombrar estos dolores. Podría quedarme quieta –otra vez- por muchos días.  Pienso que uno de estos días lo escribiré: El verano llegó de formas tan violentas.
……….

Siempre me ha parecido increíble cómo una  puede ser tan feliz y tan desdichada, todo, al mismo tiempo.
……....
México, D.F. a 8 de Julio 2014


Pienso en ti lo mismo que en un tiramisú. Me humedezco los labios impertinentemente.  Saboreo en mi boca la suavidad de su textura. Impido a mi cuerpo los impulsos de algo que está en el pasado o en el futuro, donde sea, pero sin mí. En otro sitio donde es presente, pasado, futuro. Ahora. Luego recuerdo que estoy a dieta, y que debo pasar de los azucares. Malditas tendencias sociales. Algo así como contigo. Recuerdo que estoy esperando que  la vida suceda de maneras más insospechadas. Y menos dolorosas. Estoy haciendo lo posible por caminar a ritmos más felices.  Una ciudad abriéndose para que la habitemos. Una voz que se quiebra a las 2:00 de la mañana. Sabemos que los corazones se rompen fácilmente, pero aun con todo lo que sabemos, cariño, pequeño niño, no nos detenemos. Y por qué habríamos. Imagina la embriaguez de dos soles colapsando. Me ocurre pensarlo aunque esté positivamente segura de la ingenuidad en ese acto. De la nada y del vacío que le vendrán a los días. Lo mismo como si estuvieras aquí o aquello prohibido en la nevera frente a mis ojos. La clara diferencia es que a ti quisiera llevarte bajo las luces mientras llueve, y te hablaría en tres idiomas diferentes.  Todos te dirían más o menos cosas similares; qué bonitos tus pies porque te trajeron hacía mí, y tus manos, y tu boca, y lo que no conozco todavía que te construye.  Luego recuerdo que no tienes nada dentro y regreso al principio de mi idea; cuando llegue a casa un tiramisú., un tiramisú. O tú. En una de esas ocurres tú. Como si las dobles vidas funcionaran.

sábado, 17 de mayo de 2014

Cenizas en las piernas #1




Me has visto beber té, fumar, desvestirme. Costurar tus pestañas con mi saliva. Aun así sigues preguntándote en tu juventud si la razón para estar uno frente al otro sin decir mucho, como olvidando, como pretendiendo, como queriendo saltar al precipicio de nuestros cuerpos, como si así reparáramos las soledades que nos ha dejado el alcohol. O el tiempo, y la distancia. Y los portarretratos con manchas de sol. Si todo esto cariño, pequeño; pequeño niño, si la razón tiene importancia. Sé que posiblemente la que se lo pregunta soy yo. Busco incesantemente conversaciones que no me aburran. Pero sólo logro el vicio, las preguntas. Torturarme. Logro hablarte de las uvas de Francia como si supiese algo diferente que intentar sostenerme cuando ha caído la noche. Hemos bebido tanto. Y agua. Es que todo me hace trizas. Te olvidas que siempre estoy marchándome a algún lugar que tú no alcanzas. Por las noches me invita el aroma del tabaco y tu perfume ordinario. Me atrae porque también es una herida. Una herida nueva. Casi tiene el temblor de unos labios. Como el de nosotros cuando besamos, cuando hablamos, cuando bebemos otra vez. Me temes como un pájaro a la altura y que siempre ha vivido enjaulado. Me has visto llegar con la espalda desnuda. Un gesto de vago que estoy aprendiendo a destilar entre tus manos.  Te vi apagar la luz despacio. Cerrar la puerta. Sabiendo que quería tanto desgarrarte. Te he dicho que me dejes salir. Que a lado se encontraban nuestros amigos. He observado tus intenciones. Te dejé besarme a las 23:45. Luego he querido llorar.  O perseguirte. Todos se iban en nuestro inconcluso juego de manos. También escuchaste mis cuentos de fugaz y amantes. Ya ves, a veces no puedo controlarme en mi ego necio. No es nada. Me estoy muriendo de ti y de todos. Hay noches como esta donde las callejuelas están muy solas de nosotros. Sin recuerdos. Ni la textura de tu piel que no se me olvida, como si realmente me importara tanto. Como si no supiera que no hay utilidad en tus sonrisas, ni en la indiferencia que predicamos ahora. Como si no fuera a irme. Te he dicho que me dejes salir de esa habitación. Y no lo haces.  ( …)

domingo, 9 de febrero de 2014

Días y días

Quería decirte algo importante. NO estoy escribiendo. Quizá lo esté haciendo, pero sin darme cuenta. De otra manera. Tal vez por fin me deshago de este sitio -otra vez-. Pero quería decirte que intento que todo pase. Volver, volver pero más feliz. Para siempre. Quería que no olvides que existo. O que existí una vez. Qué encendiste una vela para leerme mejor. Una vez tuviste el valor para encontrarme. No creas que es muy trágico. Posiblemente ya me encuentres en unos años en las librerías o sin el miedo a los autos vagando en bicicleta. Aun no logro superarlo. Creo que he asumido que tengo miedo a mucha cosas absurdas. Sea cual sea el desenlace, deberías despedirte mí. No te preocupes que no voy a olvidarte, todo sucede estos días como en esta canción de Matt Walters.


lunes, 27 de enero de 2014

Lo mal que te deja ver una película de Richard Linklater


Encuentra un motivo. Cualquier motivo. Bailemos Just in time con Nina Simone. Haz que sea el momento preciso, crea en mí esa duda insípida. Matemática. Producida. Echo de menos un palpitar que nunca supe descifrar del todo. Era como disfrutar el voyerismo de venir a este lugar. La verdad es que sólo quiero sentir algo de calor. Necesito sentirme amada. No de la forma en que me ama él. Se despierta pidiéndome que hagamos el amor. Carajo, yo únicamente estaba aburrida. También tú me echas de menos ¿cierto? No me conoces. Pero es como si lo hicieras. Es mucho más real que ese tipo que me despierta con besos y quiere arrancarme la ropa diez veces al día. Tú me añoras. Por eso vienes todos los días. Como si quisieras llegar a mí, al leerme. No es como las fotografías. Uno puede dejar morir al que capturamos. Su futuro no nos concierne. Bueno, no me he muerto. Ni te he olvidado. Probablemente no nos publiquen. Bailar a Nina Simone por estos días no tiene nada de literario. Quizá lo han explotado tanto como nosotros. Qué mas da. Diariamente hay conversaciones en lugares casuales. Sexo. Callejuelas con olores fétidos. Más parias o gente que no sabe ni lo que es. Se muerden la boca mientras comentan que salvaje es el viento. Un pretexto para estar en casa. Paso días en casa. A veces con compañía y otras en el suelo de la cocina. Hoy revisamos la correspondencia y no pude hacer llegar a nadie lo que escribí el domingo.  No es que sea importante, habla de la soledad y de mis voces. De regalos. Cartas desde Angola otra vez. Nostalgias que me permito sentir solamente por aburrimiento. Imagina que en dos mil ocho todo esto tenía sentido. Era valido nuevamente sentirse profundo y perdido. Podías manejar las circunstancias. El alcohol lo hacía soportable hasta el punto de la relatividad. Qué puedo decirte ahora. Me acosté con quienes me lo propuse. A veces sin proponerlo. Estaban en los cuartos, en las azoteas, debajo del puente, en el salón de fiestas y no querían más que eso. Y una siempre quiere lo mismo. Degradaciones necesarias para tirarte de un edificio. No salir en días. Cambiarte de ciudad cada vez. Just because. Constantemente no siento las horas. Necesito que me corrijan el estilo. Y un trabajo. Es que ya no hay vino. Lo quiero para charlar contigo. Tomar valor para enamorarme lo que dura una canción de Nina Simone. No te preocupes porque ya no soy lo que era. Encuentra la manera. Búscame.  Quiéreme.  Un motivo. Cualquiera.

lunes, 13 de enero de 2014

Pues aquí afuera del hotel, triste, como siempre.


Mi vida se había convertido en repetir pasillos. Andamios. Corredores, pórticos. Tenis sucios, jeans con mas de dos puestas. La muchachita con la blusa de anoche y de la mañana siguiente. Sin embargo el olor era siempre dulce. Como el invierno; comida caliente, más calor debajo, colación y abrazos. Tomaba un colectivo por la mañana y otro por la tarde. Todo dependía de las despedidas. Días cortos demás. Junto a las plazas. Mucha gente te conoce, no entiendo porque si no tienes raíces. No tienes casa. No tienes nada mas que tus maletas en la habitación. Dentífrico en el baño. Esos jabones huelen que horrible. Es que tienen el aroma de la culpa. No dormiste en casa decente, dicen. A mi me podría agradar completamente esta situación. O podría odiarlo. Pero tenía,  antes que nada y después de todo, un romance con nuestras siluetas abandonando el cuarto de hotel. Sombras dejando ese lugar varias veces al día. Desayuno o cena para sonreír y reflejarnos en la cerámica. Dibujitos sobre la comida. Qué tierno. No maduramos nunca. Reírnos con películas insignificantes. Y ese momento de partir. Era un pasillo largo, no había escaleras. Un rostro triste que se cae de la felicidad. La recepcionista ya me deja pasar mucho tiempo. Sin preguntas. Creo que le agrado. Ojalá que entre su decoración de los indios Cherokees incluyera un tocadiscos. Bailaría para ti junto Stephan Grapelli y Django Reinhardt, my stardust melody. Ya me apropiaria de la mecedora y pondríamos libros para que fuese más nuestro lobby que del público.  De puntitas hacia las calles que se incendian. Mi vida se había convertido en soles de medio día. Calendarios de Vincent Van gogh, fechado 2006. Travesuras. Y no entendía porque a los veinticinco me seguía partiendo en dos estar afuera del hotel, verte subir al taxi. Despedirme otra vez como una melodía cotidiana y de soledad. Tan absurda, como la retorica de Woody Allen. 

lunes, 6 de enero de 2014

Natalia Lafourcade - María Bonita




Feliz cumpleaños a una mujer que fue y es 

siempre

importante para este lugar, y para mí. 

Te haces mayor querida mía. 
María bonita. María del alma.

jueves, 2 de enero de 2014

Canciones de mar e invierno




[Volvimos de Veracruz, llenos de música y colores. Y nostalgia]


Quería que supieras principalmente tres cosas. La primera es que extrañaba esta casa como no lo sabía. Lo sé ahora. Son todos estos recuerdos que tenemos. Que hemos construido como la decoración de la casa; y van por ahi colgados de los libreros para tenerlos presentes. Tienen su propio pulso. Si pones atención y acercas tu oreja a las paredes. Es casi un ronroneo donde se acercan las olas del mar y alguien cocina con cariño antes de que despiertes. Ruidos de cocina, juegos de té.  Utensilios varios o platería corriente. Y risas. Lo supe de inmediato. Es quedarse apacible, sin movimiento, solamente escuchar. Y es que al final hay un definitivo silencio.  Éste, de nuestras maletas, ¿lo entiendes, no? Tiene que ver con los andenes y las lucesillas de la noche donde no decimos nada. Queda melancolía de marcharse interminablemente a no sé donde. Supongo que a veces quisiera quedarme, como si tuviese sentido, como si hiciera falta. Si mi presencia fuese requerida como el agua de día. Pero que fuese imperceptible como la música de las raíces que no vemos pero existen. Con la pertenencia de estar aquí otra vez. La misma fugacidad. Quería que supieras que todo vale la pena porque estaba contigo, y con ella, y con él. Nuestro caos era más habitable, menos expandible. Asumo que es esa felicidad que soñamos en las manos. Eso es lo segundo que quisiera que sepas. Que he sido muy feliz. No me mal entiendas. Lo soy generalmente estos meses de gloria. Es como habernos rendido y abandonar por completo a la vida. O expresamente lo contrario. Ser la vida. Respirar una y otra vez para darte cuenta que por fin es posible ese oceano en calma. Fluir. A la velocidad de una gota de miel por la espalda. Un tema de Neo-clásico o Mark Bradshaw amaneciendo dentro de un florero. La tercera cosa es que, lo siento. Siento todas las veces que hay dentro de mí un tumulto incontrolable de voces y locuras. Es un torbellino aisaldo que sólo sabe alimentarse o matar. Es un fuego. Una caída. Una explosión. Supongo que a veces quisiera cambiarlo todo cuando amanece. No comprendo la desolación en esos segundos desesperados. Entonces necesito dormir terriblemente durante muchos días hasta que sane. Me desprendo de mí. Cambio. Por todo lo demás, seguramente, olvidarás esa vanidad ebria de nuestras tardes y noches. Toda nuestra palabrería se desvanece y volvemos a comenzar. Charlas que duran horas y amanece. Hoy amanece otra vez. En otra parte.