
Me reconoces entre letras como yo te reconozco. Ayer te recordé mientras leía un artículo donde mencionaban a Pessoa.
Mr. Connors se preguntaba por qué no existía aún cuando el célebre escritor portugués se sentaba a pasar las tardes en el Café Martinho de Arcada de Lisboa. Y él, al igual que yo pensaba entonces de la vida algo sumamente extraño. Por qué yo te recordaba a ti, pero escribo pensando en ella. Siempre en ella, todo ella.
Estaba tan confundido o lúcido Mr. Connors, que pudo hacerme relacionar a Zidane, Mastroianni y a Jobim de sopetón. Me hizo pensar que vivimos a costa de las eras cuando leí el artículo de esa revista con nombre de tormenta. Por qué si yo, como en Réquiem, después de sueños turbios, hubiese caminado por las calles acuosas del puerto e ido a cenar con Fernando, estaría a un paso de esta necesaria redención que no viene aún, por qué quizá todavía no tengo veinte años. Por qué no sé nada de la vida, por qué me embriago hasta no reconocerme y me caigo de la silla, por qué les aplaudo a hombres transgéneros como símbolo de mi amor por la individualidad y lo inverso. Yo les sonrío muy amablemente a ellos, muy estéticos y delgados, vestidos de mujeres, como diciendo: amemos nuestra libertad. Mamá lo hace, papá lo hace, cuestión familiar.
Talvez no viene por qué no sé simplemente escuchar La chica de Ipanema sentada en cualquier bar y disfrutar si una mujer me baila. Pero de acuerdo con Mr. Connors, esto de vivir o la vida, es muy extraño y confuso. Puede ser que no la necesite todavía. Tú estas presente en todas las cosas que identifico como bellas y me hacen llorar.
Estaba tan confundido o lúcido Mr. Connors, que pudo hacerme relacionar a Zidane, Mastroianni y a Jobim de sopetón. Me hizo pensar que vivimos a costa de las eras cuando leí el artículo de esa revista con nombre de tormenta. Por qué si yo, como en Réquiem, después de sueños turbios, hubiese caminado por las calles acuosas del puerto e ido a cenar con Fernando, estaría a un paso de esta necesaria redención que no viene aún, por qué quizá todavía no tengo veinte años. Por qué no sé nada de la vida, por qué me embriago hasta no reconocerme y me caigo de la silla, por qué les aplaudo a hombres transgéneros como símbolo de mi amor por la individualidad y lo inverso. Yo les sonrío muy amablemente a ellos, muy estéticos y delgados, vestidos de mujeres, como diciendo: amemos nuestra libertad. Mamá lo hace, papá lo hace, cuestión familiar.
Talvez no viene por qué no sé simplemente escuchar La chica de Ipanema sentada en cualquier bar y disfrutar si una mujer me baila. Pero de acuerdo con Mr. Connors, esto de vivir o la vida, es muy extraño y confuso. Puede ser que no la necesite todavía. Tú estas presente en todas las cosas que identifico como bellas y me hacen llorar.
Leer Pessoa revisted fue de alguna forma un hueco en la tarde de ayer, un hueco lleno, me sentí tan perdida y tan adentro. Por la mañana cocinaré para mi misma un buen omelet con queso y champiñones, no sé si te gusten pero francamente le dan a mis sentidos un momento de paz. Es mejor que terminar como Mr. Connors quien cae al final en esa duda persistente de la existencia de Jesús, prefiero dejar una nota al comenzar la brecha – ya que no tenemos refrigerador- que diga claramente: Te extraño – ven, ultrájame pronto - la habitación es muy sucia pero siempre estás invitada, por si quieres pasar…
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