jueves, 26 de febrero de 2009

A posteriori


Este momento se irá demasiado rápido: En él te digo que te amo. Y qué no sé quien te ha dicho que no. Quizá soy yo que tampoco afirmo jamás lo contrario. Cual sea, amanece. Después de tomar una taza de café, logro contarte por fin algunas de las actividades que desarrollo cotidianamente: Hago, por ejemplo, besar mucho a Rosa. Escuchar Ambient por las noches. Ver dos veces ese Anime tan sangriento. Hacer otra escultura de periódico y luego barnizarla. Luego, si hay suficiente óleo, pintar mediocremente como siempre lo he hecho. Por las tardes, leer en voz alta veinticinco años de poesía mexicana por tres horas seguidas. Recogerla en la universidad. Fumar a la entrada. Fumar sobre el puente que se levanta a veinte metros sobre la ciudad. Estar sentadas ahí las dos. Caminar hasta el centro comercial acompañadas de su amigo quien usa un gran afro, y que me agrada porque conoce a Jorodowsky. Y cuando estamos allí, me sale muy bien hacer como que no tengo frío. Como que no tengo hambre. Ni suficiente depresión hormonal mientras comemos pizza, o mejor dicho, ella come pizza. Me he dado cuenta que saca fotografías de mi cara cuando no hago mas que observar el suelo. También hago mucho eso de quedarme en su casa. Escucharle murmurar mientras diseña algún empaque para una nueva marca de té verde, Slim, no sé que diablos. Y me gusta su nueva cama. Digo, antes no teníamos. Siguiente: Soy indigente los fines de semana. Si tengo suerte, una buena mujer se queda cuatro horas, luego se duerme, o se va. O simplemente me corresponde oír sus pasos temprano en la mañana antes de salir a vivir su vida rutinaria. Les pido acostumbradamente algo parecido a “envuélveme comida, regálame esa bolsa azul del arcoiris y quiero música, mucha música, más que otra cosa, quiero llevarte conmigo”. Entonces sonríe, responde dame un minuto. Una hora más tarde estamos aguardando por el autobús. Mi misma ropa. Ella va, yo vuelvo. Llegar hasta el día siguiente me recuerda tanto a la universidad. Y como entonces, lloro. Lloro al despertar. Me dirijo grisáceamente hacia mi estantería. Veo una película. Lloro un poco más. A lo mejor ya muy tarde alguien llama al móvil y colgamos hasta después de las dos de la madrugada. Calladamente sabre cuan enamorado está de mí. Pero no vamos hablar al respecto. Ni siquiera él y yo hablamos de eso. Ten paciencia. Voy a dejarte de hablar de mis cosas poco a poco. Dame tiempo. Yo no soy como tú. Espera. Espera. O mejor ya no esperes nada que tenga que ver conmigo. Después de todo, sabes bien que lo que digas, finjas hacer, hagas, a donde vayas, con quien te vayas, no importa. Ni ha importado mucho nunca. Lo sabes bien. Ahora, voy a darme la vuelta. El momento se ha ido. También sabes, del que te hablé, rápidamente, al principio…

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Si que la forma mas conveniente de seguir presente en tu escribir es por aqui y es que lo haces increible como siempre, que placentero es estar aqui disfrutar de tu poesia un placer pasarme besos Amelie siempre encantado.

gaby saenz dijo...

me traslade hacia ello... pensare menos entonces.

Anónimo dijo...

"Yo no soy como tú", "Ahora, voy a darme la vuelta"...

Esas frases puestas así, dichas así, sentidas así, son dificiles de olvidar.

Besos Señorita.

DIANA-CHAN dijo...

que buena narrativa , quien escribio esto?


muchos saludos.

Angel Valles C. dijo...

muy, muy bueno. felicidades y feliz fin de semana...
-angel

Ofelia Waltz dijo...

Creo que voy a empezar a contestar los comentarios, es algo que he pensado (como inútil proceso, claro) durante algunas semanas. Si tienen opinión al respecto, bueno, se acepta. Gracias por los comentarios a propósito. Siempre. Gracias.

P.D. Querida Diana, supongo que es mi blog...ý lo he hecho yo. Muchas gracias por el adjetivo. Saludos muchos.