Después de varios sorbos a la taza de café. Después de ver como limpia sus labios cuidadosamente con la punta de su lengua, y después de beber también un poco de mi té, entonces, nos miramos. Cansadamente, por supuesto. Quiero decir con cansadamente que no pasamos mas de dos segundos con la vista fija en un mismo lugar. Es un juego de parpados-parpadeos. Podría, luego, interrumpir una vez más el silencio como haciendo otro comentario de lo mal que le sienta el tabaco ahora, o a esta hora. Sin necesidad de comer. Antes podíamos estar nada más en silencio. Ver los relojes, retar a los relojes. Asimilar el tiempo que es un bolso roto. Y desaparecer.
- Y bueno, el amor qué, tú y el amor qué…
Estúpida pregunta. Pienso. La miro fumar y beber café. Y le respondo mientras juego con mi bolígrafo.
- Creo que él y yo nunca nos hemos llevado muy bien…
Se acerca con aire burlón, la muy cínica.
- Creí que el problema era que se llevaban demasiado bien…
Me alejo hacia el respaldo de la silla.
– Nunca lo pensé de ese modo, pero es cuestión de percepciones claro, de cualquier forma eso no va, al menos por el momento… -
“Este momento” – hace una pausa, suspira – el momento que parece has prolongado toda tu vida. En eso qué…sí. Tu búsqueda de la “perfección posible”, son humanos Waltz, pides demasiado…te dije tantas veces que no existe…
- No he insinuado tal cosa – le digo indiferentemente.
- Bueno, de cualquier modo, enamorarse es tan sobrevalorado. Es inútil. No sé siquiera si lo he sentido alguna vez.
Contemplo sus manos. Son realmente grandes, blancas, pálidas. Como hilos de hielo que se funden con la mesa de metal.
- En eso te equivocas, en lo de inútil, claro – sonrío para ella –
- Te sirvió de algo, ¿waltz?
Tendría que pensar la respuesta. Lo suficiente. Intento voltear hacia la calle, estamos justo a lado de una avenida. Los transeúntes siempre tienen una mirada para gente como yo, ella dice.
- Si te refieres a estarlo, sí. Me sirvió – hago una pausa – Decírtelo, nunca. No. No me sirvió de nada. Pero no esperaba que eso me sirviese de algo. He ahí la libertad del acto. La libertad mía que tú ni nadie puede tocar. Tampoco pienso en su utilidad por supuesto. Más bien lo pienso como un lapso, de muchos años, pero eso, un lapso, un vado…
Su mirada interrumpe mi monologo. Ahora todo su rostro se ha descompuesto. Hace todas las muecas sin hacerlas. Así, con un remolino de mementos en su cabeza, una piensa que tal vez se desmayará, entonces dice:
- Pensé que no íbamos a tocar ni remotamente ese tema – lo dice azotando la cuchara, mirando hacia la mesa inmóvil que sostiene sus manos - .
- ¿Qué cosa? ¿qué tema? La parte donde te mezclo a ti con el amor, o que…
- Cállate Jazmín – ordena mirando cualquier cosa que no sea yo -.
Entonces, cuando dice así “cállate Jazmín”, sé que el silencio gobernará unos cuantos minutos. Y era pues mejor callarse. Pronto diré “tengo que irme”, o ella dirá “me voy ahora”. Me busco en el bolsillo cualquier billete para abandonar cerca del servilletero. Me preparo para verle por última vez. Verle sin darle un beso. Ya he dicho que jamás nos tocamos. Regalarle, quizá, un boleto para el subterráneo, pedirle que esta vez se vaya, de una vez, y para siempre…
- No quiero irme aun, espera unos minutos, carajo Waltz…
Y maldice con desdén. O a decir verdad, ya no sé por qué maldice. De repente se acerca, pretende preguntarme algo. Coloca las palmas de sus manos sobre la mesa, quiere la verdad…
- ¿Ya no me amas, Jazmín?
Tengo que acercarme a su pequeña oreja traslucida. Aspirar genuinamente su perfume. Lo hago más por maldad. Más por lascivia. Más por dolor.
- Te amo mucho, y de verdad, bien sabes…que eso tampoco nos sirve…
Se aleja. Tiene esa risilla de satisfacción.
- Y bueno, el amor qué, tú y el amor qué…
Estúpida pregunta. Pienso. La miro fumar y beber café. Y le respondo mientras juego con mi bolígrafo.
- Creo que él y yo nunca nos hemos llevado muy bien…
Se acerca con aire burlón, la muy cínica.
- Creí que el problema era que se llevaban demasiado bien…
Me alejo hacia el respaldo de la silla.
– Nunca lo pensé de ese modo, pero es cuestión de percepciones claro, de cualquier forma eso no va, al menos por el momento… -
“Este momento” – hace una pausa, suspira – el momento que parece has prolongado toda tu vida. En eso qué…sí. Tu búsqueda de la “perfección posible”, son humanos Waltz, pides demasiado…te dije tantas veces que no existe…
- No he insinuado tal cosa – le digo indiferentemente.
- Bueno, de cualquier modo, enamorarse es tan sobrevalorado. Es inútil. No sé siquiera si lo he sentido alguna vez.
Contemplo sus manos. Son realmente grandes, blancas, pálidas. Como hilos de hielo que se funden con la mesa de metal.
- En eso te equivocas, en lo de inútil, claro – sonrío para ella –
- Te sirvió de algo, ¿waltz?
Tendría que pensar la respuesta. Lo suficiente. Intento voltear hacia la calle, estamos justo a lado de una avenida. Los transeúntes siempre tienen una mirada para gente como yo, ella dice.
- Si te refieres a estarlo, sí. Me sirvió – hago una pausa – Decírtelo, nunca. No. No me sirvió de nada. Pero no esperaba que eso me sirviese de algo. He ahí la libertad del acto. La libertad mía que tú ni nadie puede tocar. Tampoco pienso en su utilidad por supuesto. Más bien lo pienso como un lapso, de muchos años, pero eso, un lapso, un vado…
Su mirada interrumpe mi monologo. Ahora todo su rostro se ha descompuesto. Hace todas las muecas sin hacerlas. Así, con un remolino de mementos en su cabeza, una piensa que tal vez se desmayará, entonces dice:
- Pensé que no íbamos a tocar ni remotamente ese tema – lo dice azotando la cuchara, mirando hacia la mesa inmóvil que sostiene sus manos - .
- ¿Qué cosa? ¿qué tema? La parte donde te mezclo a ti con el amor, o que…
- Cállate Jazmín – ordena mirando cualquier cosa que no sea yo -.
Entonces, cuando dice así “cállate Jazmín”, sé que el silencio gobernará unos cuantos minutos. Y era pues mejor callarse. Pronto diré “tengo que irme”, o ella dirá “me voy ahora”. Me busco en el bolsillo cualquier billete para abandonar cerca del servilletero. Me preparo para verle por última vez. Verle sin darle un beso. Ya he dicho que jamás nos tocamos. Regalarle, quizá, un boleto para el subterráneo, pedirle que esta vez se vaya, de una vez, y para siempre…
- No quiero irme aun, espera unos minutos, carajo Waltz…
Y maldice con desdén. O a decir verdad, ya no sé por qué maldice. De repente se acerca, pretende preguntarme algo. Coloca las palmas de sus manos sobre la mesa, quiere la verdad…
- ¿Ya no me amas, Jazmín?
Tengo que acercarme a su pequeña oreja traslucida. Aspirar genuinamente su perfume. Lo hago más por maldad. Más por lascivia. Más por dolor.
- Te amo mucho, y de verdad, bien sabes…que eso tampoco nos sirve…
Se aleja. Tiene esa risilla de satisfacción.
- Naturalmente.
- La diferencia es que hoy, ya no estoy, cómo es que dicen, ah sí… enamorada de ti. Pude por supuesto, y si existe ese del que vos hablaste tanto un día, y él sabe que pude hacerlo, qué digo hacerlo ¡estarlo!, y por siempre, pero bueno, tampoco iba ser infiel a tu deseo.
- Y cual exactamente era mi deseo, según tú
- Qué no lo estuviese, lo dijiste tantas veces. Todas iguales como balas que se alojan en el tórax. Luego en los brazos, en las piernas, y ya, cuando no te puedes mover, piensas un poco en dejarte ir. Lo haces, te vences…porque después de todo, bueno…después de todo, es lo que tú quieres, o mejor dicho “querías”…
- ¡Qué sabes tú de lo que yo quería!
- Sólo lo que tú me decías, o me permitías saber, lo siento…
- Claro, sacando conclusiones como te arrancas un cabello, ¿no?
Bebe café. Fuma. Aun tiene en la cara huellas de la arrogancia que contiene. Yo me detengo por que sé que es lo más sano. Decir nada. Minutos después levanta la mirada, me mira fijamente.
- … y cómo sabes, que ya no estás enamorada de una persona… - Ella traga saliva de vez en vez. Oprime sus labios. Tiene un semblante apacible, tierno.
- Uhmm pues, no sé como sea para alguien que no sea yo. Es simplemente que ahora puedo convivir más con el mundo. Él y yo. Una sola batalla. Luego, bueno, duermo más. O mejor, eso, sobre todo. – Ríe un poco entre dientes – Puedo pasar un día sabiendo que a lo mejor será como yo lo espero. Es decir, puedo hacer de él lo que quiera. No vas a venir tú desde abajo. Al final de todo. En algún bar, con cualquier gente. Cuando veo una obra, voy a un recital, leo un buen libro, no estoy pensando nada más en ti, ni deseo sólo llegar a casa para decirte, o querer hacerlo todo contigo. No me estoy muriendo porque cuando más te amo no estás. Ni porque en el fondo sé que planeas tu vida y hasta el último peldaño me encuentro yo, y para mí, tú podías estar antes que todo, tan fácilmente. Ya no estás más en las canciones. Eso es definitivo. Y sobre todo…- silencio – ya no me importa que tú no lo estés. Qué ni siquiera pienses que lo estés…porque claro, está, jodidamente sobrevalorado…
- Uhmm…- lentamente coloca su cabeza sobre sus manos, inexplicablemente tan fijas a la mesa. Su respiración era profunda. Tranquila. Parecía que el fin del mundo se asomaba por sus fosas nasales.
- La diferencia es que hoy, ya no estoy, cómo es que dicen, ah sí… enamorada de ti. Pude por supuesto, y si existe ese del que vos hablaste tanto un día, y él sabe que pude hacerlo, qué digo hacerlo ¡estarlo!, y por siempre, pero bueno, tampoco iba ser infiel a tu deseo.
- Y cual exactamente era mi deseo, según tú
- Qué no lo estuviese, lo dijiste tantas veces. Todas iguales como balas que se alojan en el tórax. Luego en los brazos, en las piernas, y ya, cuando no te puedes mover, piensas un poco en dejarte ir. Lo haces, te vences…porque después de todo, bueno…después de todo, es lo que tú quieres, o mejor dicho “querías”…
- ¡Qué sabes tú de lo que yo quería!
- Sólo lo que tú me decías, o me permitías saber, lo siento…
- Claro, sacando conclusiones como te arrancas un cabello, ¿no?
Bebe café. Fuma. Aun tiene en la cara huellas de la arrogancia que contiene. Yo me detengo por que sé que es lo más sano. Decir nada. Minutos después levanta la mirada, me mira fijamente.
- … y cómo sabes, que ya no estás enamorada de una persona… - Ella traga saliva de vez en vez. Oprime sus labios. Tiene un semblante apacible, tierno.
- Uhmm pues, no sé como sea para alguien que no sea yo. Es simplemente que ahora puedo convivir más con el mundo. Él y yo. Una sola batalla. Luego, bueno, duermo más. O mejor, eso, sobre todo. – Ríe un poco entre dientes – Puedo pasar un día sabiendo que a lo mejor será como yo lo espero. Es decir, puedo hacer de él lo que quiera. No vas a venir tú desde abajo. Al final de todo. En algún bar, con cualquier gente. Cuando veo una obra, voy a un recital, leo un buen libro, no estoy pensando nada más en ti, ni deseo sólo llegar a casa para decirte, o querer hacerlo todo contigo. No me estoy muriendo porque cuando más te amo no estás. Ni porque en el fondo sé que planeas tu vida y hasta el último peldaño me encuentro yo, y para mí, tú podías estar antes que todo, tan fácilmente. Ya no estás más en las canciones. Eso es definitivo. Y sobre todo…- silencio – ya no me importa que tú no lo estés. Qué ni siquiera pienses que lo estés…porque claro, está, jodidamente sobrevalorado…
- Uhmm…- lentamente coloca su cabeza sobre sus manos, inexplicablemente tan fijas a la mesa. Su respiración era profunda. Tranquila. Parecía que el fin del mundo se asomaba por sus fosas nasales.
Y, por primera vez, tuve la certeza de que ella, así, con su cabeza recostada sobre sus manos, respirando suavemente, dejando nadar los ojos, ella, esta vez, se sentía un poco más triste que yo…
3 comentarios:
Tu tambien me gustas pero creo que no debo decirtelo, eres muy buena ofelia, vengo a menudo a veces me pongo en un huequto en silencio y otras como ahora digo algo, nunca demasiado,...un abrazo.
Uno nunca sabe la forma exacta que va a tomar cada palabra, porque cada una toma un poco de lo que sentimos (o no sentimos) en el momento de parirlas.
Lo más parecido a eso (la palabra correcta) sería el silencio que, según mi experiencia, no es 'tan inofencivo'.
Ya sabes que gusto mucho de pasar por tu casa.
Besos miles.
Ahhh todo esto es valido...
Amo venir
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