A lo mejor aquí nos separamos. Las mañanas nos hablan secretamente de lo detestable del destino. De lo deprimente de las melodías que nadie como nosotros logra comprender. El amor al mar en invierno, y el olor a invierno que poco a poco se va disipando al amanecer. No sé si me entiendas, el invierno se va como si fuese el último. No estamos acompañando al vagabundo, ni mis zapatos duelen al atardecer. Nunca fui tan salvaje y ruin como en aquellos días; me concentro en repetirlo como se pasa de vez en vez por las mismas calles de la ciudad, se ve el mismo rayón de una barda de barrio pobre, como el mío. Ya no me cuentas de las bancas y los sueños azules. Aunque, últimamente todo me es azul. El intermezzo interpretado por la Filarmónica Nacional de Budapest, mi prima hablando de sociología, alguien que contesta mal al teléfono, un coqueteo con acento provinciano. Casi me pongo triste de no pensarnos allí. A lo mejor es que ya no estamos más, y nadie me lo ha dicho. Acaso tú tampoco lo sabes. Pero ya no lloras. Yo tampoco lo hago. Esas cosas se hacen solamente una vez, y te desprendes de ti mismo. Dejas guardadas muchas ropas y objetos y discos de vinilo. Yo he notado algo; en cada muerte, en cada separación nuestra, me vuelvo más silenciosa. Es como si tuviese una deuda fija con el vacío. Y con el silencio. Me hago más pequeña. Si bien sonrío a la gente, callada, ingenua. El ruido viene como si fuese niebla. Se aparca cubriéndolo todo, y luego nada. Para las diez de la mañana ya todos la habremos olvidado y estaremos con las tazas de café y panecillos. Tal vez, nuestros ojos es lo único que nos sobrevive. A pesar de estar allí, juntos, separados, felices de esquina a esquina. Entre el barullo de oficinas y papeles. Pon atención a las hojas blancas, te provocan divagar en lo puro, en la nada, en la vacuidad del pensamiento. A veces habitamos esas cosas. Me gusta pensar que es así. Que yo tengo las manos abiertas a tus palabras, como a las heridas, la hoja de metal y sus filos. Todo en desorden. Que tú tienes más bolígrafos y maquillaje, letras y justificaciones para hablar de mí. ¿Todavía hablas de mí como si fuese también el arte? Hay historias que ya no me imagino. La libertad. A lo mejor nos separamos aquí para que duela del todo. La manera de ser en soledad sigue siendo la misma. Apartándose en extremos opuestos, el mundo exterior y sus paisajes de acero. A lo mejor aquí, aquí también. [...]
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