miércoles, 21 de marzo de 2012

Cerca-Lejos

Todo me acerca a ti. El año bisiesto y su cortina azul, la fragilidad de la vida, el ruido impenetrable, y su combinación con los excesos. No sé que sentimiento nos hace definir el color blanco de la mañana, es como el olor al mar y cierta alegría y la espera por sonrisas claramente definidas por conceptos sexuales. Todo me aleja de ti. Principalmente mi voz y mi cabeza. Ya antes me habían mencionado estas banalidades, pero no sé más que acudir a ti, nombrarte a ti, hacerme grande y deambular por la habitación en las tardes. A  veces el escenario cambia. Hay largos pasillos o cortos pasillos, cocinas, cubículos de oficina. A veces hay espacio y nada más y no sabemos llenarlo más que de palabras, pláticas vacías, cordialidad o coqueteos. Y ahí me acerco a ti. Como un sigiloso atravesar del tiempo y de los días. Media tarde,  un dolor de estómago, el calor en las paredes. Ese vaho de los días que veneran los poetas. Y no sé hablarte de pretextos o canciones; como todo tiembla al ritmo de una nota increíble, que hago que todos aquí escuchen aunque no sepan reparar en el sentimiento brusco de pérdida. Y nosotras sí. Nosotras todo. Nosotras estamos allí con el tic tac o tac tic de los movimientos en la cotidianidad. Pero no saben tampoco el rumbo de los pasos; todos en línea hacia el encuentro. Y hay momentos donde se escucha un grito de un ave o un niño. Y se releen cartas y se hacen insultos para acudir a la lucidez. Para desdecirnos, o para decirnos algo. Este acordeón de extremo a extremo haciéndonos ir y venir.  Y tengo fiebre ahora. Nadie me conoce. Pero se hacen esta imagen; hay un largo camino donde estamos ambas. Y seguimos, de fondo se escuchan ruidos de restaurantes y bullicio de una ciudad fatal, una menos interesante que la otra. Hace calor, nos duelen las heridas. Pero ya no podríamos pertenecerle a alguien más y nos dormimos en el deseo y en la certeza: todo me acerca a ti, todo me acerca a ti. Todo se aleja.

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