miércoles, 14 de marzo de 2012

La chambre (malade)




A través de los días y observando, encuentro que no hay nada poético en esta habitación. Quisimos que así fuese. Años y años han pasado desde los sueños, días en cama, noches en vela. La luz sigue entrando por la ventana con las mismas cortinas. ¿Qué decíamos entonces? Los cuerpos han cambiado, su lentitud, su torpeza. La luz entraría siempre por allí, el sol sería amarillo para que nos diera suficiente calor a medio día.  Los vecinos harían vigilia en nuestro sueño. Sí, a pesar de eso, su mutismo ensordece. Los cuadros están muertos, los libros, las cintas, la cámara fotográfica. Hallamos amarguras en esta pequeña juventud, pero no así, no aun, no. Y si, a pesar de esto, si yo te hablase sin detenerme en tus ojos, si yo te dijese estos recuerdos. Si yo fuese salvaje otra vez; entenderías lentamente lo que quiero decirte. Tengo el cuerpo enfermo. Hay tulipanes amarillos y el sonar de una música profunda como el océano del sur. La gente dice que cambias. Y lo sabes, nunca en tu niñez viste estas necesidades; los hospitales, los pies descalzos en el frío, el olor quemante del alcohol y sus  medidas esterilizantes. Tenía tanta náusea, mi amor. La voz era imposible esta vez, yo así, yo que no sé de callarme razones; no tenía más voz. Mi madre abría las ventanas para que se fuese el aroma a sufrimiento y quedase todo lo sano. Pero mira, esto no lo hizo antes. Hemos estado más abajo, más abajo. Las extremidades podían moverse aun más, la rapidez era igual al pensamiento; todo nos dolía. Pero no puedo parar allí, lo tengo prohibido a esta hora. No tengo sueño y esta mañana no hay visitas. Es probable que tampoco las haya por la tarde. Me consuela siempre el sonido de la maquina al escribir. Las uñas me han crecido. Me las arreglé en cinco minutos ayer. Nadie me ha preguntado por el hambre. Y hoy tengo ganas de colgar más cuadros, limpiar los libros, ordenar mis películas por país de origen. Y no puedo con esta herida. Me nubla lo antipoético de esta habitación.  A lo lejos se escucha un avión; mi madre ha abierto la puerta. Viro la mirada al cuadro de Van Gogh “La Chambre à Arles” y  me concentro un minuto en pensar en Vincent; antes de cerrar la puerta le digo: cuándo me recupere voy a pintar la recamara de azul. Ella sonríe, dice “desayuno”, y se va. Luego pienso en ti, para contarte todas estas cosas.   

No hay comentarios: