Aparentemente me he
ido de todos los lugares; principalmente del corazón de ella. De las oficinas y
los bancos. De las esquinas esperando mis ojos. Del colectivo de las siete de
la noche hasta la escuelita del centro. Aparentemente me he ido, pero estoy más presente que nunca. Él ha vuelto para estar conmigo.
Hay momentos de esas gentes; Abel al teléfono siendo las 13:40 o mi padre
abriendo un vino a las 16:00. Una caminata que avanza como se me escapa la voz,
y me como las letras de en medio. Saltando baldosas y charcos de octubre. Aparentemente
está todo en su sitio. Nosotros somos felices. Existe la posibilidad de ello
cuando observas fijamente las ramas de un árbol, y otra vez una humeante sensación
desde la boca. Se le humedecen los ojos de verte. Pero es que no sabe que ya no
estás aquí. Que has partido. Qué estás más lejos que nunca. Y más cerca, más
cerca de todo cuando hablas. Nos movemos ligeramente.
Podrías relatar la cotidianidad si quisieras. Una cafetería a las 9:00. Ojala
ya no te hablara de música o de altos mandos. Guerras que hemos perdido. Ojala
ya no tuviésemos que pasear por la ciudad hasta llegar al hotel. Despedirnos
cuando se termina el día. Sin embargo sacas fotografías de cómo late tu corazón.
Y yo pienso en un barco que te construiré para irnos al océano. Me llevaré mi
cuadro de La habitación de Arles. Algunos recuerdos de países donde no hemos
estado porque alguien creyó que era buena idea dejar huellas; decirte: estabas aquí, aunque México. Pensar tal
cosa ahora es una monstruosidad. Pero creemos todo aquello porque anochece. Él
sigue en su habitación rentada. Le habita al mismo tiempo, un tipo de soledad que
es para llorarle eternamente. Para hacerle
una serie de libros con pasta dura, de esos que se ponen en el Chalet familiar.
Aparentemente ya hemos resuelto la vida juntos. Por estos días estamos tan dentro del mundo, y
lo llenamos de extremo a extremo, tú y yo. No sé dónde.
lunes, 28 de octubre de 2013
jueves, 24 de octubre de 2013
White winter hymnal
Mañanas de octubre donde todo el mundo se mueve al ritmo de esta canción.
domingo, 20 de octubre de 2013
¿Estamos solas?
Preguntarlo así.
Naturalmente. Recuerdas como era preguntarte “estamos solas”. La casa en
domingo, la habitación tuya, tu casa otra vez se abría para nosotras. Se abría
el día para nuestros cuerpos. Un amanecer aquí, un atardecer allá, ese cerrar
de cortinas para que no pasara nadie, ni el sol, ni él con su especia picante
enrojeciendo nuestra piel. Yo quería que lo único colapsando con mi piel fuese
tu cuerpo. Desde tus tobillos a tu sexo, de tu cintura a tu pecho, y la
geometría de los hombros, y era así ¿estamos solas? El principio del deseo. Y
no totalmente. Antes de amanecer te deseaba, presentía tu arribo. Tu
estrepitoso olor a domingo. A veces era el del pan o un jugo dulce. Pero
siempre era rotundo y tibio, ese despertar en ti, por ti. Casi dentro de ti al
pronunciar las palabras precisas. Ya ves. Era posible. Hacer las matemáticas
entre tú y yo. Odiándolas tanto. Parece otro día al encontrarnos en silencio.
El mutismo de unos ojos tristes que realmente no lo son. Is that warm feeling that I told you. Te derretiste como el verano entre mis
manos, Martina.
sábado, 19 de octubre de 2013
Departamentos o casas
Me gusta salir
bajo la lluvia, con paraguas azul y tuyo, los zapatos de tela que dicen “Tommy
Hilfiger”. Tener cuidado, ir de puntillas por las aceras, como si ya nos
hubiesen bajado las nubes. Me gustan esos zapatos y que de pronto se humedezcan
tanto como mi cuerpo. Caminar, caminar hasta la esquina, me gusta la farmacia y
su gran anuncio luminoso. Me gusta que esté doblando, al frente y comprar café de sobre,
descafeinado, porque a él le gusta. Y así como sin motivo yo también lo consumo.
Me gusta el dependiente, como me mira, como a una extraña amable. Escoger madalenas para ti, Decaf, Decaf me da el Decaf.
Regresar a tu casa lentamente. Me gusta
la noche y que ya hayamos cenado. Con ella y sin ella. La sonrisa de tu marido
que me habla sobre Marte y la vida extraterrestre. Tiene buenas teorías sobre
ello, es inteligente, no lo dejes. En general es agradable por el hecho de
comprender que dos personas tan distintas pueden quererse, tanto tú como yo. Y
que le agrade casi como a ti. Me gusta estar contigo. Me gustan tus muebles que
ahora tienen huellas de chocolate, por la hija de ella. Me gusta ese conversar
entre el café y las tazas. La llamada de mi padre, siempre, oportuna. Decirle te quiero en tu living, cerrar la
puerta. Ponerme los audífonos, cerrar la puerta. Ya no llueve. Me gusta ese
regresar a casa de mi madre. Mi estadía. Me gusta mi presencia, mi estadía y
marcharme y llegar a casa de mamá para fumar dos cigarros. Me gusta que ella me
los obsequie. Y la noche, y ese humo. Aire de lluvia en los pulmones, alquitrán
en los pulmones. El mensaje de él, otro él, que sí me ama. Decir; ha pasado un
año desde que él me obsequió un encendedor. Preguntarme 365 veces si acaso me
recuerda. Llevaba blusa blanca con la leyenda “Beirut”. Me gusta que todo esté
desordenado en mi cabeza y pensarlo así, escribirlo así. Todo esto un sábado por
la noche, y ya no sé a que otros departamentos o casas acudir para sentir que
ha transcurrido el tiempo, y si he hecho algo divertido.
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jueves, 17 de octubre de 2013
Daniel
Eso de “cuando te enojás te ponés tan linda”, no es más que un elogio de macho que no sabe qué hacer. Mira, a mí me da mucha risa. Hoy he coqueteado a hombres con éxito, otras sin éxito, pero qué mas da. A veces juego a ser, juego a serme, juego a ser yo ante los demás. Casi siempre es estoicismo. Me preguntaron que si no me incomoda enamorarme, la verdad es que no. La verdad es que me gustaría. Pero yo que sé, supongo que no estoy para eso. Daniel, Daniel...¿por qué sos tan hijo de puta? Encima no tenés vergüenza ni para explicarme porque no me escribiste en una semana. Perrito malo, malo, malo. Si vivieras conmigo te dejo dormir afuera. Y que te coman los gatos dedito por dedito. Maldito.
[Anda, querías una entrada con tu nombre. Et voilá]
martes, 15 de octubre de 2013
Abel
"I'm still traying to forget
when you said you loved me"
DevotchKa - You love me
Escuché la
tristeza de tu voz. Es un foco apagado; una luz que se escurre donde antes
había cegueras extremas. Es tan bonita la tristeza de tu voz; tanto, como tu soberbia.
Imagino que ya no me querías hace tiempo. Dejaste de mirar. Dejaste de
responderme. Sin signos vitales. Cariño, cuando me haya ido de veras, piensa: yo amaba tus furias sin saberlo del todo. Yo amaba detalles de ti todavía desconocidos, porque descubría lentamente quién eras detrás de tu nombre, y tus
ideas. Adoré ese andar tuyo de hombre
seguro y elemental. Tienes argumentos que me dejaban desolada y en silencio, a mí, que siempre fui de hablar hasta el
cansancio. Hasta que se nos secara la voz en nuestras conversaciones. Fueron
tan pocas, cariño, pero también las quise, y las quiero. Las quiero como un niño
enamorado de las estrellas que lo siguen a casa cuando llega la noche.
Porque me daban un sabor matutino dulce e inexplicable. La intoxicación duraba
horas. A veces me seguía hasta los departamentos de amigos, y durante las películas amanecía tu voz, aún sin tristeza. Allí.
Con la palabra allí de tu
presencia. Tal vez no lo sepas y necesitas saberlo, pero pensé tantas veces en
ti con la lluvia o con la insulsa idea del mar, en verano. Nunca supe si te
gustaba, debí preguntarlo. Pensé en ti sin ningún tormento. Como si de pronto,
llegaras, como si ya fuésemos dos amantes quienes conocen todo el uno del otro. Bailé
contigo cada noche, fines de semana y días laborales. Lo sabías, empecé con el
romanticismo antes de que el corazón se nos rompiese a ambos. Me decías mi amor, tal si el amor lo conocieras recién, o hace tiempo, pero conmigo.
No supe entonces qué decirte. Y ahora es casi tan grande mi tristeza como la que
escuché en tu voz, un quince de octubre.
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domingo, 13 de octubre de 2013
Esto es como existir, y no. Una doble vida-muerte. Me gustabas
toda. Toda. Hasta el techo con juegos cromáticos que cubría tu existencia; tus
amigas y tú, todas de negro. Me quedé el domingo viendo fotografías de cuando
estabas en la que era tu ciudad aquí, en México. Sonriente. Roja.
Radiante. Esplendorosa. A veces olvido que siempre fuiste una persona muy
feliz, y yo era quien te hundía. No, tampoco. No era yo quien
pasaba felices las horas. Mi tristeza de esos años te salpicaba hasta los
tobillos. Y eras lo suficientemente buena para gozar de mí,
levantarme, recordarme que entonces tenía sentido ser quien era.
Poetas y compositores hacían reverencia. Aunque hubo momentos donde mi sangre
te daba hasta el cuello. Y no podías, no podíamos sernos más. Ahora lo recuerdo
bien, fue hace tantos años. Luego conociste el amor después de mí, y con ese te
quedaste. Claramente buscabas otras maneras para ahogarte. Ay amor. Hace
tantos años de eso. Ahora me marcharé al océano una vez más. Te
escribo otra carta que no envío porque es la única respuesta ante el silencio.
Cada vez más lejos. Mi padre nos hará allí una casa, y como no hay a nadie a
quien quiera menos, ni más que ti, jamás; no pensaré un sólo segundo en que me
abandono otra vez a mí misma. A que jugamos al destierro. No. No pensaremos
más. Esta vez actuaremos, y encenderemos fuego. Ya siento como se extingue
todo. Es un aire de sur, es una brisa de mar que arrasa con todo. Es más
evidente dentro de la música del sueño. Más palpable, más necesario, más rotundo.
Es tan absurdo sentir nostalgia de uno mismo. Que el verano se terminó, y estamos tan lejos.
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