lunes, 28 de octubre de 2013

Panorámica


Aparentemente me he ido de todos los lugares; principalmente del corazón de ella. De las oficinas y los bancos. De las esquinas esperando mis ojos. Del colectivo de las siete de la noche hasta la escuelita del centro. Aparentemente me he ido, pero estoy más presente que nunca. Él ha vuelto para estar conmigo. Hay momentos de esas gentes; Abel al teléfono siendo las 13:40 o mi padre abriendo un vino a las 16:00. Una caminata que avanza como se me escapa la voz, y me como las letras de en medio. Saltando baldosas y charcos de octubre. Aparentemente está todo en su sitio. Nosotros somos felices. Existe la posibilidad de ello cuando observas fijamente las ramas de un árbol, y otra vez una humeante sensación desde la boca. Se le humedecen los ojos de verte. Pero es que no sabe que ya no estás aquí. Que has partido. Qué estás más lejos que nunca. Y más cerca, más cerca de todo cuando hablas. Nos movemos ligeramente. Podrías relatar la cotidianidad si quisieras. Una cafetería a las 9:00. Ojala ya no te hablara de música o de altos mandos. Guerras que hemos perdido. Ojala ya no tuviésemos que pasear por la ciudad hasta llegar al hotel. Despedirnos cuando se termina el día. Sin embargo sacas fotografías de cómo late tu corazón. Y yo pienso en un barco que te construiré para irnos al océano. Me llevaré mi cuadro de La habitación de Arles. Algunos recuerdos de países donde no hemos estado porque alguien creyó que era buena idea dejar huellas; decirte: estabas aquí, aunque México. Pensar tal cosa ahora es una monstruosidad. Pero creemos todo aquello porque anochece. Él sigue en su habitación rentada. Le habita al mismo tiempo, un tipo de soledad que es para llorarle eternamente. Para hacerle una serie de libros con pasta dura, de esos que se ponen en el Chalet familiar. Aparentemente ya hemos resuelto la vida juntos. Por estos días estamos tan dentro del mundo, y lo llenamos de extremo a extremo, tú y yo. No sé dónde.  

jueves, 24 de octubre de 2013

White winter hymnal

Mañanas de octubre donde todo el mundo se mueve al ritmo de esta canción.



domingo, 20 de octubre de 2013

¿Estamos solas?




Preguntarlo así. Naturalmente. Recuerdas como era preguntarte “estamos solas”. La casa en domingo, la habitación tuya, tu casa otra vez se abría para nosotras. Se abría el día para nuestros cuerpos. Un amanecer aquí, un atardecer allá, ese cerrar de cortinas para que no pasara nadie, ni el sol, ni él con su especia picante enrojeciendo nuestra piel. Yo quería que lo único colapsando con mi piel fuese tu cuerpo. Desde tus tobillos a tu sexo, de tu cintura a tu pecho, y la geometría de los hombros, y era así ¿estamos solas? El principio del deseo. Y no totalmente. Antes de amanecer te deseaba, presentía tu arribo. Tu estrepitoso olor a domingo. A veces era el del pan o un jugo dulce. Pero siempre era rotundo y tibio, ese despertar en ti, por ti. Casi dentro de ti al pronunciar las palabras precisas. Ya ves. Era posible. Hacer las matemáticas entre tú y yo. Odiándolas tanto. Parece otro día al encontrarnos en silencio. El mutismo de unos ojos tristes que realmente no lo son. Is that warm feeling that I told you. Te derretiste como el verano entre mis manos, Martina. 

sábado, 19 de octubre de 2013

Departamentos o casas

Me gusta salir bajo la lluvia, con paraguas azul y tuyo, los zapatos de tela que dicen “Tommy Hilfiger”. Tener cuidado, ir de puntillas por las aceras, como si ya nos hubiesen bajado las nubes. Me gustan esos zapatos y que de pronto se humedezcan tanto como mi cuerpo. Caminar, caminar hasta la esquina, me gusta la farmacia y su gran anuncio luminoso. Me gusta que esté doblando,  al frente y comprar café de sobre, descafeinado, porque a él le gusta. Y así como sin motivo yo también lo consumo. Me gusta el dependiente, como me mira, como a una extraña amable. Escoger madalenas para ti, Decaf, Decaf me da el Decaf. Regresar a tu casa lentamente.  Me gusta la noche y que ya hayamos cenado. Con ella y sin ella. La sonrisa de tu marido que me habla sobre Marte y la vida extraterrestre. Tiene buenas teorías sobre ello, es inteligente, no lo dejes. En general es agradable por el hecho de comprender que dos personas tan distintas pueden quererse, tanto tú como yo. Y que le agrade casi como a ti. Me gusta estar contigo. Me gustan tus muebles que ahora tienen huellas de chocolate, por la hija de ella. Me gusta ese conversar entre el café y las tazas. La llamada de mi padre, siempre, oportuna. Decirle te quiero en tu living, cerrar la puerta. Ponerme los audífonos, cerrar la puerta. Ya no llueve. Me gusta ese regresar a casa de mi madre. Mi estadía. Me gusta mi presencia, mi estadía y marcharme y llegar a casa de mamá para fumar dos cigarros. Me gusta que ella me los obsequie. Y la noche, y ese humo. Aire de lluvia en los pulmones, alquitrán en los pulmones. El mensaje de él, otro él, que sí me ama. Decir; ha pasado un año desde que él me obsequió un encendedor. Preguntarme 365 veces si acaso me recuerda. Llevaba blusa blanca con la leyenda “Beirut”. Me gusta que todo esté desordenado en mi cabeza y pensarlo así, escribirlo así. Todo esto un sábado por la noche, y ya no sé a que otros departamentos o casas acudir para sentir que ha transcurrido el tiempo, y si he hecho algo divertido. 

jueves, 17 de octubre de 2013

Daniel


Eso de “cuando te enojás te ponés tan linda”, no es más que un elogio de macho que no sabe qué hacer. Mira, a mí me da mucha risa. Hoy he coqueteado a hombres con éxito, otras sin éxito, pero qué mas da. A veces juego a ser, juego a serme, juego a ser yo ante los demás. Casi siempre es estoicismo. Me preguntaron que si no me incomoda enamorarme, la verdad es que no. La verdad es que me gustaría. Pero yo que sé, supongo que no estoy para eso. Daniel, Daniel...¿por qué sos tan hijo de puta? Encima no tenés vergüenza ni para explicarme porque no me escribiste en una semana. Perrito malo, malo, malo. Si vivieras conmigo te dejo dormir afuera. Y que te coman los gatos dedito por dedito. Maldito.



[Anda, querías una entrada con tu nombre. Et voilá]

martes, 15 de octubre de 2013

Abel

"I'm still traying to forget
when you said you loved me" 
DevotchKa - You love me

Escuché la tristeza de tu voz. Es un foco apagado; una luz que se escurre donde antes había cegueras extremas. Es tan bonita la tristeza de tu voz; tanto, como tu soberbia. Imagino que ya no me querías hace tiempo. Dejaste de mirar. Dejaste de responderme. Sin signos vitales. Cariño, cuando me haya ido de veras, piensa: yo amaba tus furias sin saberlo del todo. Yo amaba detalles de ti todavía desconocidos, porque descubría lentamente quién eras detrás de tu nombre, y tus ideas.  Adoré ese andar tuyo de hombre seguro y elemental. Tienes argumentos que me dejaban desolada y en silencio, a mí,  que siempre fui de hablar hasta el cansancio. Hasta que se nos secara la voz en nuestras conversaciones. Fueron tan pocas, cariño, pero también las quise, y las quiero. Las quiero como un niño enamorado de las estrellas que lo siguen a casa cuando llega la noche.  Porque me daban un sabor matutino dulce e inexplicable. La intoxicación duraba horas. A veces me seguía hasta los departamentos de amigos, y durante las películas amanecía tu voz, aún sin tristeza. Allí. Con la palabra allí de tu presencia. Tal vez no lo sepas y necesitas saberlo, pero pensé tantas veces en ti con la lluvia o con la insulsa idea del mar, en verano. Nunca supe si te gustaba, debí preguntarlo. Pensé en ti sin ningún tormento. Como si de pronto, llegaras, como si ya fuésemos dos amantes quienes conocen todo el uno del otro. Bailé contigo cada noche, fines de semana y días laborales. Lo sabías, empecé con el romanticismo antes de que el corazón se nos rompiese a ambos. Me decías mi amor, tal si el amor lo conocieras recién, o hace tiempo, pero conmigo. No supe entonces qué decirte. Y ahora es casi tan grande mi tristeza como la que escuché en tu voz, un quince de octubre.


domingo, 13 de octubre de 2013

Esto es como existir, y no. Una doble vida-muerte. Me gustabas toda. Toda. Hasta el techo con juegos cromáticos que cubría tu existencia; tus amigas y tú, todas de negro. Me quedé el domingo viendo fotografías de cuando estabas en la que era tu ciudad aquí, en México. Sonriente. Roja. Radiante. Esplendorosa. A veces olvido que siempre fuiste una persona muy feliz, y yo era quien te hundía. No, tampoco.  No era yo quien pasaba felices las horas. Mi tristeza de esos años te salpicaba hasta los tobillos. Y eras lo suficientemente buena para gozar de mí, levantarme, recordarme que entonces tenía sentido ser quien era. Poetas y compositores hacían reverencia. Aunque hubo momentos donde mi sangre te daba hasta el cuello. Y no podías, no podíamos sernos más. Ahora lo recuerdo bien, fue hace tantos años. Luego conociste el amor después de mí, y con ese te quedaste. Claramente buscabas otras maneras para ahogarte. Ay amor.  Hace tantos años de eso. Ahora me marcharé al océano una vez más. Te escribo otra carta que no envío porque es la única respuesta ante el silencio. Cada vez más lejos. Mi padre nos hará allí una casa, y como no hay a nadie a quien quiera menos, ni más que ti, jamás; no pensaré un sólo segundo en que me abandono otra vez a mí misma. A que jugamos al destierro. No. No pensaremos más. Esta vez actuaremos, y encenderemos fuego. Ya siento como se extingue todo. Es un aire de sur, es una brisa de mar que arrasa con todo. Es más evidente dentro de la música del sueño. Más palpable, más necesario, más rotundo. Es tan absurdo sentir nostalgia de uno mismo. Que el verano se terminó, y estamos tan lejos.