Esto es como existir, y no. Una doble vida-muerte. Me gustabas
toda. Toda. Hasta el techo con juegos cromáticos que cubría tu existencia; tus
amigas y tú, todas de negro. Me quedé el domingo viendo fotografías de cuando
estabas en la que era tu ciudad aquí, en México. Sonriente. Roja.
Radiante. Esplendorosa. A veces olvido que siempre fuiste una persona muy
feliz, y yo era quien te hundía. No, tampoco. No era yo quien
pasaba felices las horas. Mi tristeza de esos años te salpicaba hasta los
tobillos. Y eras lo suficientemente buena para gozar de mí,
levantarme, recordarme que entonces tenía sentido ser quien era.
Poetas y compositores hacían reverencia. Aunque hubo momentos donde mi sangre
te daba hasta el cuello. Y no podías, no podíamos sernos más. Ahora lo recuerdo
bien, fue hace tantos años. Luego conociste el amor después de mí, y con ese te
quedaste. Claramente buscabas otras maneras para ahogarte. Ay amor. Hace
tantos años de eso. Ahora me marcharé al océano una vez más. Te
escribo otra carta que no envío porque es la única respuesta ante el silencio.
Cada vez más lejos. Mi padre nos hará allí una casa, y como no hay a nadie a
quien quiera menos, ni más que ti, jamás; no pensaré un sólo segundo en que me
abandono otra vez a mí misma. A que jugamos al destierro. No. No pensaremos
más. Esta vez actuaremos, y encenderemos fuego. Ya siento como se extingue
todo. Es un aire de sur, es una brisa de mar que arrasa con todo. Es más
evidente dentro de la música del sueño. Más palpable, más necesario, más rotundo.
Es tan absurdo sentir nostalgia de uno mismo. Que el verano se terminó, y estamos tan lejos.
1 comentario:
Otro placer más. Me transmitís algo que me suena familiar, y esa manera de decirlo tan "impulsiva", desestructurada, rompe cualquier esquema. Un beso!
Publicar un comentario