jueves, 27 de marzo de 2008

Algo así como...

Hoy fue de esos días con mucho viento donde te fallan los ojos. Una camina con la cara toda arrugada, como molesta, inconforme. Llena de tierra. Ruegas por un taxi o un colectivo vacío. Y lo consigues, después de unos pasos desnudos, logras llegar a la calle donde abundan como pequeñas hormigas en huida de traviesos dedos infantiles.
En ese coche viaja una pareja seguramente destruida, aburrida, posiblemente sin vida sexual y el esposo te mira como desgajándote. No es excitante sino perturbarte con un nerviosismo que asquea. Te da pena su mujer y su falda. Y tú no luces como una mujer, más bien luces como “algo”. No sabes caminar sensualmente, ni mirar a los hombres, ni te vistes con blusas de bajos escotes. Con favor del dinero de tu madre vas al bazar, te haces de cuatro bufandas muy viejas y deshiladas en verano. Las amas, ellas detestan tu cuello y no importa. Usas la ropa como escondiéndote del mundo: negro, verde, rojo, los mismos sneakers de marca conocida. En realidad no le importas a nadie en la calle, sólo tus senos 38 copa B, si pareces “algo” indecente, más feo que la mayoría.
Tú no miras a nadie, no quieres a nadie más que a ella. Y las mujeres también te miran, no con envidia sino rechazando a su especie y de momento ellas son despreciables. Vas por ahí con un cuaderno rojo bajo el brazo esperando que las ideas fluyan mientras nadie viene. Viajas, el otro auto donde subes huele a gas o helio y tú escuchas a Javiera Mena muy alto para que te de orgasmos mentales. Entonces recuerdas a alguien indeseable, pendenciero, te pones triste. Te preguntas si piensa en ti, luego no piensas nada, esperas por si acaso el móvil se enciende. No se enciende nunca. No necesitas móvil a veces, necesitas ganas y tiempo para ponerte esas bufandas, ir al Jardín del arte, al cine, sentarte, por fin ver esa película francesa aún estando sola.
Luego, llegas a la facultad, te cercioras que no debiste maquillarte, ensuciarte más las cara y después están ellos. El equilibrio con las cosas. Sus risas, las mujeres simpáticas que te aceptan con tu aspecto de “algo”. Las calles son tan largas y los autos son tan rápidos que piensas que es el momento de suicidarte, no lo haces, mariconamente piensas en tu madre mientras el día se vuelve eterno.
Por la noche vuelves a casa y tienes visitas, las quieres, por instantes imploras que no se vayan. Y también deseas que alguien grite con furia tu nombre, como buscándote. Como atinándote en un inmenso muro con grietas y grumos que dejo la pintura color ocre.
Una se sienta en un día de viento como esperando que los pies tracen una brecha segura hacía donde alguien no te busque, pero arduamente te encuentre, y vea en ti todo, absolutamente todo, menos algo.

2 comentarios:

Stephen Gordon dijo...

Tus días no son tan distintos a los mios, se lo que es ese "algo". El evadir las miradas deseando no ser observada, como un objeto o con extrañeza. Para mi es un cielo gris que se dilata, ante la palabra no pronunciada. La angustia/ansiedad persiste y lo poco que vale la pena esta en tan pocas partes. Aquí como siempre vengo a encontrarte y si no te ofende, a encontrarme. Buscando pertenencia.

Banana dijo...

hello-good bye....''


un poco tarde pasando a tu lindo blog.. pero aqui estoy.
me dio gusto verte por mi blog.. de vdd gracias.. vendre a visitarte mas seguido por que la verdad me gusto este post que hiciste.. bueno.. solo vengo a decirte que claro q voy a cuidar a esa nena hermosa.. si la adoro, me encanta,me vuelve loka como crees q no la voy a cuidar y mimar.. que aqui entre nos esta muy mimada eh.. pero no importa ..


saludos y espero verte mas seguido por aya..

un abrazo del oso para ti tambien.