jueves, 20 de marzo de 2008

Eso que tú sabes




Ella duerme aquí a un lado. De vez en cuando le gusta obsérvame hacer la siesta. Parece que hay algo en la manera de oprimir mis ojos que le agrada. Creo es como ver comer a una mujer, contemplar como se mueven sus labios, adivinar cuanto se llena la boca. Karina viene a veces y me cuida, me abraza, me huele el pelo. Me dice “bonita” muchas veces y yo no me lo creo de a poco para sentirme alguien. Me acaricia la cabeza y susurra “eres tan linda” detrás de los espejos. Es necesario ves, es necesario. Nadie lo hace nunca. Pero ella viene a quedarse numerosos días y con sus delgados brazos morenos me envuelve.
Y me le acerco como un huérfano al muro que le servirá de sombra en los días venideros. Tan fríos ves, tan solos y llenos de gente que no me llena. Aquí hay un ejercito de mujeres y la única que miro es ella, quien duerme aquí a un lado, me dice: ¿me hablaste? ¿dijiste algo?
Y yo la miro entre la oscuridad de la habitación mientras lo niego. Detengo los minutos en mis ojos. No puedo ahora apretar mis ojos con dos tuercas. Si fuera allá mañana vendría de a poco con el sol y les explicaría a todos como es esto, de cuidarme, de ayudarme con los días. Nadie me escribe ves, yo me oculto. A momentos ya no reconozco mi rostro. Como es costumbre en los lugares más bellos a donde voy, me pienso diciéndole: mira, cómo es posible que la gente pase por ahí, caminando, no flotando, sin saber que diablos son las alucinaciones. Cómo se escurren los orgasmos mentales desde los oídos, sin despertarse de los sueños donde diriges al buen Mozart.
Ella duerme aquí a un lado y pienso ir pronto. Decirle: gracias, me hacía falta tu pecho. A veces me duele tanto eso que tú sabes y no hallo el fondo de su hueco mohoso y desnudo que me grita: ven, húndete, naufraga.
Se me alargan las horas por esta noche, y hay algo en la orilla del cuarto que se aleja – eso que tú sabes – que carece de constancia y forma, tú sabes, eso que me araña, muerde y come.
Muchos no lo saben, pero es una mujer sin duda, es una mujer con un fleco de pies grandes.

1 comentario:

Stephen Gordon dijo...

"A veces me duele tanto eso que tú sabes y no hallo el fondo de su hueco mohoso y desnudo que me grita: ven, húndete, naufraga"

Hoy tengo tantas ganas de mandar al diablo todo, creo que más que entender esa situación tu la sientes, ¿cierto?. Hoy pesan tanto las horas, ahogan.