
Para
Ana
La lila, se resquebraja y nadie
coge su pelo.
Es inhumano, pétalo enraizado
a las entrañas del dolor, tu gemido
o el llanto a través del noctámbulo
grosor de la niebla que zarpa
desde los pies de la ausencia.
Ningún anciano le dice:
Buena tarde, es bravo el viento.
Todos estos preñados recuerdos
la enervan. Todos los hombres
no caben en medio del muro.
La lila emerge desde las piedras
húmedas del parque donde no
se masturba el sol con las acacias.
Es un alud inclemente de
nervios y pistilos. La clemencia
de tus bocas escurriéndose en
los bordes de la isleta.
Pero desde hoy te digo,
la lila sempiterna cruje en
todas las ciudades.
Yo errante, busco un olor con tu
historia en los vestigios.
Nadie es tan triste como la lila,
nadie es tan lacrimoso como
nosotros.
Quién compraría –amada-
el temblor de tus enlaces
corporales por qué es impío
el momento que –nos- destroza.
Es que vos no tenés cuerpo,
posees una institución
herética que arde entre
la guerra. Y yo te observo,
nunca es nada de la caída,
es algo acerca de la paz
en estos tiempos,
la lila cierra sus ojos
y espera, como una luz
sacrificando las sombras.
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