
Por la tarde en ocasiones también es mañana. Si no me lavo la cara perfectamente o mastico la pasta dental despacio, y despierto los ojos, todo es confuso, tranquilo, muy malo para la salud. “Para el amor es tarde la mañana”. Y para estos gemidos que crecen en medio de mis grietas, a través de mis quiebres, en las esquinas de mis costillas, todo es propicio. Esta enfermedad de la cual no sé el nombre mordisquea las otras puertas para liberar mis muñecos viejos, y caminen, con sus pequeños pies como los míos y corran al columpio mohoso donde desde este mundo te observo, celosa. Soy tan prisionera de tu libertad.
Es tremenda la ausencia y si es posible jurarte, a veces ya no me siento. No me encuentro, hay tantas brechas. Sin decisiones. Solo miradas perdidas al suelo y los zapatos de ellos que a veces envidio.
Por las noches me creo historias cortas para explicar el motivo preciso de tus pasos y mis caídas. Las luces de la ciudad son como pequeñas constelaciones donde transito y por momentos imagino tus bordes. Esto es demasiado trabajo para un solo hombre, para una niña, un columpio y un auto. Por qué a veces no sé nada, para despertar como viva muriendo al doblar la calle, si se vuela la bufanda y en realidad hace un calor como el infierno.
Pronto, serán fechas tuyas. Yo buscaré una razón para no buscarte y encontrar a ellas acariciando mi frente. Las utópicas mujeres muy buenas, con mejillas rosadas, labios muy prominentes y rojos como me encanta en los besos.
Y volveré a casa cansada de todo, “todo es relativo” recuerda. Me dolerá cada una de mis articulaciones por las mañana cuando es tarde para el amor y se desayune pobremente una sopa con una menudencia muy sabrosa dentro.
Todo regresará como en una fuga cuando apague los párpados. En medio de ese vértigo del carrusel en mi cuerpo, como el vaivén del columpio allá afuera, mucho después de los árboles, mas lejos de las nubes y el cielo. Todo regresará.
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