¿Sigues aquí?
Voy así como tú sabes, enrarecida desde el grito naciente de una tierra que implora libertad. Sigo curiosa – sé que lo sabes – gravemente te pregunto: ¿sigues aquí?, guardando esperanza tal un trueno que sigue a la tormenta y a deshora. Para entonces ya tendremos historias que contarles a los niños, habrá dulcemente lluvia sobre los brazos de la calle y sin lugar a dudas, dentro de mis costillas germinaran nuevas flores donde vengas tú – te quedes – como un hongo a la sombra de eso eterno que yo, inhumana o demasiado humana desconozco.
Cuando vuelvas y volvamos, aquí no habrá existencia, solamente a través del ombligo que une nuestros cuerpos, la fijación oral, el fetichismo, las flores rosas con sus delgados hilos verdes.
Y camino así, yo te busco aún con mis piecitos torcidos paralelos a las calles torcidas, cuestiono a las aristas por tu estancia diminuta entre un Tampico tuerto y seco hasta una ciudad artística sin vida donde no habito.
Voy así como tú sabes, enrarecida desde el grito naciente de una tierra que implora libertad. Sigo curiosa – sé que lo sabes – gravemente te pregunto: ¿sigues aquí?, guardando esperanza tal un trueno que sigue a la tormenta y a deshora. Para entonces ya tendremos historias que contarles a los niños, habrá dulcemente lluvia sobre los brazos de la calle y sin lugar a dudas, dentro de mis costillas germinaran nuevas flores donde vengas tú – te quedes – como un hongo a la sombra de eso eterno que yo, inhumana o demasiado humana desconozco.
Cuando vuelvas y volvamos, aquí no habrá existencia, solamente a través del ombligo que une nuestros cuerpos, la fijación oral, el fetichismo, las flores rosas con sus delgados hilos verdes.
Y camino así, yo te busco aún con mis piecitos torcidos paralelos a las calles torcidas, cuestiono a las aristas por tu estancia diminuta entre un Tampico tuerto y seco hasta una ciudad artística sin vida donde no habito.
Me dicen las piedras de gran panza que viniste – esas rocas barrigonas que se comen el tiempo –, descalabraste el sueño de las zarzas de mi ciudad desnuda, con barandales impúdicos. Quienes viven aquí donde no hay vida. Sólo la duda de unos pies dejando huella en las paredes.
Entonces, qué dirías: ¿Y si nos quedamos aquí? Te voy a conseguir un campo de columpios donde crezcan rehiletes, ya veras, voy a comprarte piernas nuevas al otro día por jugar tanto.
Por eso pregunto si sigues aquí, por qué quizá, pudieras venir y comerte mis ojos que esperan. Estoy enferma de ausencia, que gime, llora. A veces se lía con la depresión que es muy confianzuda y almuerza, duerme la siesta, corre. Voy de esa manera que conoces, siempre incoherente, como buscando sin encontrar donde sentarse después de la vigilia.
Por eso pregunto si sigues aquí, por qué quizá, pudieras venir y comerte mis ojos que esperan. Estoy enferma de ausencia, que gime, llora. A veces se lía con la depresión que es muy confianzuda y almuerza, duerme la siesta, corre. Voy de esa manera que conoces, siempre incoherente, como buscando sin encontrar donde sentarse después de la vigilia.
Espérame amor y sufre. Calla los ríos que traen risas insulsas. Sangra hasta que sientas el vacío lleno.
Me siento así – tú sabes – con mis tobillos raquíticos, demasiado cortos aspirando la acera, acariciando las baldosas sucias de la ciudad. Ellos eternamente dilatan sus huesos como esa alma, saboreándose el paraíso.

1 comentario:
Es una corriente creciente en mis lacrimales impudicos... es algo que se parece a ti... sereno y aterrorizador, tan dulce...
Seguir, seguir, en transparencia... vagabundamente, intrepidamente... o fugaz? o para siempre...
Lo impredecible de nuestros dedos.
Siempre.
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