viernes, 30 de mayo de 2008

Cartas II



El miércoles te noté impaciente. Casi no nos vemos, pero te percibía y lucías preciosa, y exactamente impaciente. Supongo sólo era la euforia de la que me hablaste antes de todo. “Una euforia peligrosa” que a ti espontáneamente te surge. Y yo sé, cuando eso sucede es preciso cuidarse de los precipicios, llamar al dentista, contar las grietas de una pared. Aunque solamente fuese una urgencia que no me dices. Que prefieres callar, por una razón muy tuya, que olvidas y recuerdas a la misma vez. A mi me gusta imaginarte eufórica. Impaciente. Imaginarte sin más. Entonces no quise contarte lo que hice ese día. Aquél miércoles desperté aturdida, esa confusión siempre presente al tener un sueño descarnado y denso, o aquello de ser simplemente yo. Nunca te digo, pero siempre estoy tarde. No me gustan las horas, me veo corriendo tras ellas, gritando: ¡esperen! Seguramente les parezco antipática por mi indiferencia a su velocidad. Tú bien sabes de mi indiferencia ante tantas cuestiones. Pero eso no importa. Ese día camine mucho y trataba de recordar donde estaban las oficinas del Servicio postal. Y me causo mucha risa notar que la encargada se parece mucho a mi ginecóloga o mi ginecóloga a ella, además que me decía “amiga” o “señorita” o algún formalismo así. Yo sonreía mucho por qué salir al mundo siempre me causa cierto calor interno. Como ser un monstruito encerrado al ver la luz, sentir el viento, llenarse los zapatos rojos de arena, me provoca una grave fascinación. Le pregunte algunas cosas, “aah…ya no recuerdo donde se pone el remitente, ¿me podría decir?” Y ella me decía. Justo unos minutos después me di cuenta que había olvidado la libreta de direcciones, por qué esa no es tu dirección, y no podría aprenderla por qué sería en vano. Esas distracciones nos suceden a nosotras, tú olvidas las llaves, yo la libreta, nos olvidamos a nosotras mismas sobre las hojas de un libro inconcluso. Tuve que regresar a casa, volver allí mismo unas horas después. Tomar un taxi siempre de prisa. Creo que me sentía nerviosa respecto al Servicio postal. O algo reacio en mí, sabía lo que significaba eso, despojarse de una parte de ti que siempre has guardado celosa o un anonimato muy raro, un segundo paso, o puede que algo más. Para cuando regresé ella me reconoció y me dijo: Listo ¿verdad? Yo le sonreí, vestía de rojo. Soy muy pequeña, no alcanzo mucho las estanterías y tengo que estirar mis pies o mi cuello, pero ella estaba ahí preguntándome: ¿qué envía señorita? Y yo, ¿que le digo? Efusivamente “cartas a mi novia, cartas a mi novia” Ella no tiene por qué saber, entonces afirme: Papeles, cartas. Que bello hacer estas cosas, cuando seamos mujeres mayores y recordemos mientras alguien nos lee a un autor siniestro; Diremos: Sí, nos hacíamos cartas, teníamos muy mala letra pero las escribíamos igual, nos besamos de lejos al humedecer el sobre con la lengua. Y ella pesó los sobres varias veces y yo no dejaba de pensar: Qué sería correcto decir que envío. Todo de mí o lo que quepa en un sobre amarillo, con un sello de cera y una firma sin nombre. Y cuando salí de allí me sentí desolada. Asunto natural. Pero sólo eran cartas, en un día donde estabas impaciente y yo no te quise decir todo este cuento del Servicio postal.

lunes, 26 de mayo de 2008

Las Narnianas, el Triciclo y el Centauro



Ayer vi Las crónicas de Narnia por segunda vez. La del Príncipe que en realidad, no sale tanto. Fuimos las dos. Tuve que llevarla, decirle: querida, tengo que verla de nuevo. Ella sabe que los ojos se me inundan al ver todos esos mundos hechos realidad. Que es tanto como acá, como allá. El mundo de ella y sus flores secas - terciopelo, encaje negro, dibujos que le ha dado su novio - Karina tiene flores secas por toda su habitación. Y lloramos por dentro al ver todo eso. Gritamos POR NARNIA varias veces, hacíamos ruido sin molestar. Alzábamos las manos: ¡Aslan! ¡Aslan! O cuando los árboles atacaban: ¡Los árboles! ¡Los árboles. Y quedamos en que la próxima vez llevamos espadas o un carcaj y yo llevo mi fauno de peluche. Aunque no sé dónde está. Más tarde bajaré desesperada a buscarlo. Mi madre dirá: eso es del diablo Jazmín, eso es del diablo. Y a mi me importara lo que le importa a un niño destruir un hormiguero de arena. Lo más seguro es que Romeo Poulain lo haya ofrecido en sacrificio en el patio de atrás. Pero eso lo veré más tarde. Anoche, hubo que contener el cuerpo de Karina. Se puso muy triste por qué a la mitad de la película se muere un minotauro, y la emoción era mucha, y hubo intermedio y no queríamos café. Ni esas cosas que los vendedores te ponen en frente acosándote. Ellos quieren tu dinero. No les dimos lo que querían. Karina, mi amada y bella Karina, dice que es Aslan, me dice: Mira mi melena Poulain, mira mi melena, yo le digo: La veo. Luego me dice que por qué no vivimos en la Narnia de C.S. Lewis, si me ve tan bella montando un Centauro. Abrazándolo, acariciándole las orejas. Sujetándome de su cabello. A todo le digo que si, por que yo también lo veo. Nos vemos allí. O quizá en la comarca de su buen amigo Tolkien. Ya cuando vamos en el autobús y escuchamos Secret Garden o Malice Mizer, nos preguntamos la una a la otra, si es que somos raras, estúpidas, o algo así. Por qué cuando vimos Harry Potter ella se enamoro de Dumbledore y yo del personaje de Gary Oldman, pero eso era normal en mí. Es Gary. Hacíamos como cuando el muy lover se volvía algo así como un Fénix y yo me achataba la nariz “¿Quién soy?”: el innombrable Poulain, eres el innombrable. Y esas cosas tan nosotras cuando salimos del cine. Nos daba más risa que pensar en cómo somos. Pasamos a otros asuntos. La crisis ambiental no es nada buena, pero vivimos muy lejos, muy lejos, tenemos que tomar el autobús. Para nuestro consuelo pretendíamos ir en triciclo, y cerramos los ojos, movíamos las piernas. A veces me volteaba y le decía: Te amo mucho baby, ¡vira a la derecha! ¡Vira a la derecha! Ella viraba a la derecha y yo le seguía. Prontamente ella me susurraba cerca del oído: ¿a qué huele el centauro Jazmín? Yo le tuve que decir, que esa, es otra historia. O sólo otra crónica de Narnia. Karina dice: Cierto, somos Narnianas. Y pedaleaba más rápido el triciclo. Yo seguía cabalgando un gran centauro.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Cómo sería




Cómo sería decir “debo dormir ahora, amor”,
cómo sería.
Posar, dejarte ver mi cansancio, verme arañar
la sabana verde de los campos de mar.
Contemplarme desnuda de mí. Por sobre todo,
de mí. Cómo sería nombrarte sin tu nombre.

Dejarte, dejarme. Dejar el mundo un minuto.
Quitarme los ojos, ponerme los tuyos.
Mudar de piel, ser música en tu oído.
Tu clásico oído de flora. Ser como quien vive
siempre dentro. Ser una lagrima roja.

Cómo sería decir “enjuaga mis pies, amor”,
cómo sería. Bébeme lento, elévame. Ser arpegio,
un nulo arpegio. Devorarme, devorarte.
Desde la voz hasta aquello donde te escondes,
y donde termina la línea del ombligo. Vientre
de infante inmaculado. Hacia allá, al hospicio.

Liberarme de la duda. Contar lunares huérfanos
amor, encontrarles una forma, plasmarlos sobre
el óleo de tu boca. Comer los lunares, de los
lunares. Lamer, la boca de las bocas. Vaciarme el
agua del cuerpo. Gemir todos los cuerpos.

Cómo sería decir “estoy exhausta, amor”,
cómo sería. Gritar, permitirte ser la palabra
rota entre mis dientes. Cómo sería sernos
abajo. Dejarme y dejarte, ser viento arriba,
ser viento a lado. Ser ambas, cruzando el espacio.
Decir “debo ser polvo, amor”. Ser,
como debiera
ser.

martes, 20 de mayo de 2008



Trato de convencerte de que soy así. Hoy no saldremos a jugar y me mantiene ida o molesta. Absurdamente espiando, para que no nos ganen la caja de arena o el subibaja. De cualquier forma no vamos a jugar y está decidido. Te encuentras buscándome en los libros, revistas o en cualquier bazar. Pueda ser que bajo las piedras muy grandes, en el cabello de una niña muy alta. Por las orillas de cada parque. O pueda que no me busques en realidad. Yo en vano intento persuadirte de que soy así, solo así. Frágil. Como mística, como oscura. No sé. El otro día me imagine que si yo pudiera verterme despacito en el viento ya no habría que explicar nada. Ser así, sólo así. Algo etéreo. Jugaría contigo en cualquier parte, contigo, con cualquiera de tus partes. Pero junto a ti seguro. Hoy no vamos a jugar y probablemente este aburrida pasada ya la noche. Preguntándome porqué en mi walkie talkie solo se escucha un “si vinieras, si tú vinieras”. Si sólo vinieras. Sigo acomodando las palabras al revés para que descifres mi anciana edad y cómo se llama la canción que siempre canto. Trato de convencerte que soy así, pero ya no quieres jugar conmigo. Que soy así, como la música que escucho. Por qué la entiendo, por qué traspasa todo esto perpetuo que soy. Como niña, como adulta. Como la lluvia que cambia de lugar si la sostengo con mi dedo. Trato de convencerte de que soy así, una mujer o algo. Algo así, muy yo, todo lo que dicen que soy yo, ellos. Un poquito feliz y un poquito triste sería. Sí, así sería. O pueda que no.



viernes, 16 de mayo de 2008

Cartas


Fragmento de una carta escrita a Stephen Crown:

"[...] Lo cierto es que la primera mujer que me llevo más allá del gusto fuiste tú, algo que vale la pena, que vale la pena contar. Pero por alguna razón ambas preferimos todo esto, sin esas complicaciones, reproches, enredos. Quizá mi manera de amar en esa faceta te enfermaría hasta el asco, te cansaría los huesos o simplemente te destruiría como acostumbro hacer. Pueda ser que todo se fuera al carajo. Por eso y seguro muchas cosas más tenemos esto. Brindo por esto eternamente.
Me gustaron mujeres antes, creo desde niña, desde muy niña pero para mi es cierta fijación con la perfección. Y con esto no hablo de lo físico que al final no viene importando...sino ser una obra de arte, una mujer puede ser una obra de arte intrínseca. Una mujer como yo, puede amarlas a todas, todas son mujeres dicen. Ellos dicen: todas son hermosas bla bla bla. Simplemente no lo creo así, podría hacerle el amor a cada una probablemente, pero ninguna me gustaría lo suficiente. Incluso atreverme a decirles te amo, sentir que las amo y lo más seguro es que no sea verdad. Me miento siempre, le miento al mundo. Con ella no creo mentirme ahora ni nunca. Jessica Stein me llevó desde la risa al llanto. Me la imaginaba a ella ahí, toda histérica diciéndole a quien sea: ¿te doy asco? no, no, no puede ser, tengo que terminarlo. Me veía a mí siempre exigiéndole más de lo que puede darme o lo que puede permitirse dar. Tantas veces Crown, pedí tanto de ella sin saber o sin ser tan egoísta, me siento egoísta hoy. Siendo que yo la provoque, fui yo quien se aprovecho de su belleza, de ese amor puro e incontrolable que no veía venir, que no sabía descifrar y yo, con afán de alimentarme quise testar y apropiármelo. Te cuento que me dolió verla por que esta vez fue diferente, es todo tan "así". Sé bien que tienes en mente: todo lo que se hace por amor va más allá del bien o del mal. Lo sé, pero nunca seremos ella, ni pensaremos como ella. No tenemos su historia, ni su edad, no tenemos nada de ella. Comienzo a pensar que hasta hoy le amo de veras, completamente y profundamente. Y sé bien como terminará esto, aún así de vez en cuando me invento historias, diminutas historias en mi cabeza del principio, del clímax, del final de todo. Sé que terminara con un viaje eterno, una linda boda y una mujer llorando mil vidas, como si supiera que fue hecha para alguien pero ya no está ni lo estará. A veces me pienso así, que este dolor no ha comenzado siquiera, ni el amor, ni el deseo, ni la impotencia por poseer su boca aún cuando todo lo que hemos tenido ha sido libertad. Por que nunca fui tan libre y me esclavice tanto. Sí amada Crown, ver Jessica Stein me dolió por que me duele. Me retorcí en la cama de angustia, tuve que prender de nuevo la PC, pensar, idear que tenía ganas de escribirte. Como si escribirte fuese posar mi frente en tu ombligo, sentir que me sumerjo en aguas nunca hostiles. Aguas claras y de temperatura hermosa...Oh Crown hasta cuando seré esto que soy. Esto que ama así, que le ama así hasta desear la muerte. A ti y a mi no nos haría bien esto. Construiríamos un abismo ambulante para echar cuesta abajo todas nuestras penas, nuestros holocaustos sin fin ni principio. Me cubría el rostro Crown, gritaba eufonías desesperadamente tristes hacia dentro de mi cuerpo. En un futuro no voy a soportarlo, lloraré, lloraré, moriré un segundo y después despertaré para darme cuenta que sigo llorando algo que si bien no hará ruido toda la vida, seguirá arañando con silencio. Tendré que ser feliz Crown en la medida de lo posible. También reconozco que no será el fin del mundo pero por ahí escuche o leí, que el amor debe de dolerte, debe de dolerte mucho, mucho y debemos estar felices por ello por qué si duele es buena señal.
Hay tantas personas allá afuera que tengo que ver, probar, morder, oler y saborear. Yo lo sé amada Crown, yo lo sé. Pero tal cuando sin titubeo me dijiste que con Ana podrías pasar toda tu vida, ahora yo te digo, esto va doler, va doler siempre. Jessica Stein me abrió una pequeña herida ardiente y rosada, no sé por qué ya que es perfecta, seguro son esas palabras que revolotean las sienes diciendo: yo quiero que seas tú, yo quiero que sea ella. ¿Por qué este terrible momento Amada Crown? ¿No debimos? ¿Lo tiro todo a la basura? Ayúdame. Escríbeme. Te extraño. Prometo no hablar más de esto pero ven, dame consuelo. Los días van, no estoy muriendo a diario es un panorama sereno, sólo sucede que esa película hizo su brecha en mi herida y sus pasos, me duelen."

lunes, 12 de mayo de 2008

Llamada de Waltz a Who the fuck is she?


>…Sé que reconoces esta, mi voz atípica, cortante. Lo sé bien. Aneska está dormida y decidí marcar tu numero telefónico, esperar pacientemente mientras sonaba, esperar, esperar…pero sólo logre tener respuesta de esa maquina contestadora. Ya sé que no me quieres y que esta llamada te parece absurda, casi nula. Pero llamarte ahora de repente me sirve de algo. Tiene cierta utilidad masoquista, algo así. Me gustaría mucho escuchar tu voz otra vez. Suave, acuática, muy de mujer elemental. Una mujer elemental. Me gustaría que levantaras la bocina; la apretaras contra tu oreja, te preguntes si quizá es un chico al que le llamas atención. Que únicamente necesites decir: “si, voy para allá” o un “yo también”. Que tú me escuches lentamente, esperando al igual que yo algo, lo que sea pero algo y tal vez podamos entablar una conversación que pueda sonar más o menos así: 

- Hola Waltz, ¿cómo te va?
- Vivo. Aunque, no soy buena con esas preguntas. Nunca sé como estoy, tampoco creo que el mundo lo sepa. Detesto esas respuestas inmediatas programadas, “si, bien, muy bien, más o menos, ¿Y tú?”…Pero yo creo que al menos “estoy”. 
- Ja ja ja – te reirías, tendrías que hacerlo - Waltz…tan tú siempre. Ah…y como está esa mujer con la que vives ahora ¿Aneska? 
- Si, Aneska. 
- Si ella, ¿cómo está?

Tú bien sabes que ahora me acuesto con ella. Que le invento desnuda en cualquier parte de la habitación verde, tú lo sabes, que es muy rubia y alta, moderna, refinada, un poco tonta a veces, lo cual ahora me da igual. Con labios impresionantes. Perfil certero. Sabes que me gusta morderle las piernas sin provocarle dolor. Idolatrarle los pies, desde la punta de la cama, acechando, como siempre lo he hecho como huyendo de quien sea, escondiéndome de a poco por encima de mi propia piel. Deteniéndome. Jugando el perfil mío a través de su dermis pálida y transparente. Y mi cuerpo moreno goza ese vuelco de arena y miel. Reinventando la manera exacta en como debe convulsionarse una mujer entre el medio y el índice. Tú bien sabes – cínica - que ahora me acuesto con ella, pero me preguntas “Si ella, esa mujer”. Si alguien me hubiese dicho que serías tan fresca no me lo creo. En realidad cualquier cosa de ti, no me la creo. Pienso un poco en la situación, en lo que pudo ser, si fueras tú la acuarela que surge en la pared verde musgo. Y no Aneska, mejillas pecosas Aneska. A la que acecho con mi característica hambre paulatina. Adyacente a todos mis sucios pensamientos de mujer apasionada o quién sabe que otra cosa. Pero similar a una mujer. Si fueras tú, si vivieras tú, resucitada en algo más parecido a ti y no a eso que eres, que no contesta el teléfono o que pregunta hostilmente: 

Si ella, ¿cómo está? - Aneska está bien, ella te diría “estoy bien”. 
- Si, supongo…y tú ¿cómo estás respecto a ella? 
- Ja ja ja – me reiría un poco, tendría que reírme un poco 
– Me va bien, no es tú, pero supongo que está bien. O tendrá que estarlo, ¿eso es lo que querías oír? - 
Lo es si es la verdad. Me dio gusto saludarte M. Waltz, pero alguien espera y ya es tarde. Se me hace tarde. Cuídate siempre y a tu Aneska dale mis saludos.  

A veces pienso, querida, que yo diría cualquier cosa que tú quisieras escuchar si tan sólo contestaras. Si elevaras la bocina hacía tus oídos. Pero no lo haces. Probablemente estés dormida, cansada de ti. Y sea cual sea mi pensamiento lo callaría, lo callaría por que podría hacerte daño, todavía más daño. Por ahora no contestas y aún sigo pensando que si habláramos, sería bueno iniciar una conversación semejante a la que pude explicarte aquí. Sin mis desvarío, sin Aneska, sin las respuestas programadas, sin mis enredos existenciales o de hecho sin mí, por que después de todo era verdad, lo único que era verdad, era eso.

viernes, 9 de mayo de 2008

Absurdo




Mañana, sólo mañana
amaneceré feliz, bien feliz
por amarte así, así, de tanto.
Me diré: pero que bella es
la mujer que amo, así, así,
de tanto.
Y en nadie he podido
ni podré, recorrer así las venas
y sentir desde la sangre, un arrullo
infeliz y cuarteado. Un derrumbe.
Noches de piedra y sal. Fuego y
hambre. Pero, ¡que rica hambre
en forma de espiral afeminado!

Y lee bien, que solo mañana
tendré revuelta la hora donde
no te extraño. Comeré tu
boca, como haciendo fotos
de tu boca, quemando de
mi lengua oscuridades. Como
si estuvieras acá, cocinando
el desayuno y yo desdibujando
más hambre, siempre hambre.
De ti el eterno ayuno, una famélica
anátomica.

Mañana querida,
olvidaré el sabor de tu ausencia.
El descuido que arde. Le llamaré
a las horas un disimulo distante,
y únicamente mañana, volveré
a imaginarme muy niña. Con un
overol azul y blusa blanca debajo.
Diciéndote: -tu nombre- , hoy la
pasan en la tele
. Como si fuésemos
dos tipas regulares, normales,
en un domingo familiar. Olvidaré
que me ensartas tres dagas en el
pecho cuando dices: te odio tanto
como te amo
. Y yo te amo, más y más.
Cuando crece profundo en mí,
un deseo incontrolable,
aniquilando la desgana de tragarse
el espacio donde se desarrollan tus
fauces traicioneras. Y correré
la voz a todas las que habitan
dentro mío, para que no necesiten
todo de ti y se conformen.
Cruelmente, estén felices con lo
que les toca. Tu abismo, tu belleza
terrenal, esos pechos como si
fueran el cielo de gigantes.
O el simple sonido de las manos
como esculpiendo arte sonoro y
con ruedas que viajan a través
de esta ciudad tan grande.

Mañana, mi amor, si existiese un
mañana así, perfecto. Ya no sería.
Sólo un paria errante esclavo de tus
celos y vergüenza. Sólo dos olas
cambiantes al vaivén de tu mar
inmenso. Si existiese mañana, ya
no sería yo. Amándote, así, así
de tanto.
Correría martirizada
por algo que desconozco. Ahora.

Por eso ahora,

escucha,

recorre.
Que el dolor es la cera que te
forma y te consumes, te consumes
diario, como el sol que nace,
mata,
sonríe

y se desvanece
sin falta,
cada
puta
tarde.

miércoles, 7 de mayo de 2008

De las cosas azules o algo así




Me acobardo, me siento
medio marica a veces.
Ayer le conté a mamá
de los hombres verde-azules
y Neftalí le dijo: hey, esta
tipa se droga.
Y ella le dijo: qué no, que yo
algún día los he visto.
Me zangoloteó medio feo
el chaparrito: ¡reacciona,
reacciona, ya no
eres!
. El dijo: “ya no eres”.
Pero nunca he sido.
Me acobardo, me siento
medio marica a veces.
Y Rosa le respondió: ¡la vas
a romper!, ¡no la rompas!.
Y Neftalí se detuvo como
un buen verdugo, uno que
otorga perdón. Entonces
yo lloré, lloré tanto. Y el
hombre verde-azul se
comió mi llanto despacito,
como masticando perlas
que se vuelven dientes.
Y ella me cosió un brazo,
me dio un golpecillo en la
cabeza y me dijo: A ver,
¿verdad que eran chiquitos?
Yo dije sollozando: si, bien
chiquitos
. Neftalí se rió
un poco agarrando su
inflamada panza, conteniendo
el silencio en sus manos.
Sus grandes y moradas manos.
Y yo oprimí mis labios,
me doblé hacía abajo el cuello.
Rosa finalizo: ¿verdad que eran
azules?
, y yo dije: si, medio azules.
Y yo pensaba dentro de mí:
te acobardas, eres medio marica
a veces
. Un hombrecito azul
me da un beso en cada uno
de mis tristes ojos,
y las paredes llueven algo
como largas telas desde
el techo al piso, algo
medio verde o quizá rojo…
y lo veo
y me siento ajena,
amorfa o algo así...

Dibujo: Sadness original by *TinRilla

martes, 6 de mayo de 2008

¿Puedo ir a verte?

*
Tú no sabes, pero yo te llamo llorando.
Te digo: ¿Puedo ir a verte?
Tú no estás, me contesta la tocaya
de mi “novia”. No estás, pero llamo
otra vez: ¿puedo ir a verte?
Tú me dirás que si, “si yo quiero verte
también, te extraño tanto”. Y aunque
digas que no, yo iría. Necesito consuelo.
Necesito esos brazos delgados, morenos.
Aunque no me recibieras, yo iría. La calle
es pública y libre. Tu calle de siempre, la
misma calle que amo. No como a ti, pero
parecido. Las hojas, el recuerdo de los
charcos. Las muñecas sangrantes y los
muñecos bastardos. Yo iría. Tú no sabes
pero yo te llamo llorando, pensando, en
que el disco de Radiohead “In rainbows”
es increíble. Y tengo que grabarte nueva
música, yo te llamo llorando, cansada y
aburrida de mi,
y tú no sabes.
* Acuarela obsequiada por Karina

domingo, 4 de mayo de 2008

Ventana rota

Se filtra por esa ventana rota
viento, mucho viento
y quizá llueva
y si llueve quizá nos crezcan
fuertes raíces desde los dedos,
entonces puede ser que nos
quedemos ahí, paradas

besándonos, admitiéndonos

este amor que duele y no,
el único amor que sentimos
mordiéndonos el alma,
riéndose apartado
en una orilla, medio sucio
de barro y oxido, susurrando
entre dientes: son tan tontas.
Y cuando llevemos mucho,
tiempo – espacio ocupándonos,
pueda ser que bailemos
sobre los charcos como
Ella, ella, y nosotras
no usaremos
zapatos nunca más.
Viviremos en pausa con
los pies desparpajados
ante los suelos hostiles
en verano, y si es verano
quizá, pueda ser,
que yo te lleve a la playa
medio refunfuñando
amarguras. Cómo explicarle
a los demás lo que no existe.
Y si vamos a la playa a lo mejor
seamos arena unos momentos,
te muerdo, te huelo, te haces
soluble en mis manos, polvo
en mis manos, agua y aire
en el cuerpo, luego seremos
agua y luego viento mojado,

viento que seduce a una ventana
que va a dar a una niña sentada
escribiendo cartas que a lo mejor
hablan de lluvia, de ti o del mismo
viento.

jueves, 1 de mayo de 2008

El playground verde



Te digo que todo era verde. De verdad; las colinas, el pasto, las paredes y las frutas. Sólo el piso tenía cierto trazo café. Todo lo demás era envuelto como en una extraña enredadera aferrada a las cosas. Leíamos urgentemente al buen Brian W. Aldiss. Quién puede presumir de haberse hundido con las Criaturas del apogeo mientras el mundo era verde, quién dijo que estar allí, con los pies descalzos, terrosos, revueltos, mojados sobre el pasto, no seguía siendo la cosa más bella y orgásmica después de los besos como lluvia roja bañando las pestañas.
Ayer quise oportunamente que tú volvieras. No era común por estos días tornar a rogarle a mi cama petulante, vacía, neurótica. La que todo mundo sabe que yo odio. También ayer, llevé a los niños a aquél playground y todo era verde, te digo, los columpios gastados y las piedras de arena. Lloraba como hacía dentro y gritaba un nombre que no conozco ni ha salido desde mi boca danzando hacía unos oídos que aciertan. Hacia una cabeza que ríe y se balancea arriba y abajo. Te burlabas de mí como se burla un incrédulo ante lo imposible. El sitio era solitario pues el sol era muy blanco y estaba hasta arriba, su luz ardiente iluminaba todo los recovecos del parque para niños. Y todo era verde, muy verde y yo lloraba como hacia dentro esperando la noche. Ellos corrían, corrían lejos y yo quería correr, alcanzarte las huellas. Pero había sogas muy fuertes parecidas a raíces que se amarraban a mi rojo cuerpo vencido ya por las horas. Por qué a diferencia de otras épocas y otras gentes, llega un momento donde a ti no te busco pero hallo lentamente tus dientes bailando sobre la azotea del golpe y el arrullo. Como todo entre nosotras. Nosotras que dolemos. Querer que regreses es encontrar nuevos látigos con que castigarnos. La humanidad y yo juntas, implorando desde el territorio del hambre. Y todo era verde, me lo dicta el pensamiento, mi vestido y las alas, sus juguetes, el sonido y el sueño, y yo lloraba como hacia dentro todavía esperando saber por qué estaba ahí con mis dedos fríos, buscando una tétrica caja de música desde donde se desdoble el agua del mar, como un bosque hace mucho, mucho tiempo –eras, tal vez siglos – encerrado, reventando, en el pecho de alguien.