>…Sé que reconoces esta, mi voz atípica, cortante. Lo sé bien. Aneska está dormida y decidí marcar tu numero telefónico, esperar pacientemente mientras sonaba, esperar, esperar…pero sólo logre tener respuesta de esa maquina contestadora. Ya sé que no me quieres y que esta llamada te parece absurda, casi nula. Pero llamarte ahora de repente me sirve de algo. Tiene cierta utilidad masoquista, algo así. Me gustaría mucho escuchar tu voz otra vez. Suave, acuática, muy de mujer elemental. Una mujer elemental. Me gustaría que levantaras la bocina; la apretaras contra tu oreja, te preguntes si quizá es un chico al que le llamas atención. Que únicamente necesites decir: “si, voy para allá” o un “yo también”. Que tú me escuches lentamente, esperando al igual que yo algo, lo que sea pero algo y tal vez podamos entablar una conversación que pueda sonar más o menos así:
- Hola Waltz, ¿cómo te va?
- Vivo. Aunque, no soy buena con esas preguntas. Nunca sé como estoy, tampoco creo que el mundo lo sepa. Detesto esas respuestas inmediatas programadas, “si, bien, muy bien, más o menos, ¿Y tú?”…Pero yo creo que al menos “estoy”.
- Ja ja ja – te reirías, tendrías que hacerlo - Waltz…tan tú siempre. Ah…y como está esa mujer con la que vives ahora ¿Aneska?
- Si, Aneska.
- Si ella, ¿cómo está?
Tú bien sabes que ahora me acuesto con ella. Que le invento desnuda en cualquier parte de la habitación verde, tú lo sabes, que es muy rubia y alta, moderna, refinada, un poco tonta a veces, lo cual ahora me da igual. Con labios impresionantes. Perfil certero. Sabes que me gusta morderle las piernas sin provocarle dolor. Idolatrarle los pies, desde la punta de la cama, acechando, como siempre lo he hecho como huyendo de quien sea, escondiéndome de a poco por encima de mi propia piel. Deteniéndome. Jugando el perfil mío a través de su dermis pálida y transparente. Y mi cuerpo moreno goza ese vuelco de arena y miel. Reinventando la manera exacta en como debe convulsionarse una mujer entre el medio y el índice. Tú bien sabes – cínica - que ahora me acuesto con ella, pero me preguntas “Si ella, esa mujer”. Si alguien me hubiese dicho que serías tan fresca no me lo creo. En realidad cualquier cosa de ti, no me la creo. Pienso un poco en la situación, en lo que pudo ser, si fueras tú la acuarela que surge en la pared verde musgo. Y no Aneska, mejillas pecosas Aneska. A la que acecho con mi característica hambre paulatina. Adyacente a todos mis sucios pensamientos de mujer apasionada o quién sabe que otra cosa. Pero similar a una mujer. Si fueras tú, si vivieras tú, resucitada en algo más parecido a ti y no a eso que eres, que no contesta el teléfono o que pregunta hostilmente:
Si ella, ¿cómo está? - Aneska está bien, ella te diría “estoy bien”.
- Si, supongo…y tú ¿cómo estás respecto a ella?
- Ja ja ja – me reiría un poco, tendría que reírme un poco
– Me va bien, no es tú, pero supongo que está bien. O tendrá que estarlo, ¿eso es lo que querías oír? -
Lo es si es la verdad. Me dio gusto saludarte M. Waltz, pero alguien espera y ya es tarde. Se me hace tarde. Cuídate siempre y a tu Aneska dale mis saludos.
A veces pienso, querida, que yo diría cualquier cosa que tú quisieras escuchar si tan sólo contestaras. Si elevaras la bocina hacía tus oídos. Pero no lo haces. Probablemente estés dormida, cansada de ti. Y sea cual sea mi pensamiento lo callaría, lo callaría por que podría hacerte daño, todavía más daño. Por ahora no contestas y aún sigo pensando que si habláramos, sería bueno iniciar una conversación semejante a la que pude explicarte aquí. Sin mis desvarío, sin Aneska, sin las respuestas programadas, sin mis enredos existenciales o de hecho sin mí, por que después de todo era verdad, lo único que era verdad, era eso.
- Hola Waltz, ¿cómo te va?
- Vivo. Aunque, no soy buena con esas preguntas. Nunca sé como estoy, tampoco creo que el mundo lo sepa. Detesto esas respuestas inmediatas programadas, “si, bien, muy bien, más o menos, ¿Y tú?”…Pero yo creo que al menos “estoy”.
- Ja ja ja – te reirías, tendrías que hacerlo - Waltz…tan tú siempre. Ah…y como está esa mujer con la que vives ahora ¿Aneska?
- Si, Aneska.
- Si ella, ¿cómo está?
Tú bien sabes que ahora me acuesto con ella. Que le invento desnuda en cualquier parte de la habitación verde, tú lo sabes, que es muy rubia y alta, moderna, refinada, un poco tonta a veces, lo cual ahora me da igual. Con labios impresionantes. Perfil certero. Sabes que me gusta morderle las piernas sin provocarle dolor. Idolatrarle los pies, desde la punta de la cama, acechando, como siempre lo he hecho como huyendo de quien sea, escondiéndome de a poco por encima de mi propia piel. Deteniéndome. Jugando el perfil mío a través de su dermis pálida y transparente. Y mi cuerpo moreno goza ese vuelco de arena y miel. Reinventando la manera exacta en como debe convulsionarse una mujer entre el medio y el índice. Tú bien sabes – cínica - que ahora me acuesto con ella, pero me preguntas “Si ella, esa mujer”. Si alguien me hubiese dicho que serías tan fresca no me lo creo. En realidad cualquier cosa de ti, no me la creo. Pienso un poco en la situación, en lo que pudo ser, si fueras tú la acuarela que surge en la pared verde musgo. Y no Aneska, mejillas pecosas Aneska. A la que acecho con mi característica hambre paulatina. Adyacente a todos mis sucios pensamientos de mujer apasionada o quién sabe que otra cosa. Pero similar a una mujer. Si fueras tú, si vivieras tú, resucitada en algo más parecido a ti y no a eso que eres, que no contesta el teléfono o que pregunta hostilmente:
Si ella, ¿cómo está? - Aneska está bien, ella te diría “estoy bien”.
- Si, supongo…y tú ¿cómo estás respecto a ella?
- Ja ja ja – me reiría un poco, tendría que reírme un poco
– Me va bien, no es tú, pero supongo que está bien. O tendrá que estarlo, ¿eso es lo que querías oír? -
Lo es si es la verdad. Me dio gusto saludarte M. Waltz, pero alguien espera y ya es tarde. Se me hace tarde. Cuídate siempre y a tu Aneska dale mis saludos.
A veces pienso, querida, que yo diría cualquier cosa que tú quisieras escuchar si tan sólo contestaras. Si elevaras la bocina hacía tus oídos. Pero no lo haces. Probablemente estés dormida, cansada de ti. Y sea cual sea mi pensamiento lo callaría, lo callaría por que podría hacerte daño, todavía más daño. Por ahora no contestas y aún sigo pensando que si habláramos, sería bueno iniciar una conversación semejante a la que pude explicarte aquí. Sin mis desvarío, sin Aneska, sin las respuestas programadas, sin mis enredos existenciales o de hecho sin mí, por que después de todo era verdad, lo único que era verdad, era eso.
2 comentarios:
Tu escrito me recordó el estilo de Milan Kundera, muy absorvente, muy erótico.
Salud señorita
Yo no sé los/las demás, pero le encuentro excesivamente sexy....
si, como los acordes de Vai, como los acordes de Vai.
Kitty.
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