martes, 29 de julio de 2008

Escribir un domingo y la TV

Mark Ruffalo es del tipo de hombres que te gustaría toparte en cualquier lavandería. Observándote tímidamente mientras escribes en un cuaderno con hojas rosas, sobre esa mesa de cafetería donde no sirve la maquina para el expreso. O que te invite a pasar habiendo esas pilas de libros en lugar de asientos por toda la casa. Justo como en Mi vida sin mí. Quizá, el típico freak que usa lentes de pasta, de esos que aún escuchan mucho a The Clash y se drogan mientras trabajan, tal como en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Supongo, a pesar de todo esto, ese hombre no sería mi primera opción en absoluto. Y aún no veo aquella película del director brasileño. Pero ah... que sería lindo que se enamorara fatalmente de una agonizante – como yo – como lo hizo del personaje de Sarah Polley. ¿Por qué Mark Ruffalo casi siempre hace de tipos retraídos? Como en Si yo tuviera 30, y ahí era un fotógrafo que antes fue ese niño regordete del que todos se burlaban. Yo pude amar a un hombre así. Supongo, yo me supongo. Uno ve que a ese individuo el amor le duele. Tal vez un hombre como Ruffalo entendería este dolor de ahora. A lo mejor también Daniel, el raro. Junto con esos complejos y cuestiones muy a la Pessoa. Y si estuviera aquí. Si él estuviera aquí no hubiera pasado todo eso. Aquello, lo que fuera que sucedió hace unos días o apenas ayer. Venir en los ratitos libres a escuchar el soundtrack de Spanglish y derrumbarse. Como se deshace una ladera pronunciada o los glaciares en estos tiempos. Esperar a que se hagan las cinco de la tarde para marcharte sola – afortunadamente – a ese cine donde cobran más barato el boleto. Tal vez si fuera con Mark no sería lo mismo cuando entro a este café italiano donde tocan mala trova, donde la señorita que atiende la caja te mira un poco mal, por que sabe que no tienes ni jodida idea de lo que estas haciendo. Eso de ver a la gente y no verla, de decir sin temblar “me da un capuchino grande y frío”. “¿Capuchino frappé o frío?”,…dije frío”. Ah bien. ¿Qué esas mujeres se sienten mejores por que no les afecta el aire acondicionado? O por que usan un sistema automatizado propio de las franquicias, y alguien como yo, ¿se confunde entre tanta gente?...Bah, yo que sé. El punto era que como siempre los domingos veo demás el televisor y pienso en Mark Ruffalo sin pensar realmente en él sino en lo que representa para esa pobre Sarah Polley con un tumor que invade sus dos ovarios. Adorarlo cuando al final de la película le dice “no quiero verte marchar con otro hombre” o “soy un hombre típicamente enamorado”. Y no pensarlo, no pensar que yo tampoco quiero cualquier cosa que implique la palabra: marchar. Y ahora estar enamorada. Por qué lo más seguro es que yo lo haga y tú lo hagas – aquello de marchar -. Pues yo sería del tipo de mujeres, que se abandona con la mugre en cualquier lavandería. Y tú serías quien se duerme en la lavandería y un tipo como Mark te observaría, atentamente.

sábado, 26 de julio de 2008

Alejandra, algo sabe

Hace unas horas le conté a Alejandra cómo me volví a enamorar de ti, y en un solo día. Quién lo iba a decir. Quién iba decir, en un viernes a las 7:48 de la tarde, que a orillas de una ventanilla de automóvil todo el asunto sería tan rotundo. El chofer me dejó fumar mientras se subían los demás pasajeros, ya sabes; “fúmele señorita, pero cuando se suba alguien lo apaga de favor”. Ha de ser que me veo más bien como un hombre simpático, o un tío cualquiera. Un tío, que cuando ya está muy ebrio le dice al de a lado “te quiero un chingo güey”. Y no es que yo no lo diga, tú sabes. Es solamente un ejemplo. Tú aún no entiendes mi concepto de estar enamorada. Será, tal vez, que nunca hemos dado una madrugada de esas muy tuyas y muy mías para explicárnoslo, pero explicárnoslo bien, de claro. De definitivo, y con una sinceridad que sobrecoge al más discreto. O al más cojonudo. O a la mentira más acojonante. Alejandra, vuelve a mí como vuelven las cosas que se van, y nunca esperan. Vuelve de una manera privilegiada, de esas cuando no transcurre el tiempo entre dos personas muy amigas, sin conocerse demasiado en realidad. Ella es apta y perfecta para saber como me volví a enamorar de ti, y en un solo día. Y quién lo iba a decir. Quién iba decir que en un día, si antes me tomó mucho tiempo. Meses, la verdad no recuerdo. O si, quizá fue ese día explosivo en que te conocí. Desde las primeras tres palabras. Lo que tarda uno mismo, en darse cuenta. No sé. Igual, debió ser mucho. Es muy grande el espacio entre un te quiero, y un te amo, en medio de un te espero, un te extraño, o ¿qué día es hoy? Ah sí, sí. Una brecha que siempre, entre tú y yo, se abre y se cierra. Como los pulmones se llenan, se vacían y también se enferman. Hay de casos a casos. Pero no le conté a Alejandra que hoy me tropecé muchas veces y que la gente se rió, se rió y yo volteé nunca la mirada. Existían eso sí, los ojos intensos que dicen me ha heredado mi padre, y que a él se los regalo el abuelo y así. Todo eso existía a través de las calles. Y las manitas en los bolsillos. Una carita acomodada de tal forma para que se pudiera pretender, que si tú no ves a nadie, nadie te ve. Alejandra tampoco supo de mis palabras masticadas durante todo el día; “¿quieres casarte conmigo?, estaremos de Luna de miel hasta que me dejes”. Luego fingiremos un divorcio apresurado. Alegando diferencias irreconciliables. Por que de Al Pacino yo prefiero Scarface y tú El padrino II o Carlitos’s way. Que yo elijo a Yann Tiersen y a Morricone, tú a John Williams, Hans Zimmer, o a Danny Elfman. O lo que es peor, es que no conoces a ninguno de los nombres mencionados. Algo tendríamos que inventar. Dicen de nosotras; dos mujeres impresionantemente acojonantes. Pero todavía no sabes de mi definición de estar enamorada y hoy no te la voy a decir, pues hoy sería muy prematuro. Nuestro amor, hoy sábado, es tan prematuro. Como lo fue mucho antes de todo eso tan rotundo recargado en la ventanilla de automóvil. Y lo que vino después, algo así como una duda añejada de “qué rayos somos”. Yo me cubría la cara cuando se me venia de golpe la mirada o la sonrisa tuya, con la pálida luz de esa habitación color blanco. Ella no me preguntó algo, es natural en ella darse cuenta de a poco y en silencio. Al menos eso creo, ya sucedió antes. Pienso en Alejandra calidamente, sin más, sólo se enteró de primera mano como me volví a enamorar de ti, sin decir una palabra. En un solo día, y quién iba a decirlo. Quién iba decir que sería ella la primera en descubrirlo tácitamente. O que pienso más en ella justo ahora que te escribo, aunque te ame a ti tanto, tan fucking so much, y tú no sepas cómo es hacerlo. Manejarlo. Como es estar enamorada así. Y que hace unas horas, te confieso, era mucho…pero mucho, mucho menos.

jueves, 24 de julio de 2008

Cartas III

No sé quien me dijo que el miércoles era buen día para llevar las cartas al Servicio Postal. No sé, de verdad que no sé. Pero tomo el colectivo unos veinte minutos más temprano para poder llegar a tiempo con el profesor Bermea. O para no tener que viajar en esos largos automóviles Caprice que huelen tan mal estos días de verano. Ayer fue miércoles. De nuevo me senté unos minutos frente a las oficinas del correo. Sobre las aceras polvorientas y agrietadas, ensimismada, con las rodillas muy juntas y unos brazos absolutos como si se quisieran alcanzar hombro con hombro. No sé. Ayer fue miércoles, de eso no hay duda. Y observaba con una total melancolía las 13 motocicletas y las dos camionetas que pertenecen allí. Para las entregas, los repartos, cosas muy del Servicio Postal. Ellos no saben que uno envía el alma ahí. A lo mejor y el destinatario tampoco. Los inocentes carteros no saben, que entre mis planes está, posteriormente, hacerme amiga de cada uno de ellos. Yo les llamo carteros. Y que oficio más noble es. Aunque ellos no saben de mujeres como yo, que se sientan minutos observando uno por uno sus maletines o canastas, whatever that is. No creen que todavía existan esos grandes amores que sufren por una carta. No saben de cuando bajas muy temprano y le dices a tu madre: -hey, ¿me ha llegado algo? -No cariño, nada… - (y Waltz se aleja cabizbaja mirando el sitio donde siempre avientan el correo. Vuelve a su habitación) Y que luego viene la tristeza y una hostilidad inigualable. Por que quizá, eso pueda ser lo último que tendrás de aquello que te ha roto el corazón. Digo que no a las salidas, digo que no tengo dinero. No, no más alcohol. No…no quiero regresar contigo. Digo que sí, que sí espero. Que sí olvido. Que si puedo…sobre todo, que sí puedo. Ah…y no sé quien me dijo que el día más melancólico duele delicioso con Indie americano, rayando en el Folk, Alternativo o en una mezcla rancia de country con ve tú a saber qué. Que son mejores los cigarros rojos a los mentolados cuando te paras en medio de las avenidas. No sé, de verdad que no sé quien dijo eso. Las cartas son para Andy. Le envié un pedazo de listón que alguna vez use en mi muñeca y una foto con mi cabello alborotado. Andy responderá, yo sé que él responderá. Lo veo - te veo - más que impaciente y doloroso aguardándome. Yo sólo espero que los carteros - aunque no sepan de las mujeres sentadas en las aceras, ni de la ausencia, o del Indie, Country o de South San Gabriel - sean unos expertos en direcciones. De qué hacer cuando un sobre se extravía. O cuando uno se extravía del mundo sin el sobre, o lo que sea.

domingo, 20 de julio de 2008

Integrations/Integraciones de Pablo Neruda


After everything,
i will love you
as if it were always before
as if, after so much waiting,
not seeing you
and you not coming,
you were breathing close to me forever.
Close to me with your habits,
with your colour and your guitar
just as countries unite
in school room lectures,
and two regions become blurred
and there is a river near a river
and two volcanoes grow together.
Close to you is close to me
and your absence is far from everything
and the moon is the colour of clay
in the night of quaking earth
when, in terror of the earth,
all the roots join together
and silence is heard ringing
with the music of fright.
Fear is also a street
and among its trembling stones
tenderness somehow is able
to march with four feet and four lips.
Since without leaving the present
that is a fragile thing
we touch the sand of yesterday
and in the sea
love reveals a repeated fury.


Translation by William O'Daly


Integraciones

Después de todo te amaré
como si fuera siempre antes
como si de tanto esperar
sin que te viera ni llegaras
estuvieras eternamente
respirando cerca de mí.
Cerca de mí con tus costumbres
con tu color y tu guitarra
como están juntos los países
en las lecciones escolares
y dos comarcas se confunden
y hay un río cerca de un río
y dos volcanes crecen juntos.
Cerca de ti es cerca de mí
y lejos de todo es tu ausencia
y es color de arcilla la luna
en la noche del terremoto
cuando en el terror de la tierra
se juntan las raíces
y se oye sonar el silencio
con la música del espanto.
El miedo es también un camino.
Y entre sus piedras pavorosas
puede marchar con cuatro pies
y cuatro labios, la ternura.
Porque sin salir del presente
que es un anillo delicado tocamos la arena de ayer
y en el mar enseña el amor
un arrebato repetido.
______________________________________________________
Sucede que el fin de semana no escribo, pero te hablo. Te estoy extrañando como si ya te hubieras ido de una vez y para siempre. Escucho la voz de Vincent, y pretendo que te leo igual. Hace tantas noches amor, de tantos meses, de tantos días que no leemos poesía. E imagino por las noches también, que peleamos, nos olemos y escuchamos en sonido estéreo tanta poesía, mucha. Mucha amor, que recordaríamos todos los días por qué hoy, ahora, nos decimos “amor” y no “querida amiga”. Aunque aún podría decirte “querida amiga” y dolería tal vez un poco. Pero sólo un poco. Como si fuera una condena y dos palabras muy pesadas que cargar, y desde ahí te sangrara la boca. Neruda lo sabía bien. Él sabía, de querer salir de su cuerpo, del sello de avidez no saciada. De libertarse, salvarse, de gritar: quiero ser de alguien, quiero ser tuyo, es tu hora. Neruda sabía de Integraciones. Cuando también, como él, digo en la oscuridad de la tierra fría donde te busco: después de todo te amaré, como si fuera siempre antes.

miércoles, 16 de julio de 2008

Fragmentos simples

Ya para el martes era normal amanecer muerta en algún callejón. Es decir, que era natural para aquel momento llorar demasiado, ir caminando de nuevo huyendo de los aviones, temblar por los países o por las inundaciones de este estepario lugar. Entonces, sí, entonces, para el martes era obvio que me embriagaría mucho – o al menos planeara embriagarme mucho – como si no quedara algo más. Y ahí, mirar con mucha melancolía el teléfono, seguir en la banquita de madera que ha construido tu padre, seguir sentada esperando al cartero que parece nunca va llegar. Sucede el martes y nunca viene. En este día se escucharía mucho Zoé y de repente algún Blues del inigualable Django Reinhardt, allá de cuando la bohemia de un París entre los 30’s y 50’s, te definía el gusto de caminar en medio de la calle y sonreír, muy estúpida, mirando hacía los cables o alrededor. También, el martes, gritaría mucho cantando Paula, para siempre Paula…como si le cambiara el nombre. Mi buen humor ocultaría mi yo maniático, con esa voz que desde adentro te dice “tienes que estar triste” o con acento argentino “tenés que estar triste”. Ah, pero luego es seguro que ella se te aparece como a las dos de la tarde, en ese lugar – el de siempre -, y joder, estabas escribiendo, y todo con un “Hola”, vale madre.
Neverland 9:00 p.m.
Sí, después de la cena en la Facultad de comunicación. Spaghetti, puré, medallón de who-knows-what-children. Felicitaciones Waltz, eres la mejor en cine bla bla bla, bla bla bla. “Qué bien se te veía el jodido traje café”. ¡Mis calzones! Neverland parece ser lo único acertado en el día. El Nunca jamais que se encuentra cerca de la Plaza Jalisco, y andas por el lugar con el pantalón verde sin abrochar, te quitas las botas picudas en medio de todos y te pones los tennis café. Ah sí, sí…tráeme una michelada de Indio y dile a ese idiota que deje de ver a la rubia. La rubia es adorable, te canta que eres la puta más puta pero que eres la mejor. Y que si algo te pasa va llorar mucho, pero que no olvides heredarle tus cámaras, celular, a Killergumaro y toda la ropa de marca que pueda vender. Vender, por que usarla le dolería. Neverland está muy lejos de la noche. Aún de la noche, pero cerca – muy cerca – del alcohol. De repente te callas y recuerdas aquél hombre, qué coño, cómo puede estar tan “enamorado” de ti. Y ah, sí, tú de ella. Pero no le dices – osease, no le digo – aunque me acuerde de él cuando el tipo del grupo en vivo canta uno de esos temas semejantes a hacerse una operación quirúrgica sin anestesia previa o a un hedor insoportable parecido al de las pescaderías pero que igual, si vas de compras un domingo te tienes que echar a las fosas nasales. Neverland a las diez, a las once, y a las once y cuarenta. Es un caos todo esto, te aburres, se aburren. Pero el puto sitio estaba cerca de un aeropuerto y eso pudo ser peligroso e hiriente. Aéreo. Así que todos se van.
Luna azul 11:50 p.m.
Joder, si estaba lleno eso. Pasa que el cantante, el amigo cantante, decía: "güey, en Luna van a tocar Jazz y si llegamos antes de las doce es dos por uno”. Vamos, pues, vamos. Y todos dijimos “pues vamos”. La cuestión era no saber ya para eso de las tres como te llamas. Ni si estas enamorada de un hombre o de una mujer, o de una mujer muy hombre, o de un hombre prácticamente mujer. O que Ángel o Fernando dijeran “es que Jazmín se ve tan lesbiana pero que tetas tiene”. Ya, ya para esa hora no importaba demasiado. Nada más te paras cuando el guitarrista novio de la rubia decide hacer un palomazo y Ángel regresa al oficio de cantante. Aplaudes, Fernando te abraza y te quiere mucho. Lo quieres mucho también. Pero aún no, aún no eran las tres de la mañana. Rebasaba apenas las doce y ya tenías la mesa llena de esas oscuras cervezas Indio. Y vaya si es graciosa la gente, vaya si se gasta dinero cualquier martes o esos días de fiesta en el departamento de la rubia. “Nos falta poquito, poquito…”, dice desde el pequeño escenario ese hombre. Sí, sí nos falta poquito y seremos unos malditos licenciados. Aunque eso de momento allá no era relevante. Lo curioso era que ya como a la una, en medio de las luces y la música lenta…los abrazos, los te quiero mucho güey (si no puta, a la falta de un güey), venía despacito desde abajo, quizá de las sillas, de las mesas, a través de la barra o enredada en las notas de Cano, una tristeza tan rotunda como la soledad cuando no hay nada ni nadie. Es decir, que ya para la una aunque estuvieses en la mesa de los más populares del bar, que todo mundo te salude de beso “mucho gusto, me llamo Jazmín”, o si ya estaba en el plan de “rara”, Ángel diga: “ah mira, esta es Jazmín”. Nada es suficiente. A pesar de que todos ellos te toquen la cara, la cintura, se rían mucho y tú misma te rías mucho, tu cuerpo es un devenir atravesado de música, alcohol, ella, los aviones…y ah…ya era miércoles, apenas la una….y ya era miércoles…

domingo, 13 de julio de 2008

Ah…como grita mi madre.
Y papá, allí, bien ido.
 En su sofá con el vado,
y la panza saltona.
Pienso que,
efectivamente me parezco a él,
¡ah! tantos gritos…
Mi planta acuática ha muerto.
Le pregunto a mi madre,
“qué putas con mi planta, 
el martes crecía bien bonita, 
y mírala, toda muerta”
Ella no sabe, o pretende no saber.
Qué mierda. A veces pienso que los gritos,
son como el llanto del silencio.
La gente acá para cansada de vivir.
Del dinero, de los gastos.
Hasta de la lluvia, pero yo de la lluvia no me canso.
Aunque te arrastre como el otro día,
y hasta el asco.
Ah, como grita mi madre.
O como me grita a mi.
Luego le da pena mi cara de “ah bueno..”
y me dice muchas veces “hija, ven…hija”.
Y papá allá en su sofá con el vado,
y la panza saltona.
Viendo Discovery Channel,
o el de la Historia,
yo
que
 voy
 a
saber.

jueves, 10 de julio de 2008

Quedarse dentro


Cómo no llamar a la costumbre, “costumbre”.
Cómo no llamarle por su nombre a las “cosas”.
 Y te sigues así, detrás del párrafo y sus tildes,
escribes, por si aciertas: “ani ohev otaj
en cualquier vidrio mojado,
te estremeces mientras te fumas un rojo
entre la sombras,
  …………y, ¿qué queda?
Vas por ahí jalando tus hilos del desastre,
como un títere entre carpas incendiadas,
enseñando la lengua a los arlequines.
 Cómo no llamarle a esto “necesidad oblicua
o necedad, enfermedad,
o algún desorden alimenticio.
Cómo respetar el silencio que trae consigo
la muerte de mis ganas.
Lanzar esa mirada de te amo, pero te odio,
luego reírte por que de nuevo perdimos el partido.
 Ah y ya sabes, luego they say; yeah, you know,
para explicar algo que no se explica.
Ah si, sí. Pero cómo le explicas que te estas muriendo.
Que el puto cartero no llega,
que la colonia Moscú se inundó
con esta piltrafa de huracán que se formó en el Atlántico.
Que los relojes nos comen. Y así.
Pero, cómo sobrevives al día, sin música.
 Del ella, música. Del ella, poesía.
Cómo no llamarle poesía, a lo que es poesía.
 Oh, pero si estas jodida. Y que desastre eres.
Marcela te dice que seguro el estómago, te sangra.
Yo pienso que si de algún lado sangro, ha de ser por ti.
Cómo, cómo, cómo.
Mi cuerpo se aferra a las preguntas, siempre.
Lo mío es complicar lo simple por ejemplo
decir “quiero coger”, y no coger.
Y qué lenguaje de camionero tienes.
Ah si, sí. Cómo arde. Cómo duele,
llamarte y despolvarte de mi mente sinuosa.
 Llamarte como decir cosa, o costumbre.
O “me pasas el cenicero”, “me lastima el Jazz,
el Bossa y más, Debussy”.
Cómo rematar, este jodido poema,
que no es poema, pero lo he hecho yo.
 Oh, y llueve. Me llueves, llovemos.
Cómo decir que dan ganas
de meterse a un charco,
buscarte allí, transgredirte,
raptarte,
cambiarte el nombre
 fundirnos un poco,
 hasta no buscarnos nunca,
 y quedarse, amor, dentro
¡carajo!
  .....................dentro.

martes, 8 de julio de 2008

07.07.08

Cumpleaños glorioso. Ellos no saben, nadie sabe, ni yo sé. Yo no sé nada. Estoy más ebria que Neruda en Trementina. Estoy más “poesía” que la nube de ayer, cuando parió lluvia, cuando me susurró al oído “el arcoiris no viene, no viene nunca”. Alguna madre así. Retumba todo allá afuera y no hablo. Pastel, pasta “mastowhat-thefuck”, “te vesmuydiferentenesafoto”. Cosas. Mi palabra preferida cosa. A nadie voy hablarle. Y nadie, entenderá perfecto. Los padres siempre lloran en el cumpleaños. Los amigos dicen “te quiero mucho”, el amor dice “mi amor”. Pero nada. Acá, los tenedores dicen nada. Me queda un calor inerte entre las piernas, entre el oblicuo ser, de ambulante. Ella dice no, o dice nunca. Pero quizá no importa. El cumpleaños es así como un suicidio. Como un decir “no entrar” y “entrar”. Pero importa, importa raro. Le dices a esa mujer que te cocina: ojala llegue un paquete. Y no llega nada como si no existieras. Surge un deseo inevitable, alrededor de una masa uniforme y compleja de extrañas partículas formadas de un aire externo, de un volumen interno, ante tus propias exterioridades. Y, ay amor, cómo dueles. Y cómo duele ella. Que no se da cuenta. Cómo duele enfrentar el vacío y un nadie. El mareo, el simple mareo de “resequedad” que afronta al alcohol muy consumido, retado, usado. Dijiste muchas veces “espero ser violada”. Después, descubres – sórdidamente – que las rubias no te gustan. Ni las pecosas, ni las piernas flacas, o las cosas demasiado fáciles. Entonces nada te gusta. Sólo tus manos. Eso debería ser jodido o asqueante, pero, es “nada”. Las madres y los padres viven esperando cada año para decir “he logrado verte”. Y, ¿si nadie ve en realidad? Te vas como la sombra corta que se desaprende después de la luz paciente de si misma. Ah, y el alcohol. Las sobras sin nombre. Los amantes, la amante nula. Mi poesía nula también, la pregunta “y si”. Las variantes que son vicio y no vicio. Alguna mujer a la que le gusta apretar tus pechos pero no quiere cogerte. Aquella imaginación muy tú, que es muy trompetera, muy lluvia, muy…sólo muy. Muy algo, por qué habrías de respetar leyes de no mirar. Mirar no es pecado dice mi madre. Ah, el cumpleaños y la nostalgia. La inutilidad. La mujer que nunca vino a usarte bien salvaje. La fiesta, pero ¡ah! sí usaste la fiesta, el alcohol, mucho el alcohol. El llanto silencioso que parece fingir su existencia. O mi eterna dignidad, la dignidad que recorre a pesar, de su cansancio mutuo. Por qué, es mutuo, no decirte “no vayas”, “vuelve”, “quédate”, “se sólo mía”. Vuelve, mi amor, nada más vuelve. Comprueba que a los ojos míos no existe nada ni nadie. Comprueba, que lo nuestro es algo sumamente extraño y falaz. Sopesa, que yo soy como nadie. Que yo, no podría amar, así, a alguien sin problemas con su físico, o su mente, o su manera de sentar. Ah, y cómo uno llora. Cómo es dejar de pensar en lo que viene. Ah. Ah…Ah. Un dolor inaudito. Miles de “ah” como si fuera un orgasmo infinito. Pero, si escucha esa mujer música clásica, te derrites, y le dices “ah…yo, yo…” mientras te aprietas los labios y la seduces. Cómo seduces. Que no entiendes como es ser o existirte. Cómo es ser tú, tan fea, tan deforme. Que le mantienes la mirada fija hacia lo que tú eres. Es que a las mujeres les gusta pensar. A las mujeres les gusta sentir que las imposibilidades son posibilidades. Ah, y cómo las haces posibles. Como si se pudiera. Entonces eres eso que sueñan, a veces. Ah. Tan de nadie. Tan de ellas que duele pensar en que jamás pertenecerás a quien sea. Y cómo explicar. Waltz, cómo explicar. Que eres de todos y de nadie. A veces sólo de ella. Y eso ni ella lo entiende. La música clásica Waltz, y si ella no lo entiende, no se te antoja. Nada de ella, ni nada de cualquier cosa. Ah, el cumpleaños y las celebraciones extrañas. Glorioso. El llanto, cuando ya el otro día, medio dos horas tarde. Luego vendrá cualquiera a espiar cómo es que nos amamos. Bien, con un dedo en la boca y algún sabor provocativo acerca del dedo índice. Ah amor, y la música. Interminable. Y México es una fiesta y no lo dijo Hemingway, lo digo yo, que soy tan nadie. Sin futuro. Sin ti, sin amor. Y tan contigo, después del adiós. Tan glorioso que parece que cada día fuese, como cuando decidí decirte “te amo”. Tan duro. Tan decisivo, tan Beirut, tan Tiersen, Mozart y el: wey, eres tan rara. Como decir “fucking 20’s to me”, y la vida, la fiesta, y todo alcohol…

miércoles, 2 de julio de 2008

Alborada


No me llames así, sin un nombre.
Llámame “amada”,
llámame “hora”,
“luz apagada”,
“corredor vacío”.
Llámame desde donde no sale más,
el lamento con que nos necesitamos,
tan fuerte, tan violento
como sólo tú y yo sabemos
vengar la ausencia.
Llueve mucho estos días,
apenas julio
caen
…..caen,
lentamente
todas nuestras pertenencias
 a no sé donde.
 La humedad en las paredes
me hace llorar.
 Y el oxido,
que no sabe que
ya es muy viejo,
no se cansa de ser,
de brotar bajo la lluvia.
Como un vaho raquítico e insistente,
como el aliento desde la boca
de lo ya muerto.
 Estoy cansada de ser nadie.
Si me hablas, llámame
“sombra”, “nube”
“ojos caídos”.
Lo que nunca tengo
ni se deja ver.
 Llámame “amada”,
 llámame “hora”,
“luz apagada”,
 “corredor vacío”.
 Pero no me llames así,
sin un nombre.
 Como si no fuera tuya,
 como si no temblara
cuando te acercas
sigilosamente
desde una esquina,
 dolorosa y fatal.
-Nombre por: Diana Morales -